Olía mal. No había queja más ridícula, pero el cerebro de Izuku decidió que hacer comentarios sobre el olor era una buena idea, como si fuese lo más importante y no la montaña de escombros apilados sobre su cabeza. Puede que fuese una distracción involuntaria para no pensar en el problema, en su miedo hacia los espacios cerrados.
Porque padecía de claustrofobia.
La luz de one for all dibujó sombras largas y afiladas sobre los pesados trozos de losa que conformaban la diminuta cueva —apenas podía estirar las piernas son encontrar de por medio los pies de otra persona—, y sobre los rostros preocupados y temerosos de Akatani y Kirishima. Una imagen que le recordó a la red de túneles de Erinjar que casi se convirtió en su tumba. Izuku apartó el pensamiento y tomó aire. No era el momento de ceder al pánico, debía actuar como un héroe.
—¿Estás bien, Izuku? —la voz del gólem sonaba tan clara como siempre, ajena al trato que recibió su cuerpo en la explosión. Si no fuese por la ropa maltrecha y la fina capa de polvo blanquecino que cubría su piel, cualquiera pensaría que acababa de hacer las compras.
—Te sangra el brazo —aportó Kirishima. Quiso señalar la herida con el dedo pero se arrepintió en el último segundo y presionó la palma contra la losa—. ¿Te duele?
Vio su herida como el que encontraba una caca de perro en la calle. Molestaba, ¿pero dolía? No especialmente. Había sido herido múltiples veces en Erinjar para siquiera pensar que el hilo de sangre que surgía del corte en su antebrazo fuese un problema. Izuku arrancó un pedazo de camiseta y envolvió la extremidad. Después formuló una pregunta:
—¿Cómo salimos de aquí?
Había dudas en su voz, aquel matiz tembloroso que restaba seguridad a sus declaraciones. Lo odiaba. Era incapaz de expresar la misma confianza que cualquiera de sus maestros. Se le vino a la mente la figura de Aizawa cargando contra los villanos en la USJ... Otro pensamiento que apartó con rapidez. Nuevamente, no era el momento.
—Va a ser difícil —confesó Akatani. El brillo del One For All se atenuó al mismo tiempo que las sombras cobraban fuerza—. Kirishima y yo no podemos movernos mucho.
Izuku iba a preguntar porqué cuando notó que los dos pedazos de escombros no se apoyaban uno sobre el otro en perfecto equilibrio, ni siquiera se rozaba . Eran Kirishima y el gólem los que sostenían el peso con fuerza bruta. Izuku miró al pelirrojo como si nunca lo hubiese visto antes.
—¿Cuánto tiempos lleváis soportando el peso de los escombros?
Kirishima meditó la respuesta en silencio y dio su veredicto sin convicción alguna:
—Diez minutos... Quince a lo mucho.
Izuku parpadeó.
—¿Llevas más de diez minutos soportando tanto peso?
El quirk de su compañero le proporcionaba una resistencia muy alta, pero también había que tener en cuenta que el trozo de concreto que sostenía era casi tan grande como la tabla que forjó Izuku en la segunda ronda; más todo el peso de los escombros que se apilaban encima y no llegaban a ver. No sería muy descabellado pensar que allí había cuatrocientos o quinientos kilos de concreto.
—No es tanto peso —aseguró Akatani con su sonrisa calmada—. No te preocupes por nosotros. Tómate tu tiempo.
El peliverde cerró la boca. Entendió perfectamente el mensaje que el gólem le envió en segundo: "nosotros dos no podemos movernos, necesitamos que busques la forma de salir".
—Voy a intentar algo. —Se puso en pie (lo poco que le permitió el reducido espacio) y plantó las manos sobre las dos losas—. Decidme si notáis un cambio en el peso.
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Más allá de los sueños
Fiksi PenggemarIzuku Midoriya no era el adolescente con mejor suerte del mundo... mejor dicho: No tenía nada de suerte. Nació bajo la estrella más pequeña, deprimente y bastarda del universo. Sin quirk, despojado de su sueño de ser héroe y abandonado por su padre...