Miranda es la amiga perfecta, siempre lista para ofrecer un consejo y ser el refugio emocional de quienes lo necesiten. Sin embargo, detrás de esa fachada se oculta una joven solitaria que solo ha experimentado un beso en toda su vida y, marcada por...
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Como lo supuse, a la mañana siguiente me levanté de la cama con oscuras bolsas debajo de mis ojos. Leo se había acurrucado a mi lado durante la noche mientras yo no paraba de llorar. Había rechazado por completo la presencia de Cooper y regresé a casa sin siquiera mirar a mis padres, con la excusa de que había discutido con Aurora. Al llegar a mi habitación solo atiné a secar mi cabello con una toalla y deshacerme de mis zapatos. Me acurruqué en la cama haciéndome pelotita, comencé a acariciar a Leo y en algún punto de la noche sus ronroneos me ayudaron a dormir un par de horas.
–Según Sigmund Freud, el inconsciente es una parte fundamental de la mente humana que almacena pensamientos, sentimientos y recuerdos que no están presentes en la conciencia, pero que pueden influir en ella. Freud además consideraba que el inconsciente es el lugar donde residen los instintos, como el instinto sexual y el instinto de muerte, y que almacena recuerdos reprimidos, deseos e impulsos que no son aceptables socialmente. Además, el inconsciente procesa información sin que la conciencia sea consciente, y puede influir en la conducta y las decisiones.
Suspiré mientras marcaba con color las frases recuerdos reprimidos y conducta. La voz del profesor Harshall siempre lograba sacarme algún que otro bostezo. Hoy el efecto estaba potenciado por mi poco descanso y la falta de atención que le estaba prestando a la clase. A pesar de todo, tuve que esforzarme para procesar el tema que estaba explicando. Después de todo, estaba un poco relacionado a lo que me estaba sucediendo.
–Los contenidos del inconsciente muchas veces pueden manifestarse a través de la represión, que es el mecanismo por el cual se ocultan los pensamientos y sentimientos dolorosos o traumáticos.
Si Freud estuviese vivo y no ocupado con sus miles de fans tal vez iría a una de sus consultas, para que mi psicoanalizara y me dijera cómo deshacerme del dolor que tengo en el pecho. No es un dolor físico, sino que proviene de mi psiquis. Rabia, desconfianza, rencor, y tristeza son las palabras simples que podrían describir mis pensamientos en este momento. Sin embargo, con identificar lo que uno siente no es suficiente para sanarlo.
Me enderezo en mi silla cuando una idea cruza mi mente. Tal vez no pueda consultarle a Freud sobre mis problemas, pero sé de alguien más que podría ayudarme a deshacerme de la persona que causa caos en mi vida.
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Llegué al piso cincuenta y cinco con más confianza que la primera vez. La insípida puerta de madera quedó frente a mí y toqué tres veces. Cooper lo había hecho así. El problema residía en las palabras en latín antiguo que él había pronunciado. Me sentí tonta por no haberle preguntado qué había dicho. Al menos así podría haber usado un traductor. Del otro lado de la puerta no se oyó nada. Toqué tres veces más y esperé.
–¿Don...Señor Oráculo? ¿Está usted ahí?
Al no recibir respuesta bufé. Intenté abrir la puerta, pero por supuesto no cedió.
