En todos los lugares,
en todos los rincones,
viven hombres con miedos y temores,
escondidos en sus casas,
cerrando los portones,
estaban aquellas personas,
asustadas, intrigadas, acobardadas,
y no era el terror su mayor miedo,
sino la falta de consuelo.
Sus vidas aún en sus manos,
se aferraban con mucho esfuerzo a sus labios,
para aguantar el golpe,
el golpe de aquel, su castigo injusto,
y aferrándose, pensarían incrédulas,
que escaparían airosas de las penas
de sus cuerpos que quedan sufriendo la agonía.
Y en la agonía de su espera
rezaban por sus almas aún indomables
que corrieran, escaparan, huyeran,
pues sí, son incrédulas,
pero, quién corre más,
el niño incrédulo que corre por ser libre
o aquel, que con el ansia de escapar.
se pierde entre sus pasos,
se pierde a él mismo,
consigue el retraso,
consigue pues su fracaso.
Por eso, que corran sus almas
al escapar del cuerpo el suspiro,
la última de sus palabras,
su último latido,
y esas que un día se escondieron,
que escuchen su llamada, su pistoletazo de salida,
la ultima vengala.
Y aunque esas almas vagando
entre lugares inexplorados,
por qué no pueden vagar
por esos parajes,
total, ya no hay casa,
y adónde ir si no tienes hogar,
si todo lo que has vivido queda en ti,
y todo lo que fuiste ha sido ya destruido,
por qué no atravesar esa puerta,
vivir, vivir lo no vivido.
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Perdida en mi libertad
PuisiNo podría volar aún teniendo alas pues del todo libre no quiero estar