El renacer del Omega

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El Palacio Imperial de Oriente era un lugar de gloria y decadencia. Las murallas, que alguna vez habían sido símbolo de poder, autoridad, riqueza y prosperidad, ahora parecían reflejar la tristeza que envolvía al emperador Sovieshu.

Había pasado poco tiempo desde su divorcio con la  emperatriz Navier, y el eco de la traición aún resonaba en su corazón.

La revelación de que su segunda esposa, Rhasta, lo había engañado y le había hecho creer que la hija que dió a luz fuera su sangre, pero al final, en el juicio se dió a conocer la bastardia de la princesa Glorym, y el nombre de el verdadero padre de la princesa, había dejado una marca imborrable en su alma. La duda sobre su fertilidad lo perseguía, como un espectro que se negaba a desvanecerse.

EL emperador Sovieshu, un hombre de porte majestuoso y una intensa mirada plateada, contemplaba a su pueblo, su mente atrapada en un torbellino de emociones. La tristeza por la pérdida de Navier se mezclaba con la ira por la traición de Rhasta. En su mente, recordaba los momentos de felicidad que había compartido con su ex esposa, sus momentos alegres de la infancia y lo feliz que fue en los primeros años de matrimonio, pero ahora esos recuerdos eran solo sombras de lo que había sido. El dolor lo comía por dentro, y su corazón se sentía pesado.

Sin embargo, el destino tenía más sorpresas preparadas para él emperador.

La noticia de que Navier se había vuelto a casar, esta vez con el emperador de Occidente, Henrey, le causó una punzada de celos que no podía ignorar. La imagen de su ex esposa en brazos de otro hombre lo llenaba de rabia, pero había algo más, ahora Navier había dado a luz a los hijos de Henrey, haciendo que los rumores de su infertilidad se intensificarán.

La incertidumbre sobre su futuro lo mantenía inquieto.

En medio de su desconsuelo, una nueva enfermedad comenzó a extenderse por el continente, conocida como las "castas" o el segundo género. Esta extraña "infección" transformaba a las personas en tres categorías: Alfas, Betas y Omegas.

Los Alfas eran los dominantes, los fuertes, gallardos y valientes.

Los Betas eran los neutrales, personas comunes, pero está casta se volvió la más anhelada del continente.

Y por último, los Omegas, los que ahora se consideraban sumisos o débiles

La "enfermedad" se propagaba rápidamente, sembrando el pánico en la población debido a los grandes cambios que provocaría en el poder.

En su corazón, una batalla se libraba entre el dolor de su pasado y la posibilidad de un futuro.

La posibilidad de convertirse en un Omega y tener hijos propios lo llenaba de un anhelo que crecía en su interior. Sin embargo, la idea de ser visto como una "yegua de cría" le resultaba intolerable.

Con el tiempo, los síntomas de la enfermedad comenzaron a manifestarse en él, la percepción de las feromonas de otras personas, agudizó su oído e incluso llegó a sentir como su cadera se ensanchaba y un prominente dolor en el abdomen señal de la formación de su vientre, Sovieshu se dio cuenta de que al cambiar su cuerpo estaba cambiando, también con ello, su identidad como emperador.

Al oficiar la casa del emperador se traería un caos al imperio.

En la corte, muchos nobles comenzaron a murmurar sobre su cambio de estatus, cuestionando su capacidad para gobernar. Algunos incluso afirmaron que, como Omega, se había convertido en una "yegua de cría", y que ahora no podia ser más fuerte que una mujer.

Sin embargo, Sovieshu ya no era un hombre que se dejara amedrentar. Su lengua era afilada como una espada, y su determinación era más fuerte que cualquier crítica que pudiera recibir. Sabía que su posición como emperador estaba en juego, y estaba decidido a demostrar que, aunque su cuerpo pudiera haber cambiado, su mente seguía siendo aguda y penetrarte y su voluntad inquebrantable.

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