Razón #6: El valor de ayudar a los demás.
El hospital siempre ha tenido una atmósfera extraña. Un lugar donde la vida y la muerte caminan juntas, de la mano, bajo un mismo techo. Un edificio que parece contener todas las emociones humanas en cada uno de sus pasillos: desde el alivio de quienes se recuperan hasta el dolor desgarrador de los que pierden a un ser querido. Para mí, es simplemente otro lugar. Otro edificio lleno de gente que no me conoce, que no me ve.
Hoy estoy aquí por una razón que apenas me importa. Unos análisis que tenía pendientes desde hace tiempo. Nada importante, solo un trámite que mis padres insistieron en que hiciera. No tenía energía para discutir, así que vine. Estoy en la sala de espera, donde el tiempo parece detenerse. Es uno de esos lugares donde la ansiedad de los que esperan se mezcla con la impaciencia. Todos están concentrados en sus pensamientos, tal vez preocupados por un diagnóstico, o tal vez por el simple aburrimiento de esperar.
Miró el reloj en la pared. El sonido del tic tac es constante, casi insoportable. Me recuesto en la cómoda silla de plástico y fija la vista en el techo. ¿Qué estoy haciendo aquí? Me siento desconectado, incluso más de lo habitual. Es como si todo a mi alrededor se moviera, pero yo estoy atrapado en una burbuja que me aísla del mundo exterior.
—¿Primera vez en el hospital?
Una voz suave me saca de mis pensamientos. Giro la cabeza y veo a una mujer parada a mi lado, con una ligera sonrisa. Es una enfermera, vestida con el típico uniforme blanco y una pequeña insignia que cuelga de su pecho. Su rostro es amable, pero hay algo más allá de la amabilidad en su expresión, algo más profundo. Me toma un segundo darme cuenta de que me ha hecho una pregunta.
—Eh... no, no es la primera vez —respondo, mi voz es más baja de lo que esperaba.
Ella asiente, como si mi respuesta no fuera particularmente importante, pero se sienta en la silla vacía a mi lado. No sé por qué, pero no me molesta. Tal vez es la forma en que me mira, como si realmente quisiera entender algo de mí, como si no fuera solo otro paciente en una interminable fila de rostros.
—Este lugar tiene un efecto curioso en las personas —dice después de un momento, mirando alrededor de la sala de espera—. Algunos llegan con miedo, otros con esperanza. Y otros simplemente están... aquí. Como tú.
Su comentario me sorprende. ¿Cómo es posible que lo haya sabido? No soy alguien que se exponga fácilmente, o al menos eso creo. Pero ella ha captado algo de mí en segundos, algo que ni siquiera sé cómo poner en palabras. Solo estoy aquí, sí. Pero también me siento como si no perteneciera a ninguna parte.
—¿Trabaja aquí desde hace mucho? —pregunto, más por decir algo que por verdadero interés.
—Quince años —responde ella, sin vacilar—. Desde que tenía diecinueve. Casi toda mi vida adulta la he pasado en estos pasillos.
Quince años. Es mucho tiempo para pasar en un lugar como este. Me pregunto cómo alguien puede soportar tanto tiempo en un lugar que está tan lleno de dolor y sufrimiento. Pero su rostro no refleja ningún tipo de agotación o amargura. Al contrario, hay algo en ella que parece...satisfecha, como si este lugar fuera el único en el que querría estar.
—¿Por qué aquí? —pregunto, mirándola de reojo—. ¿Por qué pasar tanto tiempo en un hospital?
Ella sonríe, pero esta vez hay algo más en esa sonrisa. Algo que sugiere que no es la primera vez que le hacen esa pregunta.
—Porque aquí es donde las personas necesitan más ayuda —responde suavemente—. Aquí es donde las personas se enfrentan a lo mejor y lo peor de la vida. Y si puedo estar aquí, si puedo hacer que esos momentos sean un poco más fáciles, entonces vale la pena.
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10 RAZONES PARA NO MORIR [COMPLETA]
EspiritualDaniel, un joven de 20 años, está cansado de vivir. El constante bullying en la universidad, los problemas familiares y su batalla diaria con la depresión y la ansiedad lo han llevado a la conclusión de que su vida no tiene sentido. Desconectado del...