Entre Celos y Secretos
Los días pasaban y la relación entre Astrid e Isabela se fortalecía con cada encuentro. A pesar de la diferencia de edad y los riesgos que ambas sabían que corrían, su amor crecía como un secreto compartido que las hacía sentir más conectadas. Fuera del campus, pasaban horas juntas, compartiendo risas, conversaciones profundas y momentos de intimidad que solo ellas comprendían. Sin embargo, no todo era perfecto.
Azucena, quien aún no había aceptado el rechazo de Isabela, seguía insistiendo. A pesar de los intentos de Isabela por dejar las cosas claras, Azucena no desistía. Un día, aprovechó que Isabela estaba sola en el salón, sin permiso alguno, entró y se sentó en el escritorio, coqueteando descaradamente.
—¿Sabes, Isa? —dijo Azucena, usando un tono seductor mientras jugueteaba con una pluma sobre el escritorio—. Deberías reconsiderar lo nuestro. Siempre te he admirado, y sabes que podría ofrecerte mucho más que cualquier otra persona.
Isabela, concentrada en los papeles que tenía delante, apenas le prestaba atención. Para ella, Azucena ya no representaba más que una insistente alumna, pero su presencia comenzaba a incomodarla.
En ese momento, la puerta del salón se abrió lentamente. Astrid entró con un café en una mano y un té en la otra, preparada para sorprender a Isabela con un pequeño gesto de cariño. Pero lo que vio al entrar la detuvo por un segundo. Allí estaba Azucena, coqueteándole a Isabela, quien aparentemente la ignoraba mientras seguía revisando los documentos.
Los celos invadieron a Astrid, pero no quería mostrarse afectada. Entró con una sonrisa contenida y, con un tono casual, dijo:
—¿Interrumpo algo?
Isabela levantó la mirada y, al ver a Astrid, le dedicó una sonrisa de complicidad.
—Pasa, amor —dijo Isabela, marcando el tono de la conversación—. Azucena ya se iba.
Azucena, al escuchar la forma en que Isabela la estaba despachando, se levantó del escritorio con una expresión de enfado. Pero antes de irse, lanzó una última palabra cargada de veneno hacia Astrid:
—Astrid, solo te usa.
Astrid, sin darle importancia, se acercó a Isabela, ignorando completamente el comentario de Azucena. Se sentó sobre las piernas de Isabela, como si esa fuera la respuesta perfecta a las palabras maliciosas de Azucena, y le entregó el té que había traído.
—Toma, amor —dijo Astrid con una sonrisa—. Un té para ti.
Isabela sonrió y tomó el té, aunque no pudo evitar hacer una pequeña broma al ver el café en las manos de Astrid.
—Eres muy joven para tomar café, Astrid.
Astrid soltó una pequeña risa.
—Lo sé, pero anoche no dormí bien, así que lo necesito.
Isabela, al escuchar eso, dejó el té sobre el escritorio y la miró con preocupación. Besó suavemente a Astrid antes de preguntarle:
—¿Por qué no dormiste bien?
Astrid suspiró, sintiendo que estar cerca de Isabela la tranquilizaba.
—No lo sé, no me pasaba desde que he estado contigo.
Isabela, con una sonrisa traviesa, aprovechó el momento para insinuarle una solución.
—Tal vez esta noche deberías quedarte conmigo… podrías dormir mejor en mi apartamento.
Astrid entendió la indirecta, y con una sonrisa, asintió.
—Me parece buena idea —respondió, sintiéndose emocionada por lo que la noche podría traer.
Justo en ese momento, la puerta del salón se abrió y sus compañeros comenzaron a entrar. Astrid rápidamente se levantó de las piernas de Isabela, ajustándose antes de que Karla y el resto de los estudiantes se dieran cuenta. Ambas mantuvieron la compostura, aunque la emoción de lo que habían hablado seguía latente en sus miradas.
El día continuó, y para la última clase, Astrid estaba con la profesora Hania, mientras Isabela tenía una clase con los estudiantes de tercer año. Todo parecía normal hasta que Isabela salió de la clase para atender una llamada telefónica. Por su expresión, era algo importante. Minutos después, regresó al salón de Hania y, tras un breve intercambio de palabras, ambas salieron juntas para tratar el asunto.
Astrid, observando desde su lugar, no podía apartar la mirada de Isabela. Había algo en su forma de moverse, en su postura confiada, que la hipnotizaba. Karla, quien estaba sentada junto a ella, notó su mirada fija y no pudo evitar hacer una broma.
—Astrid, te la comes con la mirada —susurró Karla con una sonrisa burlona.
Isabela, como si hubiera escuchado, volteó y le guiñó el ojo a Astrid, dejándole un claro mensaje. Era un gesto que Astrid interpretó de inmediato: Isabela la estaba esperando esa noche en su apartamento. Sonriendo de forma cómplice, Astrid se inclinó hacia Karla.
—¿Me cubres esta noche?
Karla, siempre dispuesta a ayudar, asintió sin pensarlo dos veces.
—Claro, lo que necesites.
Astrid mandó un mensaje rápido a sus padres, inventando una excusa. Les dijo que pasaría la noche en casa de Karla, aunque en realidad sabía que pasaría la noche en el apartamento de Isabela. No había otra forma de hacerlo, sus padres no aceptarían una relación con otra mujer, y mucho menos con alguien que le llevaba ocho años de edad.
Mientras el día terminaba, Astrid no podía contener la emoción por lo que vendría. Aunque el camino que habían elegido era complicado, sabía que cada momento con Isabela valía la pena.
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Ecos de Amor
FanficLas escribo para mi y para una amiga, las publicó para que las lea Monse. Si gustan leerlo adelante, son bienvenidos.