Capítulo 1

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Era una mañana como cualquier otra, pero para Juan Diego Aquino, cada día se sentía un poco más pesado. Despertó lentamente, sus ojos entrecerrados por el cansancio, mientras las ojeras debajo de ellos contaban la historia de otra noche mal dormida. Estiró su cuerpo, buscando algún alivio al adormecimiento.

—Otra vez me desvelé... —murmuró, la frustración apenas oculta tras el bostezo que le cortó las palabras—. Bueno, mientras no llegue tarde... todo estará bien, ¿no? —se dijo a sí mismo, intentando convencerse, aunque sabía que había algo más pesando en su mente.

Arrastró sus pies hasta el closet, buscando sin entusiasmo entre la ropa. Tomó un polerón blanco con una gran "A" en el centro y unos jeans negros. Ropa simple, sin complicaciones. A veces, esa sencillez lo tranquilizaba. Caminó al baño con la misma calma, pero algo dentro de él se sentía distante.

—No creo que haya nada importante que entregar hoy... —susurró mientras abría la puerta—. Pero, siendo yo... nunca estoy seguro de nada.

El agua de la ducha corría sobre su piel, pero ni siquiera eso lograba despejar el nudo que sentía en el pecho. A veces, la rutina no era suficiente para silenciar las preocupaciones que se acumulaban en su mente. Después de vestirse, se cepilló los dientes frente al espejo, viendo su propio reflejo con cierta apatía.

—Debería pedirle los apuntes a Mishu... no quiero quedarme atrás... —pensó, pero su propio pensamiento le provocaba una ligera punzada de ansiedad. Siempre tarde, siempre a última hora. Sus ojos marrones devolvían la mirada desde el espejo, mientras su cabello castaño caía desordenado sobre su frente.

Al bajar las escaleras, el silencio de la casa lo envolvía. No se molestó en preparar un desayuno decente; apenas tomó una rebanada de pan y, con su teléfono en mano, revisó la hora. El tiempo corría. Y aunque sabía que debía apresurarse, algo en él se resistía a moverse más rápido.

Aquino, masticando el último pedazo de pan, miró su teléfono. —7:35...— murmuró. —Vivo cerca, así que no tardaré mucho. Terminó la rebanada de pan y se dirigió a la sala.

En uno de los muebles destacaba una mascarilla negra, que rápidamente tomó y se colocó antes de dirigirse hacia la puerta. —Voy saliendo... —dijo en voz baja, aunque realmente no esperaba respuesta de nadie. Giró la perilla y salió... solo para volver a entrar casi de inmediato.

—Por esto no confío en mi memoria... —masculló, mientras agarraba sus auriculares del mueble. Con ellos puestos y la música sonando en sus oídos, volvió a salir.

El trayecto hacia la universidad era rutinario y sin mucho que destacar. A su alrededor, la gente pasaba ensimismada, algunos pegados a sus teléfonos, otros enfrascados en conversaciones que Aquino no prestaba atención. El joven seguía su camino, con la vista fija al frente, envuelto en la música que lo aislaba del bullicio de la ciudad.

Tal como había dicho, la universidad no quedaba lejos. Solo unos minutos bastaron para llegar, donde fue recibido en la entrada por un grupo de amigos.

—¡Aquino! —saludó enérgicamente un chico con un polerón de Pikachu, alzando la mano en señal de que se acercara. —¡Hasta que llegas!

Aquino devolvió el saludo con un gesto de la mano. —Tampoco exageres, webón. —respondió con una sonrisa irónica ante la efusividad de su amigo—. Ya estoy aquí, ¿entramos?

—Solo faltabas tú, así que sí, vamos. —respondió otro chico con tono tranquilo, ajustándose su gorro de lana. Llevaba una camisa negra y parecía ser el más relajado del grupo. —No es necesario apresurarnos, tranquilo.

Este último chico, con su calma habitual, tomó la delantera mientras el resto del grupo lo seguía, conversando casualmente entre risas y comentarios sueltos. Nada destacable, solo amigos compartiendo el inicio de otro día en la universidad.

—Oye, Duxo, ¿sabes qué materia nos toca ahora? —preguntó el de polerón de Pikachu, dirigiéndose a un chico que llevaba uno con un estampado de paloma.

—¿No sabes? Yo iba a preguntarte a ti, webón, si sabías... —respondió Duxo, encogiéndose de hombros.

—¿Cómo es que no se acuerdan? —intervino el chico del gorro de lana—. Nos toca matemáticas. —dijo con un tono de reproche—. Y tú, Soaring, le debías un trabajo al profe.

Los ojos de Soaring se ensancharon en señal de pánico. —¡Putamadre, se me olvidó! —exclamó, su desesperación evidente. Sin pensarlo, agarró a otro chico del grupo por la polera. —¡Locochón, ven acá!

—¿Qué webón? ¡Oye, no me arrastres, mrd! —protestó Locochón, tratando de zafarse sin mucho éxito.

—Verga... no sé si hice mucho, pero ya casi llego al límite... —murmuró Locochón mientras Soaring seguía tirando de él.

—Deberíamos seguirlos, ¿no? —preguntó Michu, el chico de la boina de lana, suspirando mientras miraba cómo sus amigos se adelantaban.

—Pues... diría que no, pero qué más da. Sí, vamos. —respondió Duxo, encogiéndose de hombros.

Michu asintió y ambos siguieron al par caótico de Soaring y Locochón, este último aún resistiéndose inútilmente. Mientras tanto, Aquino se quedó unos pasos atrás, rascándose la cabeza.

—¿Teníamos matemáticas? Pensaba que tocaba artes... —susurró para sí mismo, confundido, antes de acelerar el paso para no quedarse atrás.

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Pues, primer intento de historia que estoy subiendo, quien lea esto pues agradezco que se tome el tiempo para verlo, cabe decir que no estoy haciendo esto solo y estoy recibiendo la ayuda de dos amigos @jhonsphobia y Diegocraf354, muchas gracias

Pues, no se qué decir además de eso, quienes lean esto cualquier opinión es bienvenida siempre y cuando tenga el objetivo de ayudar y no simplemente perjudicar, lo tomare en cuenta y buscaré mejorar

Gracias por leer a quien lo haya leído y pues nos vemos, cuídense

Solo soy un universitario, no un chico idealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora