Único

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El viento aúlla en las montañas, pero yo ya no escucho nada. La mansión en la que he vivido durante siglos, un refugio que antes me ofrecía consuelo, ahora es solo una tumba vacía. Cada rincón de estas paredes se siente como una trampa; no puedo escapar de lo que he hecho. No hay puertas para salir del dolor, ni ventanas para dejar entrar la esperanza.

MiYeon yace inmóvil en la cama, su piel pálida como la luna que tantas veces hemos admirado juntos. Pero ahora, la luna es solo un testigo lejano de mi fracaso. Ella respira, sí, pero cada inhalación suya es apenas perceptible. El leve ascenso de su pecho es la única señal de que sigue viva. Si es que esto puede llamarse vida.

Yo, Jeon Jungkook, he visto nacer y morir civilizaciones. He visto cómo imperios caen y cómo el tiempo se curva, pero jamás he sentido un vacío como este. MiYeon era mi todo, mi razón de existir en este interminable mundo. Y ahora, por mi egoísmo, ella se está apagando.

Recuerdo el día en que decidió ser mía, cuando aceptó mi marca. Sabía que siendo humana no sería fácil para ella. Sabía que su cuerpo frágil no estaba hecho para soportar el peso de lo que yo soy. Pero la codicia que sentí al pensar en tenerla para siempre me cegó. Nunca debí marcarla. Nunca debí condenarla a esta vida.

Intenté advertirle, pero ¿cómo podía negarle lo que ella pedía con tanta pasión? MiYeon siempre fue fuerte, decidida, y pensé, estúpidamente, que su amor sería suficiente para sostener el poder de la marca. Ahora me doy cuenta de lo estúpido que fui. El poder de la eternidad no es algo que los mortales puedan soportar.

Me acerco a su cama. La luna ilumina su rostro, que parece tan sereno, como si simplemente estuviera durmiendo. Pero han pasado semanas. Semanas de silencio. De desesperación. Me arrodillo a su lado, tomándola suavemente de la mano. Su piel está fría. Casi tanto como la mía.

—MiYeon —susurro, aunque sé que no me escucha. Mi voz apenas suena en este cuarto lleno de sombras—. Perdóname.

Mis dedos trazan los contornos de su rostro, ese rostro que tantas veces besé, el rostro que me daba paz en medio de la tormenta que es la inmortalidad. Y ahora, me da miedo. Miedo de que nunca despierte. Miedo de que la he perdido para siempre.

He intentado todo. Consulté a los sabios más antiguos de nuestra especie. He viajado a tierras lejanas en busca de soluciones. La respuesta siempre es la misma: los humanos no están hechos para soportar la marca de un inmortal. Su alma, su energía vital, se agota lentamente. Si no se despierta pronto, su espíritu se desvanecerá por completo, dejándome solo con su cuerpo vacío.

El peso de esa posibilidad me consume. La eternidad, que antes me parecía un regalo, ahora es una maldición. ¿Cómo soportaré los siglos sin ella? ¿Cómo viviré con el hecho de que la condené con mis propias manos?

Mis pensamientos son interrumpidos por un leve sonido. No es más que un susurro, un suspiro apenas audible, pero para mí es como un trueno. Me congelo, esperando, deseando que haya sido ella. Pero nada cambia. MiYeon sigue inmóvil, su pecho sube y baja débilmente, pero no hay más señales de vida consciente en ella.

Siento la rabia crecer en mi interior, como un fuego que amenaza con consumirlo todo. Me levanto de golpe, alejándome de su lado antes de hacer algo que pueda arrepentirme. El instinto vampírico, el hambre que siempre ha estado conmigo, parece más fuerte ahora. Como si mi propia desesperación me estuviera tentando a ceder a lo que realmente soy: un monstruo.

—¡Maldita sea! —grito, golpeando la pared con tal fuerza que esta se resquebraja. Pero el dolor físico no es nada comparado con el que llevo dentro. Si tan solo pudiera cambiar lugares con ella. Si pudiera darle mi vida, mi energía, lo haría sin dudarlo. Pero este no es un cuento de hadas. Yo soy eterno y ella... ella es efímera.

Don't Forget | JJK ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora