𝒳𝒳𝒳𝐼 - 𝓛𝓪 𝓻𝓮𝓲𝓷𝓪 𝔂 𝓵𝓪 𝓱í𝓫𝓻𝓲𝓭𝓪-

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*Separador: Adara*

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*Separador: Adara*

Volví a cerrar el último portal que encontré y, con una sonrisa, miré el cielo. El tiempo parecía haberse movido más rápido de lo que pensé, y la noche ya cubría los cielos.

Mierda, Murray me matará.

Abrí un portal bajo mis pies y salté tan rápido como pude, sin poder esperar a ver si lo que había hecho funcionaba. Esperaba aparecer en el castillo, pero en lugar de eso, un espeso bosque me dio la bienvenida. No se veía nada, salvo una pequeña fogata que alumbraba a un par de personas acostadas a su alrededor.

Me acerqué, curiosa, para ver si una de ellas era mi mujer, y al comprobar que sí, me arrodillé frente a ella y bajé la mascarilla que cubría su rostro. Para mi mala suerte, la herida que yo misma le había causado horas antes seguía exactamente igual que como la dejé. El sentimiento de culpabilidad que me había acompañado estos últimos días volvió a apoderarse de mí.

No había hecho nada.

La hija de la Reina seguiría igual, y para mi condena, mi cazadora también.

Me arrodillé a su lado y acaricié su cabello con delicadeza. Era hermosa, pero aquella herida sin sentido solo me recordaba lo peligroso que era mantenerla cerca de mí. Si me vuelve a dar otro de los episodios como el de esta mañana, Krista estará bajo mucho peligro. Ni siquiera yo entiendo qué me sucedió. Es como si otro ser hubiera tomado el control de mis acciones: hablar con la Reina, buscar los portales que quedaban para conocer su ubicación y potenciarlos, besar a Krista hasta lastimarla, pelear con Evanna...

Podría pensar que es mi lado vampírico, pero es evidente que ella no habría hecho nada de eso.

Dejé de lamentarme al sentir un objeto filoso en mi cuello. Alejé mis manos del cabello de Murray y las elevé, mostrando que no era una amenaza, pero unas manos empujándome lejos de Krista me hicieron saber que solo estaban protegiéndola.

Dejé que me apartara y caí, encontrándome con un rostro que no veía desde hacía cientos de años. Mi mente se vio perturbada tan pronto aquellos ojos claros entraron en mi vista. Un odio inexplicable me llenó, y la fogata a mi lado se elevó varios metros en el aire, provocado por mis sentimientos desbordados.

Me levanté con furia y tomé a la chica por el cuello.

—¿Cómo osas estar ante mi presencia?

Su mirada era de miedo puro, pero no parecía temer por sí misma, sino por la chica a su lado, que comenzaba a despertarse lentamente.

—¡Krista, ten cuidado! —Gritó con desesperación al ver que la miraba. —¡Despierta!

Apreté su cuello aún más mientras ella intentaba herirme con un objeto afilado que no logró atravesar mi piel.

—Te mataré como debí hacerlo aquel día —Susurré con desprecio cerca de su rostro.

—¿Adara? —La voz de Krista me hizo recuperar algo de cordura, pero no fue suficiente.
—Adara, suéltala.

Infierno Escarlata (C.E 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora