Capítulo 20.

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Ondulo mi pelo castaño y lo dejo caer por la espalda. Me maquillo igual que siempre, mis sombras de ojo, mi contorno y mi brillo de labios. Después de llevar media hora escogiendo que ponerme, me acabó decidiendo por un pantalón vaquero de campana color negro y un body negro. Quiero ir cómoda por lo que me pongo mis botas militares de confianza y ya estoy más que lista para la fiesta con Hugo.

Él lleva puesto una sudadera gris y un vaquero negro. Ni siquiera se ha peinado, simplemente se ha dejado el pelo secar y ya está más que listo. Esa es la suerte de los hombres, que con poco ya están bien, en cambio con nosotras es diferente. Ante los ojos del mundo siempre debemos vernos bien y estar perfectas, es lo que manda la sociedad. Sé que hay chicas a las que les da igual y las admiro, ojalá a mí me diese igual también no verme tan bien como me gusta, pero me encanta siempre estar perfecta para todo y el maquillaje me apasiona, por lo que no me molesta perder una o dos horas de mi día en arreglarme.

-¿Pero cómo estás tan guapa?-me pregunta Hugo.

-Eres un exagerado, estoy como siempre.

-Me da igual, por eso mismo, siempre estás preciosa.

-Si no fuese por tus cumplidos no saldría ni de casa-le digo vacilando.

Antes de salir de casa cenamos una pizza como era costumbre en nuestras épocas de salir más de fiesta, pedimos mitad queso de cabra y bacon y la otra mitad de carne, bacon y jamón, como siempre. Salimos de casa y caminamos hasta la discoteca

-¿Qué te pasa?-me pregunta Hugo.

-Nada, es el ambiente que ya no me gusta.

La fiesta no trae nada bueno, lo sé por experiencia, odio la gente que sale a gastarse cantidades enormes de dinero en vez que de aprovecharlo para cosas más serias u otro tipo de ocio. Cada vez hay más gente joven en la noche, incluso niños que no han cumplido la mayoría de edad y se cuelan con documentación falsa y es una pena ver como esos niños a las cinco o seis de la mañana ni siquiera se tienen en pie.

Esto no es mi ambiente, ni mi mundo. Quizás hace años lo era, pero ya desde luego que no. Antes salíamos todas las semanas, mínimo una vez. Llegábamos tarde a los trabajos y bebíamos hasta no recordar nada al día siguiente, éramos unos incoherentes y también unos niños, pero me alejé de todo esto. Hugo sale de vez en cuando, por supuesto que no tanto como antes, ahora solo una vez al mes o como mucho dos.

-Lo pasaremos bien, lo prometo-dice Hugo.

-Seguro-digo poniendo los ojos en blanco.

Pienso en Antoine, seguro que a él tampoco le gusta este mundo, no tenía pinta al menos de ser un hombre fiestero, al revés, simplemente con oír su voz y verle sabes que es tranquilo y que prefiere otro tipo de planes.

Entramos a la discoteca y nos dirigimos a la barra. Hugo me suplica bebernos solo una copa juntos y después de un rato para intentar convencerme acabo cediendo y pidiéndome un Vodka con Red Bull.

Bailamos al ritmo de la música e intento distraerme de mis pensamientos. Discuto con unos y otros que se acercan a intentar bailar conmigo. Esta noche es de Hugo y mía, de nadie más, esta noche solo existimos dos mejores amigos que vuelven a salir de fiesta después de mucho tiempo y quieren disfrutar de la vida sin tener que pensar en nada.

Al cabo de la noche ya me he bebido más copas de las que quería. Al final no me lo estoy pasando tan mal como pensaba, ni siquiera he mirado la hora y tampoco tengo prisa por volver a casa. Nos subimos en el escenario y empezamos a animar a la gente bailando y cantando hasta que los de seguridad nos expulsan de la sala.

-Tía echaba de menos estos momentos-dice Hugo saliendo a la calle.

-¡Acaban de expulsarnos!-digo riéndome.

-Lo sé, es maravilloso-dice riéndose.

Todo empieza a darme vueltas y a volverse más oscuro, oigo voces pero no distingo a quien le pertenecen. Abro los ojos y veo una silueta masculina llevándome en brazos.

-¿Antoine?-pregunto en voz baja y con los ojos medio cerrados.

Si decides quedarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora