Sencilla

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Andrea

Todo sucedió tan rápido que apenas tuve tiempo de procesarlo. Me llevaron directamente a una camilla en la clínica, con las luces del techo deslizándose sobre mí mientras me dirigían al quirófano.

Finn caminaba a mi lado, su mano cálida entrelazada con la mía, nunca me la soltaba. Sin embargo, podía escuchar su voz hablando en dialecto suizo con uno de sus colegas. No entendía nada de lo que decían, lo que aumentaba mi nerviosismo.

Todo me parecía ajeno, extraño, y el miedo comenzó a subir por mi pecho, pero cada vez que miraba a Finn, tan sereno, tan seguro, una parte de mí lograba calmarse.

Sentía una mezcla de miedo y tranquilidad. Estaba asustada, pero sabía que con Finn a mi lado no podía pasarme nada malo. Al llegar al quirófano, Finn se inclinó hacia mí, su rostro se suavizó y me dijo con esa voz que siempre me tranquilizaba:

-Todo va a estar bien, cielo. Confía en mí, jamás permitiría que algo te suceda-

Me besó en los labios, un beso cálido, lleno de amor.

Me dijo en su dialecto suizo, algo que entendí a la perfección, porque lo había dicho miles de veces antes: "... Ich liebe dich... "

Luego añadió que necesitaba cambiarse, pero que en menos de cinco minutos estaría de vuelta a mi lado. Lo vi alejarse y, aunque sentí un vacío inmediato al no tener su mano, su promesa me sostuvo.

Justo en ese momento, Vito y Zoe entraron ya listos para el quirófano.

Vito, como siempre, directo y práctico, y Zoe, con su energía inagotable. Se acercaron a mí, y Zoe me sonrió mientras se inclinaba para mirarme a los ojos.

-Escucha bien, dramática, eres la mejor. Vas a traer al mejor bebé del mundo, y tu esposo se encargará de que todo esté perfecto. Yo estaré aquí para ti y para tu bebé -me dijo, intentando sacarme una sonrisa, y lo logró.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero antes de que pudiera decir nada, Vito ya estaba organizando a las enfermeras para que me prepararan.

Me sentí abrumada por un segundo, hasta que vi a Finn regresar, vestido como todo un cirujano. Me sonrió desde la distancia antes de colocarse el tapabocas. Se acercó a mí, siempre tan seguro de sí mismo, y me dio otro beso, esta vez más corto, pero igual de reconfortante.

Lo vi convertirse en el profesional que era, revisando todo, dando órdenes, su voz firme y fría. Se aseguraba de que todo estuviera perfecto antes de volver a mi lado.

Entonces, tomó mi mano de nuevo, y su tacto me recordó por qué me sentía segura. Su mirada volvió a ser la de siempre, cálida y llena de amor.

-Vito comenzará la cesárea en breve -me explicó con calma- No van a dormirte completamente, solo sentirás una presión, nada de dolor. Yo estaré aquí todo el tiempo contigo. No te preocupes, todo estará bien -

Asentí, confiando plenamente en él. Sabía que, mientras Finn estuviera a mi lado, nada malo me sucedería. Él no me soltó la mano ni un segundo, y aunque mi corazón latía con fuerza, me sentía preparada para lo que venía.

Cuando comenzó la cesárea, Finn estaba a mi lado, sosteniendo mi mano con fuerza, pero sin lastimarme. Podía sentir su mirada en mí, pero también lo veía levantar la cabeza para observar a Vitto, que trabajaba con precisión al lado de otro cirujano.

El anestesista, sentado del otro lado, controlaba los monitores con una tranquilidad absoluta. A veces hacía bromas, o me hacía alguna pregunta para distraerme. El ambiente en el quirófano era sorprendentemente relajado, como si no estuviéramos en un momento tan importante de nuestras vidas.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora