Aquella noche, Kim se quedó dormida en su cama rodeada de las palabras de aliento de Miyu y Ken, y el eco del amor de Pelusi resonando en su mente. Pero, como siempre, su subconsciente no era un lugar tranquilo, y pronto, se encontró sumergida en un sueño extraño y lúcido. Caminaba por un pasillo oscuro, y en cada lado, había puertas que la invitaban a cruzarlas, cada una representando una de las infinitas realidades en las que vivía. Sentía que cada puerta tenía la esencia de los mundos que ella solía visitar: las realidades donde era una chica segura y joven, la vijita chorizera, la cantante de covers, o la bruja torpe que alguna vez fue.De repente, una de las puertas comenzó a brillar intensamente, y cuando Kim la abrió, ahí estaba Pelusi, de pie, con su calvicie reluciendo como un faro que guiaba su camino. "Kim," dijo, extendiendo su mano, "aquí estoy, en todas tus realidades. Pase lo que pase, siempre te buscaré."Ella, conmovida, intentó tomar su mano, pero en el momento en que sus dedos se rozaron, fue como si una fuerza invisible la arrastrara de vuelta. "¡No! ¡No quiero dejarte, Pelusi!", gritó desesperada, pero era demasiado tarde. La puerta se abrió de golpe y Kim fue succionada hacia otra realidad, una más oscura y sofocante. Se encontró de nuevo en el universo de Takemichi yandere."¿Pensaste que podrías escapar de mí, Kim?" La voz de Takemichi la hizo estremecerse. Estaba frente a ella, más obsesivo que nunca, con una sonrisa torcida y la mirada de un hombre dispuesto a todo para poseerla. "Eres mía. Nunca te dejaré ir." Intentó acercarse a ella, y por primera vez en mucho tiempo, Kim sintió verdadero miedo."¡Procedes a dejarme en paz, Takemichi! ¡Esto no es lo que quiero!" Pero por más que intentaba usar su voz para defenderse, se daba cuenta de que, en esa realidad, sus palabras no tenían el poder que solían tener. Estaba atrapada.Takemichi, con una risa que le helaba la sangre, dijo: "Siempre me alejas, siempre corres. Pero ahora, Kim, ahora no hay escapatoria." La jaló hacia él, y Kim sintió como si todo su ser se estuviera desmoronando.Pero entonces, algo brilló a lo lejos, una luz cálida y reconfortante. Y ahí estaba Pelusi, de nuevo, extendiendo su mano. "Kim, no importa cuántas veces cambies de realidad, siempre te encontraré", dijo, con una confianza que desafiaba el caos del multiverso.Kim, con las últimas fuerzas que le quedaban, se liberó del agarre de Takemichi y corrió hacia Pelusi, sin mirar atrás. "¡Pelusi, sálvame!", gritó con toda su alma. Y cuando finalmente logró tomar su mano, una luz brillante los envolvió a ambos, y de repente, Kim sintió que estaba en casa, de vuelta en un lugar donde no tenía que ser nadie más que ella misma."Estás a salvo", susurró Pelusi, apretando su mano con suavidad. Y Kim, con lágrimas de gratitud en los ojos, supo que no importaba cuántas puertas de realidades abriera, siempre habría un calvo brillante dispuesto a guiarla de regreso a donde pertenecía.