Capítulo 40. Cicatrices invisibles.

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____.

Con mi cuerpo tembloroso me acerqué a Ian, este me sostuvo en sus brazos antes de que mis piernas se aflojaran.

—Tranquila gorda, ¿qué pasa?— pregunté.

Leí el mensaje una vez más, para asegurarme si realmente estaba leyendo el nombre de mi madre en la pantalla. Me hablaba por Instagram, la última vez que hablé con ella para informarle sobre la muerte de su propio padre, su respuesta fue un simple "Ok". Pero ahora el mensaje era mucho más largo al parecer, no quería abrirlo.

"Marina: ___, necesito hablar con vos.

Marina: Necesito que me llames a penas puedas, tu papá..."

Mi cuerpo se estremeció, le pasé mi celular a Ian para que el mismo viera el mensaje.

—¿Queres que lo lea por vos?— preguntó Ian.

Negué con la cabeza, no podía creer que después de tantos años, hoy volviera a recibir un mensaje de esa persona.

—Lo leo yo, pero quedate conmigo, por favor.— dije mientras con mi mano libre, tomaba la de Ian.

—Obvio mi amor, acá estoy.— dijo y se acercó más a mí.

Me armé de valor, con lo poco que tenía encima, di un último suspiro y lo abrí. 

Marina: ___, necesito hablar con vos.

Necesito que me llames a penas puedas, tu papá quiere conocerte, parece que por fin alguien te quiere realmente. 

No puede comunicarse con vos hace días y me está causando problemas con mi familia por tu culpa, por favor o me llamas o te comunicas con él urgente.

Los mensajes terminaban ahí, seguido de su numero y del mismo número que le habían dejado al representante. Las lágrimas no tardaron en caer por mi rostro, no entendía como alguien podía ser así de fría con su hija, con su propia sangre. 

Ian me envolvió en sus brazos, yo temblaba a más no poder. El corazón me latía a mil por hora, esas palabras "parece que por fin alguien te quiere realmente" resonaban en mi cabeza, no podía creer como es que podía ser tan mierda. 

—Ya está gorda, nos tenes a nosotros. Que se mate.— dijo Ian dándome un beso en la frente.

—¿Cómo no puede sentir absolutamente nada por su propia sangre? Es una mierda.— exclamé entre sollozos.

—No sé amor, no entiendo tampoco.— susurró.

Con la poca valentía que me quedaba, decidí hablar, después de años volver a contactar con Marina y ver que tenía para decirme.

—Voy a hablarle.— anuncié.

—¿Estás segura gorda?— preguntó Ian, mientras tomaba mi rostro entre sus manos.

—Sí. Quiero ver que más tiene para decirme, si le da la cara.— musité.

Ian, solo se limitó a sentarse a mi lado, y brindarme su apoyo. Aún con el temblor de mis manos, marqué ese número que había olvidado por completo que existía en mi lista de contactos. Tres tonos después respondió.

—Marina.— murmuré cortante.

—Apareciste al fin, te haces la estrella y no te dignas a responder.— exclamó la fría voz de Marina del otro lado de la linea.

—¿Qué queres?— cuestioné, sintiendo como toda esa felicidad que había logrado en este último tiempo, se iba a la mierda.

—Yo nada, ¿que puedo querer de vos? Es tu papá que quiere conocerte, le conté un día que lo encontré de casualidad, pero pensé que no iba a volver a preguntar. Ahora me tiene harta y me esta causando muchos problemas con...— hablaba sin parar, pero no la deje terminar.

Desenfocada. (Ian Lucas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora