SILENCIO. (Obsesión Vol 3)

CAPÍTULO XI -¿AMOR?-.

"Cuando la felicidad, aunque efímera, resulta ser una mentira, es entonces cuando el ser humano se adapta para protegerse. Las consecuencias, aunque devastadoras, suelen traer consigo una extraña forma de alivio y consuelo para aquel que ha sido herido por quien más ha amado."

Estas palabras, leídas el día anterior en un libro olvidado en la biblioteca escolar, resonaban ahora en mi mente con una claridad dolorosa. En ese momento, no habían sido más que frases bonitas, conceptos abstractos que no lograba comprender del todo. Ahora, tras la revelación de la noche anterior, cada palabra parecía estar grabada a fuego en mi alma.

El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, sus primeros rayos filtrándose a través de las cortinas de mi habitación. No había dormido en absoluto después de escuchar la conversación de mis padres. Mis ojos, hinchados y ardientes, se negaban a cerrarse, como si temieran que al hacerlo, la realidad que acababa de descubrir se desvaneciera, dejándome nuevamente en la cómoda ignorancia de antes.

Me levanté de la cama con movimientos mecánicos, mi cuerpo respondiendo a años de rutina mientras mi mente vagaba en un limbo de confusión y dolor. Cada acción, desde cepillarme los dientes hasta abrocharme los zapatos, acciones que antes me daban una sensación de tranquilidad y control sobre mi vida, ahora las realizaba con una indiferencia taciturna. Era como si estuviera observando a otra persona llevar a cabo estas tareas mundanas, un espectador en mi propia vida.

Cuando estuve listo para ir a la escuela, la voz de mi padre resonó desde las escaleras, sacándome de mi ensimismamiento. "Danzel, hijo, es hora de partir. Vamos," dijo con ese tono amable que ahora sabía que era tan falso como las sonrisas en los retratos familiares que adornaban las paredes.

Escucharlo me llenó de una mezcla tóxica de emociones: coraje, tristeza, decepción. Pero sorprendentemente, estos sentimientos no estaban dirigidos hacia él, sino hacia mí mismo. Me sentía un tonto, un ingenuo por haber creído que el cambio repentino en la actitud de mi padre había sido genuino, por haber bajado la guardia y permitido que la esperanza se instalara en mi corazón.

Al encontrarlo allí, parado en las escaleras con su traje impecable y su sonrisa ensayada, sentí un impulso casi incontrolable de gritar, de echarle en cara todo lo que había escuchado la noche anterior. Quería hacerle saber que yo era consciente de que no era más que un objeto sin valor en esta casa, un peón en su juego de apariencias. Las palabras se agolpaban en mi garganta, amenazando con salir en un torrente de acusaciones y reproches.

Pero en ese momento, como si una fuerza externa se apoderara de mí, adopté la actitud que había visto en mis padres tantas veces. Una máscara de normalidad se deslizó sobre mi rostro, ocultando el tumulto interior. Sonreí, una sonrisa que no llegaba a mis ojos, y respondí con un tono de voz perfectamente modulado: "Claro, padre. Estoy listo."

Después de todo, ¿no era eso lo normal en esta casa? ¿Fingir estar bien aunque por dentro nos estuviéramos desmoronando? En ese instante, sentí que finalmente había aprendido la lección más importante que mis padres podían enseñarme: el arte del engaño, la habilidad de presentar una fachada impecable al mundo mientras el interior se pudre lentamente.

Mientras bajaba las escaleras, cada paso me llevaba más profundo en este nuevo papel que había decidido adoptar. Ya no sería el Danzel ingenuo y esperanzado. No, ahora sería un actor más en esta obra grotesca que llamábamos familia. Y si tenía que fingir, lo haría tan bien que nadie, ni siquiera mis padres, podrían ver a través de mi máscara.

Con una calma que me sorprendió, seguí a mi padre hasta el auto. El día apenas comenzaba, y con él, una nueva era en mi vida. Una era de secretos, de sonrisas falsas y de un dolor cuidadosamente oculto. Pero también, quizás, una era de libertad. Porque ahora que conocía la verdad, ahora que había visto detrás del telón, ya no tenía nada que perder.