Andrea:
Estaba en los tribunales, despidiéndome de Finn. Me había acompañado hasta allí, pero no podía quedarse. Avisaron sobre la hora que la audiencia de adopción de Gia se adelantaba, y él tenía una cirugía programada para las nueve de la mañana.
Sentí un nudo en el estómago cuando me dijo que tenía que irse, pero me sostuvo la mano y, con esa calma que siempre parecía tener, me aseguró que todo iba a salir bien.
- James estará contigo - me dijo, como si eso fuera suficiente para mantenerme tranquila.
En parte lo era, porque James siempre había sido un apoyo incondicional, pero esta vez el miedo me superaba.
Todo lo que había hecho por Gia, todo lo que había deseado tenerla como mi hija, se resumía en esta simple entrevista. Aquí se decidiría su futuro, nuestro futuro. Y aunque me había preparado para este momento, no podía dejar de sentirme nerviosa.
Sabía que la asistente social siempre había sido demasiado exigente conmigo, casi hostil, como si buscara cualquier excusa para negarme la adopción. En cambio, la psicóloga había sido más comprensiva, más objetiva, pero eso no quitaba la presión que sentía.
Antes de entrar, James me dio un último consejo, con su tono firme y protector:
- Solo responde lo que te pregunten. No te adelantes, no te justifiques. Y quédate tranquila, no voy a permitir que te presionen-
Asentí, tratando de tomar fuerzas de sus palabras. Sabía que haría todo lo posible por apoyarme, pero el peso de lo que estaba en juego era aplastante.
Me despedí de Finn, escuché los consejos de James, tomé aire y, con una mezcla de determinación y nervios, entré a la sala. Ahí estaban: la jueza, la psicóloga y, por supuesto, la bendita asistente social. La mujer que había sido mi pesadilla por tanto tiempo.
Todo lo que quedaba por hacer ahora era enfrentarme a ellas y esperar que, esta vez, la suerte estuviera de mi lado.
La audiencia comenzó con todos los protocolos de rigor. La jueza tomó la palabra primero, explicando su deber de asegurar el bienestar de Gia. Revisó los expedientes y me hizo un par de preguntas sencillas, nada significativo, pero por su expresión parecía satisfecha con mis respuestas.
Luego fue el turno de la psicóloga, quien habló sobre el progreso de Gia junto a nosotros y dio sus conclusiones sobre su evaluación de mi persona. Me hizo más preguntas que la jueza, indagando sobre mi nueva etapa en el matrimonio, en el trabajo, y cómo me sentía respecto a esos cambios. Nunca dejó de ser atenta y amable, escuchaba con calma y asentía con una sonrisa, lo que me hizo sentir que estaba haciendo bien las cosas.
Pero entonces llegó el turno de la asistente social. Desde el primer momento, su tono fue más frío. Su primera pregunta me tomó por sorpresa: mencionó mi depresión en aquel tiempo pasado, y me pidió que le diera un resumen de lo que me había llevado a esa etapa.
No quise entrar en detalles, simplemente le expliqué que fue un periodo difícil para mi familia y que me había sentido abrumada. Pero entonces insistió, preguntando si no tenía miedo de recaer. Le respondí con firmeza que no, y vi cómo James se preparaba para intervenir, pero le hice una señal para que no lo hiciera.
La tensión aumentó cuando la asistente comenzó a preguntar sobre mi familia. Mencionó a mis padres, a mis hermanos, y finalmente llegó a Marco. Fue entonces cuando hizo la pregunta que me encendió por dentro:
- Señora Zimmerman, su hermano tiene Asperger. ¿Qué tan seguro es que comparta tiempo con Gia? Hay casos en los que suelen ser peligrosos, no solo para los demás, sino para ellos mismos-
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...