52. Abril

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Cuando entre en mi habitación, aún tenía una sonrisa dibujada en mi cara. La tensión que había sentido al saber lo que había pasado en aquella fiesta se esfumó. Y es que Andrew siempre conseguía sacarme una sonrisa en mis peores momentos. Él era así, como un faro en medio de una tormenta y a mí me encantaba dejarme guiar por su luz; pero a veces hasta los faros tienen sus averías.

Mientras me cambiaba de ropa, el teléfono vibró. Al leer los mensajes, me extrañé por la petición que me había hecho Andrew.

Andrew: me puedes dar las rosas que te di el otro día?

Andrew: pero no me las des todas, quédate una o dos.

Andrew: ah y dámelas por el balcón :) no queremos que nadie nos pille, eh?

Abril: por qué? Los regalos no se devuelven :(

Andrew: lo sé, pero te prometo que es por una buena causa.

Abril: está bien... ya voy.

No me quedaba otra opción que confiar en lo que fuese que tuviera en su cabeza. Cogí el ramo de rosas que había puesto dentro de dos vasos de plástico llenos de agua y me quedé con un par con la intención de secarlas y así tenerlas conmigo para siempre. Salí al pequeño balcón con el ramo, unos segundos después salió Andrew y cogió las rosas encantado.

—Dentro de un rato te mandaré un mensaje al móvil, estate atenta, ¿vale?

Iba a entrar a su habitación, pero lo frené agarrándole de la sudadera.

—¿Me vas a explicar qué te traes entre manos?

—El ramo de rosas —contestó serio, mirándome con el ceño fruncido—. ¿Te has vuelto ciega de repente? ¿Quieres que llame a una ambulancia?

—Tu eres tonto —suspiré. Me pasé una mano por la cara, desesperada—. Obviamente veo que tienes un ramo de rosas, te lo acabo de dar, idiota. Me refiero a que si me vas a contar qué piensas hacer.

—Ah, es eso. Especifica, que ya pensaba que te estaba dando un ictus o algo así. —Puse los ojos en blanco mientras él intentaba contener la risa—. Lo sabrás a su debido tiempo, tú atenta al móvil. Nos vemos luego.

Me estrujó los mofletes justo antes de adentrarse a su habitación. No tardé nada en hacer lo mismo y entré en mi habitación, ya que hacía demasiado frío fuera.

El día se iba oscureciendo y aún no tenía noticias de Andrew, no sabía si eso era bueno o malo, pero tendría que esperar. Empezaba a desesperarme cuando al fin recibí su mensaje. Me pidió que fuera a su habitación de inmediato. No sabía a qué venía tanta urgencia, así que salí corriendo de mi habitación y llamé a la puerta de la suya. Enseguida me abrió. Me fijé en que la estancia estaba un poco oscura, solo estaba ligeramente iluminada por las llamas vacilantes de unas velas que había colocado por toda la habitación.

Cuando se apartó para dejarme pasar, vi que las puertas que separaban el dormitorio de la salita estaban abiertas de par en par. Cuando me acerqué, me quedé embobada al ver que había hecho un caminito de pétalos de rosa que se dirigía hacia el baño. Me cogió de la mano con suavidad y me fue guiando por el camino hasta llegar a la puerta del baño. Al abrirla, vi que el suelo estaba repleto de pétalos y además también estaba iluminado por unas velas que había colocado en el tocador y en el borde de la bañera. Bañera que estaba llena de agua y donde flotaban algunos pétalos de rosa. Justo al lado había un taburete y encima una porción de pastel de chocolate y un batido de oreo, mi favorito.

Siempre nos quedará Edimburgo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora