𝙸. 𝙿𝚛ó𝚕𝚘𝚐𝚘

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𝟏𝟏:𝟐𝟓𝐩𝐦

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𝟏𝟏:𝟐𝟓𝐩𝐦.
𝐏𝐚𝐫𝐜𝐢𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐧𝐮𝐛𝐥𝐚𝐝𝐨
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     La sangre resbalaba por sus nudillos, mezclándose con el polvo y la suciedad del suelo mientras Kath intentaba, en vano, volver a ponerse en pie. Sus manos, abiertas en grietas profundas, apenas sentían ya el dolor; el entumecimiento se había apoderado de sus extremidades, y su respiración, agotada y tensa, se convertía en un sonido áspero y escalofriante. Había perdido. Sus costillas ardían con cada jadeo. El aire apenas entraba en sus pulmones, como si cada exhalo fuera un recordatorio cruel de su fragilidad en ese justo momento. Y a pesar de todo el dolor, de los golpes y la sangre, no eran los puños de su oponente lo que la había tumbado. No. Había sido algo mucho peor.

     Había sido él. Damian.

     La imagen seguía clavada en su mente, repetida como un veneno que no podía escupir: Había abierto su teléfono antes de la pelea, ese fue un error fatal. Una simple publicación había bastado para desmoronar el fino control que creía tener sobre ella misma, que la llevó a romper su promesa de no regresar allí. Damian, de pie en una audición, con una sonrisa que ya no era suya. A su lado, una chica, y algo en la forma en que se miraban le había atravesado el pecho. La conexión, la chispa que una vez compartieron, ahora brillaba con otra mujer...

     Sus pies vacilaron en el combate. Su concentración se deshizo como cenizas en el viento. El siguiente golpe la tiró al suelo, su visión estaba oscurecida por la confusión y la rabia de su ignorancia. El retumbar de los gritos y del metal chocando lejanos, apenas la mantenía consciente. Sus manos, maltratadas y destrozadas, no respondían a sus órdenes. El mundo a su alrededor se volvía un caos confuso de colores, sonidos y pensamientos imposibles de apartar.

—Kath, ¡Kath! —la voz de Johan rompió el frenesí. Se inclinaba sobre ella, su rostro estaba pálido de terror. Le temblaban las manos al intentar levantarla, pero su cuerpo no cooperaba—. ¡Tenemos que irnos! Dios, levántate. ¡Vamos!

     Ella quiso decir algo, quiso asegurarle que estaba bien, que solo necesitaba un minuto para recomponerse, pero la verdad era un monstruo que no podía ocultar, y ka sangre que empezó a salir de su boca, ahogó sus palabras. Sus pulmones apenas trabajaban. Un sonido sibilante y crudo salía de su garganta, como si cada intento de respirar fuera un fracaso. Sentía la presión en su pecho aumentando, cada respiración se volvió un grito silencioso por ayuda, pues, ella nunca pediría una mano de forma consiente. Las heridas en sus manos palpitaban, pero nada podía ser comparado con el peso del recuerdo de ella, junto a él, bailando al ritmo de su canción favorita...

     Granite, Sleep Token. La escuchaba en bucle todos los días, a toda hora, como una desquiciada. Tatareaba fuera de sí, desconectada de todo a su alrededor.

     Johan intentó levantarla una y otra vez, pero no tenía la fuerza suficiente. Desesperado, miraba a su alrededor, buscando a alguien que pudiera ayudar. Justo cuando el pánico comenzaba a devorarlo, una figura oscura apareció entre las sombras. El brillo tenue de una luz se reflejaba en el casco negro de aquella persona, quien traía un pulcro traje negro, y aroma inconfundible de la Bleu de Chanel. No dijo una palabra, y no necesitaba hacerlo. Su presencia era suficiente...

Tu Última Ex.Cusa [Libro 2: Growth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora