El Despertar

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La soledad era algo que no comprendía hasta que dejé de sentirla, al menos así fue en mi caso. Me parece interesante cómo cada emoción, como cada cosa, pierde su esencia y existencia si no hay otra a su alrededor. Nos necesitamos los unos a los otros para existir; como si, mágicamente, nada en este mundo sobrara. Muchas veces me he preguntado si realmente merezco ser parte de algo tan perfecto, algo tan armonioso como la existencia y la vida en sí.

Mi nacimiento es complicado de contar. Primero, es necesario dar algo de contexto. Soy, básicamente, un humano... bueno, eso creo. Soy parte de un proyecto. Y sí, Estados Unidos, otra vez. Un cliché, lo sé. Mis creadores son mi "padre" y "madre", como los de cualquiera de ustedes, con la diferencia de que ellos no tuvieron sexo, solo buenas ideas, lo cual, si me lo permiten, me parece un tanto aburrido. Fui creada en Chile, en una reserva natural inaccesible. Allí, construyeron instalaciones exclusivas para el proyecto denominado "El Escuadrón de Diamante".

Sobre mis creadores: primero está la extraordinaria Mirtha Hoffman. Mide 1.72 m, tiene ojos azules intensos y piel tan blanca como el algodón. Cuenta con 42 años, y siendo una prodigio, a los 20 ya trabajaba para la NASA, específicamente en el Área 51, estudiando genética extraterrestre y gestación artificial. Por otro lado, está mi "padre", Norman Higgins, que mide 1.95 m, tiene cabello oscuro y 50 años. Se especializó en la reproducción y mutación de células, lo cual lo trajo a este proyecto, donde pudo modificar y mejorar genes.

Probablemente te estés preguntando cómo soy yo. Bueno, tengo el cabello rojo fuego, labios rosados y bien formados, ojos bicolores —uno verde intenso y el otro amarillo acaramelado— y mi rostro es pálido, aunque siempre con un rubor tenue por mi sangre caliente. Mi piel está salpicada de pecas. Físicamente, estoy en excelente forma; mi metabolismo es perfecto y desarrollo musculatura mucho más rápido que el promedio. Mi cuerpo es más resistente, me curo con rapidez y mi velocidad supera la de cualquier atleta. Mi fuerza es suficiente para noquear a un oso, mi vista es tan aguda como la de un halcón, mi oído como el de un sabueso y mi olfato como el de un gato. Fui creada como un arma, pero todo cambió cuando decidí ser yo misma.

Empecemos desde el principio, el día en que comencé a vivir. Mirtha llamó a Norman: mi cuerpo ya estaba listo, era hora de sacarme y ver qué resultado daba mi "receta". Ya había nueve prototipos exitosos, pero a mí me hicieron con la ambición de crear algo superior. Norman no tenía fe en mí porque, por accidente, mis cromosomas sexuales resultaron ser XX en lugar de XY; por lo tanto, soy mujer. Bastante misógino de su parte, si me lo preguntan.

Desperté y todo era extraño. Observaba cada detalle, pero seguía adormecida. Mis padres me estimularon con ejercicios de movilidad, pruebas de reflejos, entrevistas e incluso cosquillas. Me hicieron pruebas médicas, me bañaron y me dieron instrucciones, además de ropa del centro militar: pantalones oscuros, un gorro, botas blindadas, una camiseta blanca y una chaqueta a juego con los pantalones.

Me sentía como un animal asustado y a la defensiva. Caminábamos por un pasillo blanco, lleno de luces frías y potentes. Nos detuvimos frente a una gran puerta. Me dijeron que entrara y que tenía prohibido matar. Con dudas y algo de suspenso, entré.

La sala era gigante y muy oscura. De repente, las luces se encendieron y aparecí en medio de una selva. Mi instinto se activó automáticamente. Me agaché y busqué un lugar seguro. Comencé a sentir una presencia a lo lejos. ¿Qué es? ¡Crac! Escuché cómo se rompía una rama. ¿Quién es? ¡Crac! Se escuchó por el otro lado. Me estaban rodeando. Calculé que estaban a un kilómetro de distancia, pero avanzaban rápido. Solo pensaba en defenderme.

Escondida detrás de un árbol con abundante vegetación, comprendí que necesitaba altura. No conocía el terreno ni a mis contrincantes. Escondí mi llamativo cabello bajo el gorro y trepé rápidamente al frondoso árbol cercano. Desde lo alto, observé. Dos a la izquierda, dos a la derecha, tres al frente y dos detrás. Me tenían rodeada. Sabía que debían haberme visto, así que debía atacar primero.

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