Querido diario,
Hoy ha sido un día realmente peculiar. Mientras volvía del voluntariado, después de comprar implementos para el botiquín, me encontré con un tipo bastante raro, y casi lo atropello con la bicicleta. Todo fue porque intentaba leer una lista diminuta con los productos que necesitábamos comprar para la cena de los voluntarios. Entre eso y cargar el botiquín, el desastre era inevitable. Ambos terminamos en el suelo, y lo primero que hizo fue preocuparse por su ropa. ¡Qué rabia me dio! Por un instante me recordó a mi hermano Adrian, aunque, claro, Adrian nunca actuaría así.
Me dejé llevar por la frustración y, en un arrebato, le eché casi medio frasco de alcohol en la herida que se hizo. Fue una reacción impulsiva y cruel, lo sé. Apenas lo hice, me sentí terriblemente mal. Mi madre estaría decepcionada de mí, y yo no era la excepción. Me arrepentí en el acto.
Pero las cosas no terminaron ahí. Todo se volvió un caos tal que acabamos en la comisaría. El pánico se apoderó de mí al pensar en el escándalo que podría afectar a mi familia. Apenas me habían dado el permiso para participar en otro voluntariado fuera del país, y ya estaba metida en problemas.
Afortunadamente, aquel hombre decidió no presentar cargos. Sin embargo, el jefe del pueblo donde los voluntarios estábamos haciendo obras de construcción y dando clases a los niños decidió imponerle un castigo: tendría que pasar el resto de sus vacaciones haciendo voluntariado... todo por mi culpa.
Sentí tanta culpa que no tuve más remedio que responsabilizarme de él. Lo sorprendente fue que, a partir de entonces, su actitud cambió por completo. Aquel hombre molesto se transformó en todo un caballero. Curioso, ¿no? Nunca le dije mi nombre completo, pero yo sí supe el suyo: Matthew Dawson, el extraño, atractivo y dramático hombre del que, ahora, me había convertido en responsable.
