14. La Vinotinto Y La Tricolor.

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Narrativa en primera persona - Davian muack💋

Ahí estaba otra vez, en la jodida biblioteca, mirando mi celular por quinta vez. Ni siquiera era tan difícil llegar a tiempo, pero no, Zaira siempre tenía que ser el centro de mis malditos problemas. Eran casi las cuatro, y por supuesto, ella no estaba en ningún puto lado. Harto, esperé treinta minutos más, pero nada. Mi paciencia ya había explotado.

Me levanté bruscamente, haciendo que la silla chirriara en el silencio del lugar, y salí de la biblioteca con paso decidido. No tenía por qué estar enseñándole inglés si ella ni siquiera se tomaba la molestia de aparecer. Caminé por los alrededores de la biblioteca, los pensamientos hirviendo en mi cabeza. ¿Qué clase de juego estaba jugando? Hasta que, de repente, la vi.

Zaira estaba sentada en el césped, lejos de todo, con la mirada perdida. La rabia me quemaba la garganta. Fui directo hacia ella.

-¿Qué carajos haces aquí? -le solté de golpe, sin filtros-. ¿Sabes qué hora es? Estoy ahí como un estúpido esperándote, ¿o es que en serio no te importa aprender inglés?

Ella alzó la cabeza, y por un segundo, pensé que iba a lanzarme una de sus típicas respuestas mordaces. Pero no. Tenía los ojos llenos de tristeza, devastada, como si estuviera rota por dentro.

Mi ceño se suavizó un poco, pero no dije nada. No era de los que se echaban para atrás tan fácil.

-No me di cuenta de la hora -dijo ella en voz baja, levantándose lentamente.

No intentó justificar nada más, y comenzó a caminar hacia la biblioteca. Yo la seguí, pero manteniendo unos pasos de distancia. Algo en su expresión me hizo morderme la lengua. ¿Qué demonios le pasaba ahora?

-¿Qué te pasa? -pregunté sin rodeos.

Ella mantuvo la mirada al frente, luchando por controlar su voz.

-Mi perro, Sirius... mi mamá lo dió a un tipo horrible ahí. No tuve tiempo de despedirme. No sé qué le va a pasar ahora. No quiero pensar en lo que ese hombre puede hacerle. Uuugh -soltó exasperada-ni siquiera sé porque te cuento esto si lo vas a usar para joderme.

Pude notar cómo su voz se quebraba, pero ella se mantenía firme. Estaba haciendo todo lo posible para no romperse delante de mí, como si llorar frente a mí fuera la mayor humillación.

Sabía lo que había pasado con su perro. Lo sabía demasiado bien. Sirius ya no estaba con ese malnacido. Ahora lo tenía Ginebra. No quise recordar lo que hizo con él. Apreté los puños, evitando que los recuerdos volvieran.

No soy alguien que consuele a la gente, ni lo hago bien, ni siquiera sé porque me meto. Pero algo en cómo se veía...

no podía dejarla así.

-No va a servir de nada que te rompas por eso ahora -dije, intentando sonar más frío de lo que realmente sentía-. Tienes que ser fuerte, Zaira.

Me acerqué más a ella, casi sin darme cuenta, y puse mi brazo alrededor de sus hombros. No me apartó. De hecho, noté que su respiración se calmaba un poco. Pero su expresión era para tomar una foto.

-No sabes lo fuerte que puedes ser hasta que te toca serlo -añadí, bajando la voz mientras caminábamos. Intenté buscar palabras que hicieran sentido-. No puedes dejar que te jodan así.

Ella se giró hacia mí, con los ojos brillando por las lágrimas que intentaba contener. Pero no dijo nada, solo siguió caminando a mi lado.

En ese momento, no éramos enemigos por primera vez. Algo había cambiado, y lo sentía en cada paso que daba junto a ella.

Más Allá De Las Fronteras. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora