Abigail Ameli.

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Dentro de aquel departamento en un barrio lejano de Japón podían escucharse los gritos y las cosas romperse. Ella estaba asustada, abrazando su estómago en posición fetal mientras lloraba.

El hombre a su lado tenía un notorio sonrojo en sus mejillas, estaba desorientado y en un estado de embriaguez peligroso para una mujer tan pequeña como Abigail. En comparación de tamaños, su esposo pasaba los 1,80 y ella apenas llegaba a los 1,60.

—¡Te estoy hablando mujer!

Gritó tomando una pata de silla rota y rompiéndolo contra su espalda. Ella gritó de dolor mientras buscaba la forma de protegerse.

—¡Perra extranjera! Me casé contigo porque pensé que eras buena en el sexo y eres como una jodida anciana.

Abigail cerró los ojos con fuerza, solo debía aguantar hasta que su esposo se calme y podría tratar sus heridas, hasta entonces solo podía enfocarse en sobrevivir y terminar de cocinar la cena.

[...]

Finalmente, después de una hora de tortura su esposo se quedó dormido en la habitación. Suspiró y se puso de pie comenzando a recoger los fragmentos de vidrios rotos, las ollas que estaban en el piso, los paquetes de comida rápida y colillas de cigarro que estaban por ahí. Después de un rato de trabajo duro al fin el departamento estaba en orden, le gustaba la limpieza, la calmaba.

Sacó las bolsas de basura, el sol todavía no había salido quizás eran las 4:00 am, no sabía. Volvió a entrar y caminó al baño en silencio para ponerse de puntillas y alcanzar el botiquín de emergencias que estaba sobre el espejo, miró su reflejo callada mientras una expresión triste se iba formando.

Abigail era extranjera, de Estados Unidos para ser exactos, sus ojos eran de un color verde claro, pero ahora uno de ellos se mezclaba con el morado del moretón que estaba allí. Su cabello era color negro, largo hasta la cintura y un mechón blanco en la frente debido a un lunar.

Esa era ella, alguna vez fue una jovencita llena de vida, hermosa llena de esperanzas, ahora solo era una pobre esposa maltratada y oculta de la sociedad por culpa de su esposo.

[...]

Ya era de mañana, peinó su cabello con cuidado y salió a la calle con su bolso y billetera para poder hacer las compras del mes. Su esposo como siempre dormiría hasta la noche, más teniendo en cuenta la cantidad de botellas de cerveza que había bebido anoche.

Estaba cruzando la calle tranquila, el semáforo estaba en verde así que no había peligro, miró la lista de compras y en eso escuchó un fuerte grito a lo lejos.

—¡¡Cuidado!!

Alzó la cabeza con curiosidad y en ese momento pudo ver como un joven de cabello claro venía a toda velocidad hacia ella en una patineta. Miro a los lados buscando una salida, pero ya era tarde, lo único que quedó fue el pequeño papel con la lista en el suelo y dos cuerpos estrellados a unos metros de distancia.

—¡Langa!

Otro chico se acercó corriendo hacia ambos, tenía una expresión preocupada en su rostro mientras veía el accidente. Al notar la situación no tardó en hacer una reverencia en un ángulo perfecto de 90° mientras gritaba un fuerte "lo siento".

Abigail se sentó algo desorientada en el piso, sin embargo, solo le brindó una pequeña sonrisa al chico.

—Tranquilos, está bien. —dijo poniéndose de pie y arreglando un poco su ropa.

Miró a Langa y le extendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie mientras le sonreía dulcemente. El joven canadiense no pudo evitar que sus mejillas se pongan rojas ante esa muestra de amabilidad, aceptó la mano de la mujer y se puso de pie.

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⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

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𝘼𝙢𝙤𝙧 𝙨𝙤𝙗𝙧𝙚 𝙧𝙪𝙚𝙙𝙖𝙨 ⸻(𝘾𝙃𝙀𝙍𝙍𝙔 𝘽𝙇𝙊𝙎𝙊𝙊𝙈 𝙓 𝙏𝙐)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora