Capítulo 19.

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Entre Regalos y Sorpresas

Después de varios días de tensión y discusiones con sus padres, finalmente Astrid logró arreglar las cosas en casa. La reconciliación había sido difícil, pero poco a poco, su relación con ellos volvió a la normalidad. Isabela, por su parte, ya recuperada del accidente, había retomado su trabajo. A pesar del breve tiempo que estuvo fuera, su regreso fue recibido con una mezcla de respeto y cariño por parte de sus alumnos.

El día que volvió a clase, algunos estudiantes, principalmente los de primer año, habían dejado pequeños regalos en su escritorio. Aunque Isabela era conocida por su carácter firme y autoritario, también era admirada y, en su manera fría, amada por muchos de sus estudiantes. Al entrar al aula renovada, pero con el mismo porte elegante e imponente que la caracterizaba, Isabela miró los obsequios con una leve sonrisa y agradeció a los alumnos antes de comenzar la clase.

Astrid, que no podía apartar la mirada de su novia, estaba completamente absorta en sus pensamientos. Admiraba cada gesto de Isabela: su elegancia, su fuerza, su autoridad. Estaba tan perdida en sus propios pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que había dejado de prestar atención a la lección.

—Ey, ey, mujer enamorada, despierta —susurró Karla, quien estaba sentada detrás de ella, mientras tronaba los dedos frente a su cara.

Astrid, un poco avergonzada, volteó hacia Karla.

—Perdón, es que... es tan guapa, elegante, fuerte —murmuró Astrid, refiriéndose a Isabela, sin poder contener su sonrisa.

Karla rió suavemente y dijo:

—Bueno, no era eso lo que te quería decir. Solo quería darte esto. ¡Feliz cumpleaños, As!

Karla le entregó un pequeño regalo envuelto. Astrid, sorprendida y emocionada, lo aceptó con una sonrisa agradecida. Después de eso, las dos comenzaron a charlar en voz baja y pasarse notas sobre temas triviales, olvidándose momentáneamente de la clase.

Isabela, desde el frente del aula, notó el pequeño intercambio. Aunque Astrid fuera su novia, no haría distinciones en el aula, especialmente cuando había reglas que seguir. Isabela era estricta en su trabajo, y Astrid lo sabía.

Karla y Astrid comenzaron a intercambiar notitas en secreto, riendo discretamente. Pero en una de esas, a Karla se le cayó una de las notas, y el ruido llamó la atención de Isabela. La profesora se giró inmediatamente hacia ellas, con el rostro visiblemente molesto.

—Zambrano, pásame esa nota —dijo Isabela en un tono firme.

Astrid, sin pensarlo dos veces, susurró en voz muy baja y con gestos discretos a Isabela: "Cálmate, amor. Ya te has recuperado, pero igual debes cuidarte".

Sin embargo, Isabela no mostró señales de suavizar su carácter en ese momento. Miró a Karla con severidad y añadió:

—Zambrano, espérame afuera.

Karla, asustada, recogió su cuaderno y salió rápidamente del aula, sin mirar atrás. Astrid, desde su asiento, sintió una mezcla de preocupación y culpa. Sabía que Isabela tenía que mantener su imagen de autoridad, pero también deseaba que no se estresara tanto.

Después de escribir unas cuantas cosas en el pizarrón, Isabela salió del salón para hablar con Karla. Al encontrarla esperando, le entregó la nota confiscada.

—Primero —dijo Isabela con firmeza—, no quiero volver a ver estas notitas en mi clase. Segundo, dile a Astrid que quite esa mirada de enamorada. Nos van a descubrir si entra el director.

Karla, con los nervios de punta, asintió rápidamente. Sin embargo, la seriedad del momento se rompió cuando una sonrisa traviesa apareció en su rostro. La advertencia de Isabela la había relajado, sabiendo que, a pesar del susto inicial, no habría mayores consecuencias.

—Está bien, se lo diré —respondió Karla, sonriendo.

Ambas regresaron al salón, donde la clase continuó sin más interrupciones. Astrid se mantuvo en silencio, concentrándose esta vez en la lección, pero su mente no dejaba de pensar en Isabela.

Cuando la clase finalmente terminó, Astrid se acercó a Isabela.

—Ven, tengo dos sorpresas para ti —dijo Isabela, tomando suavemente la mano de Astrid y llevándola fuera del edificio.

Curiosa, Astrid siguió a Isabela hasta el estacionamiento. Allí, brillando bajo el sol, estaba un auto nuevo, deportivo y de color blanco.

—Esta es la primera sorpresa —anunció Isabela, sonriendo.

Astrid no podía contener su emoción.

—¡Isa! ¡Ya te compraste el auto nuevo! —exclamó, asombrada mientras admiraba el vehículo.

—Sí, y esta vez es blanco. Creo que se ve mejor así —respondió Isabela con una sonrisa de satisfacción.

—¡Es hermoso! —dijo Astrid, entusiasmada.

—Eso no es todo —añadió Isabela—. Entra en el auto.

Astrid, confundida pero emocionada, abrió la puerta del coche. Al sentarse en el asiento del pasajero, se encontró con una laptop nueva y un celular último modelo en el asiento.

Sorprendida, Astrid salió del auto rápidamente.

—¿Esto también es tuyo? —preguntó, señalando los dispositivos.

Isabela negó con la cabeza, sonriendo con dulzura.

—No, amor. Esos son para ti. Feliz cumpleaños.

Astrid se quedó sin palabras, con los ojos brillando de emoción. No esperaba esos regalos, y mucho menos en ese momento. Aún impactada, se lanzó hacia Isabela para abrazarla con fuerza.

—¡Isa! ¡No puedo creerlo! ¡Gracias! —dijo Astrid, emocionada, sintiendo una oleada de felicidad.

Isabela, estirando los brazos para rodearla, la abrazó con ternura.

—Quiero verte feliz —susurró Isabela en su oído.

Después de disfrutar del momento, decidieron ir a celebrar. Subieron al nuevo auto y se dirigieron a un restaurante cercano para disfrutar del cumpleaños de Astrid. Pasaron la tarde entre risas, comida deliciosa y charlas llenas de cariño.

Más tarde, regresaron al apartamento de Isabela, donde el ambiente se sentía íntimo y cálido. Astrid miró a Isabela con los ojos llenos de amor y dijo:

—El mejor regalo no ha sido lo material, Isa. Ha sido pasar este día contigo. Estar contigo hace que todo valga la pena.

Isabela sonrió, y sin decir nada, la tomó de la mano, agradecida por compartir esos momentos con la persona que más amaba.

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