Con besos desesperados y las manos inquietas, Gala y Kevin fueron rebotando por las paredes del pasillo, intercambiando posiciones, acorralándose contra la pared, hasta llegar a la puerta de la habitación del joven. En ese momento, el rubio, se tomó un momento para separarse de ella, coger algo de aire y contemplar sus ojos oscuros, llenos de lujuria.
—¿Estás segura de esto? —quiso cerciorarse.
Pero para Gala no había vuelta atrás y le confirmó sus intenciones acallándolo con un beso.
A tientas, Kevin abrió la puerta a sus espaldas y ambos cayeron encima del colchón; Gala se le subió a horcajadas y el muchacho le mordió el labio, con delicadeza. Un sonoro gruñido se escuchó cuando ella tiró suavemente de su cabello, y profirió un segundo cuando acarició su miembro a través del pantalón deportivo.
—Joder, Gala. Vas a hacer que pierda el control —murmuró Kevin.
¿Y no era justo lo que ella quería que pasara? No podía culpar al alcohol, ni a sus problemas con Liam. Lo cierto era que lo deseaba, que estaba harta de negarlo y que no había noche en que Kevin no apareciera en sus sueños.
—Quiero sentirte —le confesó ella al oído.
No tuvo reparo en pronunciar aquellas palabras; no le importaba si pensaba que era demasiado lanzada. De hecho, escucharla, lo encendió aún más y Kevin no se lo pensó dos veces antes de hacer rodar su cuerpo e intercambiar posturas.
Mientras ella se dejaba guiar y abría suavemente las piernas para él, Kevin bajó la mano con la que le acariciaba el pecho y le recorrió lentamente el abdomen. A Gala se le erizó la piel y, por instinto, elevó la cadera. Él metió la mano por debajo de la cinturilla del pantalón de su pijama y descubrió que no llevaba bragas, además, de que estaba muy húmeda.
Gala gimió y arqueó la espalda cuando le introdujo dos dedos; se tuvo que morder el labio cuando empezó a frotarle el clítoris con movimientos circulares. Fue entonces cuando se animó a descubrir la grata sorpresa que, minutos antes, había intuido por encima de la tela.
Mientras Kevin aumentaba el ritmo de sus movimientos, Gala liberó su pene y empezó a masturbarlo. Sus voces, profiriendo sonidos guturales, agudos y graves, se entremezclaron.
Los de Gala aumentaron cuando los de Kevin se silenciaron, al llevarse uno de sus pechos a la boca. Lamió, mordisqueó y jugueteó con sus rosados pezones. Gala se sintió cerca del precipicio.
Ambos estaban demasiado excitados; los dos sabían que, si seguían jugando, no iban a poder seguir alargando y disfrutando de aquel momento, que tanto habían esperado. Así que la morena le pidió que parase un instante, con el corazón desbocado.
—Preservativo —logró decir, con la voz entrecortada.
Rápidamente, Kevin salió de la cama y rebuscó en su armario. Mientras Gala se desnudaba, pensó que era muy curioso: que no tuviera los condones a mano, indicaba que, o no los usaba, o no estaba acostumbrado.
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Todas las veces que pudimos ser y no fuimos
Roman d'amour«A veces nos topamos con la persona correcta en el momento equivocado.» Pues si eran eso, Gala y Kevin habían tenido muchos. Tantos, que cualquier persona cuerda habría terminado por tirar la toalla. «Pero cuando se trata de sentimientos, la sensat...