TAESAN

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Taesan tiembla cuando le haces otro chupetón en el cuello. Sus uñas se clavan en tus muslos y se estremece y exhala.

Conoces todas sus señales: cómo cierra los ojos con fuerza para no encogerse, cómo se le mueven los dedos cuando intenta con todas sus fuerzas no retorcerse. No es de los que piden con facilidad, todavía lucha por ser vulnerable a pesar de que llevan saliendo poco más de un año. Siempre acabas cediendo primero, pidiéndole que te bese, te toque, te folle. Hoy quieres poner a prueba su paciencia.

Estás acurrucada en el sofá con una caricatura al azar puesta. Él está situado entre tus piernas con su espalda presionada contra tu pecho. Durante la última media hora, lo has estado tocando suavemente, rascando sus muslos con las uñas de manera provocativa, acercándote tanto a donde su pene se tensa en sus pantalones deportivos, solo para mover tu mano a otro lugar.

Haces lo mismo con su pecho, trazando un dedo alrededor de su areola, pero nunca tocando sus pezones, nunca dándole esa satisfacción.

Cada vez que empieza a tensarse, detienes tus acciones y colocas tus manos sobre sus muslos. Después de un par de minutos sin tocarlo, lo que le hace sentir una falsa seguridad, comienzas de nuevo, pellizcando la piel de su muslo, apretando sus pectorales mientras evitas con éxito sus lindas protuberancias rosadas.

Sabes que casi lo tienes donde quieres cuando echa la cabeza hacia atrás sobre tu hombro y exhala un suspiro que se va convirtiendo en un gemido.

Él te mira con sus mejores ojos de cachorro, blancos y brillantes, y un puchero tan letal que casi te rindes. Te recompones y lo miras con una expresión de fingida inocencia.

—¿Qué te pasa, cariño? -Pasas la mano por su pecho, sobre su estómago, y estás muy cerca de donde él quiere estar. Retiras la mano cuando sus caderas se sacuden hacia arriba, en lugar de eso amasando la piel de su muslo.

El no responde, pero toma tu mano y la coloca sobre su bulto. Su respiración se entrecorta al sentir que lo tocas (de alguna manera). Se sacude ante la sensación, frotando ligeramente su entrepierna contra tu mano flácida. Te ríes de su falta de vergüenza y lo dejas divertirse durante unos segundos antes de retirar tu mano nuevamente.

Y finalmente suelta un gemido, un sonido entrecortado y patético. No puedes contener una pequeña sonrisa triunfal y una idea se forma en tu cabeza. Ya lo tienes desesperado,
¿por qué no ver hasta dónde puedes llegar
con esto?

-No voy a tocarte - decides. Le rascas los muslos con las uñas y ves cómo se mueve. Su cabeza cae hacia atrás sobre tus hombros.

—¿Por qué no? —pregunta en voz baja. Tiene las mejillas al rojo vivo y es evidente que se siente fuera de su elemento-. Vamos -grita Taesan, intentando convencerte débilmente de lo contrario.

—. Me has estado tomando el pelo toda la noche.

-Shhh —lo tranquilizas, frotando sus muslos con dulzura—. No voy a tocarte, pero tú puedes tocarte.

-¿Ahora mismo? —pregunta con los ojos muy abiertos y tú respondes con un tarareo.

Duda un segundo más, aparentemente pensativo, mientras afloja el agarre que tiene sobre tus muslos. Te mira de nuevo y tú asientes con la cabeza para tranquilizarte.

Él mira hacia adelante y mueve lentamente las manos para bajarle el trasero. Te muerdes el labio distraídamente al ver su pene, rosado y goteando un poco. Es bastante delgado y de una longitud agradable, y casi quieres tirar este plan por la ventana solo para sentirlo dentro de ti más rápido.

—Buen trabajo —dices. Él se mueve a un ritmo lento, de arriba abajo, de forma constante, y tú le pasas la mano por el pecho.
Sus pezones están duros y rosados cuando finalmente los tocas, y las caderas de Taesan se sacuden contra su mano.

𝑩𝑶𝒀𝑵𝑬𝑿𝑻𝑫𝑶𝑶𝑹 𝑺𝑴𝑼𝑻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora