Parte única

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Los primeros pétalos cayeron una mañana de invierno. SiZhui había despertado con una opresión en el pecho, una tos amarga que no lograba desaparecer, y al cubrirse la boca, notó algo más que la tos. Allí, sobre su palma, descansaban dos pétalos blancos, suaves como la nieve, pero llenos de una ironía cruel que no pudo ignorar.

Sabía lo que significaban.

El amor no correspondido, aquel que había guardado con tanto cuidado y devoción en su corazón, estaba envenenando su cuerpo. Por años, SiZhui había albergado sentimientos profundos, amándo en silencio, observando desde la distancia mientras su corazón se llenaba de anhelos y esperanzas nunca pronunciadas. Ahora ese amor lo estaba consumiendo y ahogando cruelmente.

Al principio, pensó que podría resistirlo. SiZhui siempre había sido fuerte, acostumbrado a ocultar sus emociones, a reprimir los deseos que sabía imposibles. Amaba a Jin Ling en silencio, guardando ese amor en los rincones más oscuros de su corazón, esperando que, con el tiempo, se desvaneciera. Pero Jin Ling nunca se lo puso fácil.

Con cada sonrisa arrogante, cada mirada desafiante, Jin Ling lo hacía caer más. Era inevitable. Años de amistad, de luchas y risas compartidas, habían forjado un lazo que, para SiZhui, se convirtió en algo más. Pero Jin Ling nunca lo vio, o al menos fué piadoso y jamás dijo nada, y nunca dio señales de sentir lo mismo.

Y entonces, llegaron las flores.

Los días se volvieron más difíciles. Los pétalos se acumulaban, la tos se hacía más frecuente, y la presión en su pecho se volvía insoportable. SiZhui se obligaba a sonreír frente a los demás, a pretender que todo estaba bien. No quería que nadie supiera lo que estaba ocurriendo, especialmente Jin Ling. Sería demasiado confesar que estaba muriendo por amarlo en silencio, era una carga que no quería dejarle.

Pero no pudo engañar a su padre, Wei WuXian.

— SiZhui, tenemos que hablar —dijo una tarde, su voz era suave pero llena de preocupación. — ¿Desde cuándo? — preguntó sentándose frente al joven de blanco.

SiZhui intentó esquivar la pregunta, pero sabía que no había forma de ocultar la verdad por más tiempo. Wei WuXian era perspicaz, y aunque solía ser bromista, también sabía cuándo preocuparse.

—No importa —murmuró—. No hay nada que  hacer.

Pero Wei WuXian no aceptó esa respuesta. 

—Esto no es algo que puedas simplemente ignorar, SiZhui —dijo, su voz llena de una urgencia que SiZhui no había esperado—. Sabes lo que tienes, ¿verdad?
El Hanahaki no es un juego, ni un cuento para niños si no haces algo al respecto, te matará.

SiZhui lo sabía. Lo sabía desde el primer pétalo. Pero admitirlo en voz alta hacía que todo fuera más real.

—Debe ser alguna doncella, ¿no? —continuó Wei WuXian, como si ya lo hubiera resuelto
—. Alguien que ha capturado tu corazón en silencio. ¿Es una discípula de otra secta? ¡O tal vez una joven del pueblo! Sabes que no tienes que enfrentarlo solo, ¿verdad?

SiZhui respiró hondo, sabiendo que no podía seguir manteniendo la fachada. Al final, tendría que decirle la verdad. Levantó la vista y encontró los ojos de Wei WuXian, quienes lo miraban con afecto y preocupación al mismo tiempo.

—No es una doncella —susurró como si estuviera hablando para si mismo—. Está... está equivocado.

Wei WuXian lo miró, parpadeando con desconcierto.

—¿Entonces quién? —preguntó lentamente, la confusión era evidente en su rostro.

SiZhui apretó las manos, sintiendo cómo su pecho se comprimía más fuerte. No era solo dolor físico. Era el peso de los sentimientos que había guardado durante tanto tiempo.

Hanahaki - ZhuiLing Donde viven las historias. Descúbrelo ahora