Ecos En La Oscuridad

Las letras Malditas

En una pequeña librería de antigüedades, un viejo diario olvidado es descubierto por Laura, una joven escritora en busca de inspiración. Las páginas, llenas de garabatos y palabras antiguas, parecen inofensivas al principio. Sin embargo, cada vez que escribe en su propia libreta, las letras comienzan a cobrar vida, trayendo consigo visiones oscuras y aterradoras. Laura se da cuenta de que las palabras que escribe no son suyas y que el diario está dictando su destino. Mientras intenta deshacerse de él, descubre que las letras malditas no solo controlan su escritura, sino también su vida.

Había algo mágico en las librerías de segunda mano que siempre atraía a Laura. Los estantes abarrotados, el olor a papel viejo, la promesa de encontrar una joya escondida entre libros olvidados por el tiempo. Era en esos lugares donde solía encontrar su mejor inspiración para sus novelas. Pero aquel día, algo fue diferente.

Mientras recorría los pasillos de la vieja librería "Los Secretos de Papel", encontró un libro que sobresalía ligeramente de la estantería. Parecía mucho más antiguo que los demás, con una portada de cuero gastado y un candado oxidado que sugería que alguna vez estuvo cerrado. La curiosidad la invadió. Al abrirlo, notó que no era un libro común, sino un diario lleno de garabatos y notas en un idioma que no reconocía. A pesar de no entender las palabras, sintió una atracción inexplicable hacia él.

Decidió llevárselo a casa, pensando que tal vez podría usarlo como inspiración para su próxima novela. Mientras lo hojeaba esa noche, sintió que las palabras en el diario, aunque incomprensibles, se movían bajo la luz de la lámpara, como si intentaran reordenarse. Ignorándolo como una ilusión óptica causada por el cansancio, dejó el diario a un lado y comenzó a escribir.

Al día siguiente, mientras repasaba lo que había escrito la noche anterior, algo la detuvo en seco. Las palabras en su libreta no eran las que recordaba haber escrito. Frases sin sentido, como si alguien más hubiera tomado el control de su mano, llenaban las páginas. Las palabras parecían más antiguas, ajenas, cargadas de una energía oscura.

Intentó borrar lo que había escrito, pero cada vez que lo hacía, las palabras regresaban, más claras y más insistentes. Las frases comenzaban a formar oraciones que parecían hablarle directamente: "No puedes huir. Las letras te han reclamado."

Aterrada, decidió investigar más sobre el diario que había encontrado. Regresó a la librería, pero el dueño, un anciano encorvado con una mirada penetrante, negó haber visto el libro antes. "Ese diario no debería estar aquí. Debes deshacerte de él antes de que sea tarde", le advirtió con voz áspera.

Durante las noches siguientes, las letras no solo aparecían en su libreta, sino que también comenzaron a invadir su vida. En los espejos, en las paredes de su casa, en su piel. Las palabras la seguían a donde quiera que fuera. Cada vez que intentaba escribir, las letras se transformaban, adquiriendo un tono amenazante, casi como si el diario estuviera guiando su mano.

Una noche, mientras trataba de dormir, escuchó un susurro bajo que provenía de su escritorio. Las hojas del diario pasaban solas, y las letras brillaban con una luz tenue. Era como si el libro estuviera vivo, respirando en la oscuridad. Laura lo cerró de golpe, aterrorizada, pero el diario se abrió solo una vez más, mostrándole una página en blanco, esperando que ella escribiera.

Ya no podía ignorarlo. El diario la estaba consumiendo. Las palabras en su propia mente ya no eran suyas. Todo lo que escribía en su libreta era dictado por el libro, y cada palabra traía consigo imágenes aterradoras de personas que nunca había conocido, pero que parecían gritar por ayuda desde algún rincón perdido de la historia.

Laura decidió destruir el diario. Encendió una fogata en su jardín y arrojó el libro al fuego. Las llamas lo envolvieron rápidamente, pero, para su horror, las letras comenzaron a flotar fuera de las páginas, brillando en la oscuridad antes de desaparecer en el aire.

A la mañana siguiente, encontró el diario intacto en su escritorio, con una nueva frase escrita en la portada: "No puedes escapar. Las letras son tuyas ahora."

Las palabras que escribía ya no le pertenecían.