El atardecer comenzaba a caer en el reino de Velkaris. La capital se cubría de una paz aparente, pero en los barrios bajos la realidad era muy distinta.
Una joven de orejas puntiagudas corría desesperada, escapando de tres hombres que la seguían de cerca. Su respiración era agitada, y sus pasos, apresurados y erráticos, resonaban en las calles estrechas. Al doblar una esquina, aprovechó un estrecho pasadizo para ocultarse rápidamente, desapareciendo de la vista de sus perseguidores. Los tres hombres se detuvieron, confundidos al no ver rastro alguno de su objetivo.
Sin embargo, no tardaron en reanudar la búsqueda, intentando encontrar algún rastro que los llevara hasta ella. La joven, Chantelle Nethra, al notar que el peligro parecía haber pasado, salió cautelosamente del pasadizo y suspiró aliviada al ver que había perdido de vista a sus perseguidores. Ahora, a la luz tenue, se podía apreciar mejor su apariencia: un cabello negro, sucio y enredado, cuyas puntas doradas dejaban entrever su verdadero color. Sus largas orejas puntiagudas eran lo que más destacaba de su apariencia, revelando su origen élfico.
Caminar por los barrios bajos la mantenía en constante alerta, con la vista en cada esquina para asegurarse de que nadie la seguía. Sus ropas, desgastadas y sucias, estaban llenas de rasgones, dejando expuesta su piel magullada y marcada por moretones. Se adentró en un callejón apartado, donde una tienda improvisada, formada por telas desgastadas y cuerdas, la esperaba como su único refugio. Al entrar, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a su pequeña hija y a una gata gris, su fiel compañera, que la miraban expectantes.
Se acercó y, tomando a su hija en brazos, la abrazó con ternura. Su voz salió entrecortada por la emoción mientras decía:
-Ya volví, mi niña...
El momento de tranquilidad fue interrumpido cuando el estómago de la pequeña hizo un suave ruido, recordándole a su madre que necesitaban comida.
La joven dejó escapar una pequeña risa al escuchar el sonido y, tomando a su hija, una pequeña mitad elfa, en sus brazos, trató de darle consuelo. La ropa de la niña también estaba sucia y desgastada, lo que dejaba entrever la difícil situación en la que vivían. A su lado, una gata gris, su fiel compañera, maulló al escuchar los sonidos del hambre de la pequeña.
Luna, la gata, colocó suavemente su patita en la pierna de la joven, como indicándole que la siguiera. Luego salió de la tienda improvisada y se detuvo unos pasos adelante, esperando a que su amiga y la niña la alcanzaran.
-¿Luna... estás segura de que por aquí hay comida? -preguntó la elfa en voz baja, mirando a la gata que las guiaba. Luna, como si comprendiera las palabras, maulló y asintió con la cabeza, confirmando su dirección.*
La gata avanzaba lentamente, y la elfa la seguía con cautela. A medida que cruzaban las calles estrechas y mal iluminadas de los barrios bajos, podían verse mendigos acurrucados en los rincones y damas de compañía ofreciendo sus servicios bajo las sombras de los edificios. Tras algunos minutos de caminar, Luna giró hacia un callejón desolado, donde sólo había unos cuantos barriles de madera llenos de basura.
La elfa suspiró de alivio, abrazando más fuerte a su hija contra su pecho. Se acercó a los barriles y comenzó a rebuscar desesperadamente entre los desechos, con la esperanza de encontrar algo de comida para alimentar a ambas.
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El atardecer anaranjado comenzaba a desvanecerse, y la noche empezaba a envolver al Reino de Velkaris. En la entrada de los barrios bajos, un elegante carruaje tirado por dos caballos, uno negro y otro blanco, avanzaba lentamente escoltado por varios guardias montados. El sonido rítmico de los cascos resonaba en las calles casi desiertas, mientras algunas personas observaban con curiosidad desde las ventanas rotas de las viejas casas. El lujo del carruaje contrastaba bruscamente con la pobreza y el deterioro del entorno, añadiendo una inquietante tensión a la escena. Dentro del carruaje podían divisarse dos siluetas.
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Sentimientos Encadenados
AcakChantelle Nethra, una elfa de pura sangre, ha vivido marcada por el dolor tras haber sido secuestrada y forzada a traer al mundo a su hija, Estel, una pequeña de ojos azules y cabello dorado, ahora de un año de edad. A pesar de su desconfianza hacia...