Capítulo 16: Desahogo y Revelaciones

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Pov.

La semana comienza con un sentimiento de peso acumulado en el pecho de Alaya. Después de los eventos recientes, siente que está al borde de un colapso emocional. Sin embargo, el lunes, lo primero que nota es la ausencia de Sophie, su única amiga que parecía comprenderla de verdad. Al preguntar por ella, se entera de que Sophie ha enfermado y no asistirá al colegio durante el resto de la semana. La noticia la deja sin opciones; siente la necesidad urgente de desahogarse, pero su confidente no está disponible.

Los días pasan lentos, llenos de miradas cruzadas y tensiones no resueltas. Cada vez que ve a Kiara con Frida, su pecho se llena de celos y frustración. Y cada vez que se cruza con Lucas, su mente vuelve a girar en círculos sobre lo que descubrió: que él está enamorado de Kiara. Todo esto la agobia, la consume. Ya no puede cargar con todo ese peso sola.

Finalmente, el jueves, durante el recreo, Alaya toma una decisión. Luisa y Celeste están sentadas a un lado del patio, conversando entre ellas. Alaya siente que ha llegado el momento. No puede esperar más. Se acerca a ellas con pasos inseguros y, tras intercambiar unas pocas palabras vacías, suelta:

—Necesito hablar con ustedes —su voz suena más frágil de lo que pretendía.

Luisa y Celeste se miran entre sí, sorprendidas por el tono de Alaya. No están acostumbradas a verla tan vulnerable.

—Claro, dime —responde Luisa, mientras Celeste asiente en silencio.

Alaya respira hondo, intentando contener las lágrimas que siente subir a sus ojos. Las palabras empiezan a salir a borbotones, como si fueran un río que ha estado contenido por demasiado tiempo. Les cuenta todo lo que ha estado sintiendo: los celos hacia Frida, el distanciamiento con Kiara, el dolor de saber que Lucas está enamorado de su mejor amiga, y la constante sensación de que todo a su alrededor está derrumbándose.

—No sé qué hacer —confiesa finalmente, con la voz rota—. Siento que estoy sola, aunque esté rodeada de gente.

Luisa y Celeste la escuchan con atención, sus expresiones serias y preocupadas. Para Alaya, es extraño abrirse de esa manera con ellas, especialmente porque su relación nunca ha sido tan cercana como la que tenía con Kiara o Sophie. Sin embargo, en ese momento, siente que no le queda otra opción. Ellas son lo único que tiene.

—Entiendo que te sientas así —dice Celeste finalmente, con una calma que sorprende a Alaya—. A veces, la gente más cercana es la que más duele.

—Sí, pero también necesitas hablarlo, sacarlo fuera —añade Luisa—. No puedes guardarte todo. Sabes que puedes contar con nosotras.

Las palabras de sus amigas alivian un poco el peso que lleva encima, pero hay algo más que sigue sin resolverse, algo que no ha dicho. Un secreto que lleva ocultando desde hace mucho tiempo y que, en realidad, es la verdadera razón por la que se siente tan mal. Alaya duda por un momento, pero finalmente, decide confiarles también esto.

—A pesar de todo lo que está pasando... —comienza, su voz temblando levemente—. Ninguna de esas cosas es el verdadero motivo por el que me siento tan mal.

Luisa y Celeste se quedan en silencio, expectantes. Alaya baja la mirada, incapaz de sostener el contacto visual mientras continúa.

—La verdad es que... llevo mucho tiempo luchando con algo más grande —susurra—. Siento un vacío en mí que no tiene nada que ver con Frida, ni con Lucas, ni siquiera con Kiara. Es algo que siempre ha estado ahí, incluso antes de que todo esto comenzara.

Las dos chicas la miran, intentando procesar lo que acaba de decir.

—Es como si estuviera atrapada en un agujero del que no puedo salir —continúa Alaya, con los ojos llenos de lágrimas—. Incluso cuando estoy con ustedes o con Sophie, me siento sola. Es un dolor constante, una tristeza que no desaparece. Y no sé por qué.

El silencio que sigue a su confesión es denso. Luisa y Celeste no saben qué decir, pero tampoco necesitan hacerlo. Su presencia, su disposición a escuchar, es suficiente para que Alaya sienta un alivio temporal. Finalmente, después de semanas de guardar todo dentro, ha logrado soltar al menos una parte de lo que la atormenta.

Las chicas permanecen con ella durante todo el recreo, dándole apoyo aunque no tengan todas las respuestas. Para Alaya, es suficiente, al menos por ahora. Pero sabe que este desahogo es solo el principio. Aún queda mucho por enfrentar, mucho que no ha dicho, mucho que sigue sin comprender.

Cuando suena el timbre que indica el final del recreo, las tres se levantan juntas. Alaya siente un pequeño consuelo al caminar hacia la siguiente clase con ellas a su lado. Quizá no estén tan cerca como Sophie, pero en ese momento, son lo más cercano que tiene a un apoyo emocional.

Al final del día, Alaya regresa a casa con la sensación de que algo ha cambiado. Todavía está confundida, todavía siente ese vacío dentro, pero ahora sabe que no está completamente sola. Y aunque le costará mucho enfrentar el verdadero motivo de su tristeza, ha dado el primer paso hacia ello.

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