El día comenzó con un aire de anticipación y nerviosismo. A medida que Lyriselle se acercaba a la fecha de su parto, su vientre había crecido enormemente, y cada movimiento que hacía requería un esfuerzo considerable. Recuerdo que la vi caminar por el salón, su sonrisa iluminando la habitación, a pesar de lo incómoda que estaba. Sin embargo, ese día, la felicidad se transformó en preocupación cuando, de repente, tropezó con un borde del mueble y cayó de costado al suelo.
El instante en que la vi caer fue un verdadero shock. Corrí hacia ella, mi corazón se detuvo por un momento mientras la ayudaba a levantarse. Se quejaba de un dolor en el costado, y su rostro reflejaba la incomodidad que sentía. Aunque la caída no había sido muy fuerte, el hecho de que estuviera en una etapa tan avanzada del embarazo me llenaba de inquietud.
—Lyriselle, ¿estás bien? —pregunté, con la voz llena de preocupación mientras me arrodillaba a su lado.
—Solo un poco de dolor, Nyx. No te preocupes, estoy bien —respondió, aunque sabía que el dolor era evidente en su expresión. La llevé a la cama, donde podría estar más cómoda. A los pocos minutos, el médico llegó, y su presencia siempre traía consigo una mezcla de alivio y ansiedad.
El doctor se acercó a Lyriselle con una sonrisa tranquilizadora, aunque la tensión en mi pecho no desaparecía. Mientras se preparaba para examinarla, tomé la mano de Lyriselle, aferrándola con fuerza, deseando transmitirle toda la calma que podía. Observé cómo el médico colocaba el estetoscopio sobre su abdomen, buscando los latidos del corazón del bebé. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad.
—Vamos a escuchar a nuestro pequeño príncipe, ¿de acuerdo? —dijo el doctor con voz suave.
Mi corazón latía al unísono con el de Lyriselle, y en ese momento, todo lo que podía pensar era en la vida que llevábamos dentro de ella. La tensión se mantuvo en el aire, y cada sonido, cada silencio, parecía amplificarse.
Finalmente, después de unos minutos que se sintieron como horas, el médico sonrió, y el peso sobre mis hombros se sintió un poco más ligero.
—No ha sucedido nada grave, Majestad. El bebé está bien, sus latidos son fuertes y saludables —informó el médico, y un suspiro de alivio salió de mis labios. Sentí que mi corazón recuperaba su ritmo normal mientras miraba a Lyriselle, cuyos ojos brillaban con una mezcla de aliviado y aún presente dolor.
—¿Ves? Te lo dije —dijo ella, intentando forzar una sonrisa, aunque aún estaba evidente el malestar en su rostro.
—Aún así, tienes que tomar reposo, especialmente en esta etapa avanzada del embarazo —continuó el doctor—. Necesitas cuidarte a ti misma y al bebé.
Lyriselle asintió, pero podía ver que la preocupación seguía en su mirada. Mientras el médico se despedía y salía de la habitación, me volví hacia ella, aún sosteniendo su mano.
—Estoy aquí, amor. Lo superaremos —le dije, intentando reconfortarla.
Ella me miró, y aunque el dolor seguía presente, había un destello de determinación en sus ojos. Sabía que pronto tendríamos a nuestro pequeño en brazos, y eso le daba la fuerza que necesitaba.
Me acerqué y la abracé, apoyando mi cabeza sobre su frente. Suspiré, deseando que pudiera sentir mi apoyo incondicional.
—Voy a estar contigo en cada paso del camino. Solo tienes que descansar y dejar que yo me encargue de todo —le dije, acariciando su cabello con suavidad.
—Lo sé, Nyx. Y te agradezco por estar aquí —respondió, sus palabras llenas de gratitud.
Mientras ella se recostaba, me aseguré de que estuviera lo más cómoda posible, colocando almohadas a su alrededor. Era un momento de calma antes de la tormenta que se avecinaba. Cada día que pasaba me acercaba más a la llegada de nuestro hijo, y la emoción se mezclaba con la ansiedad en mi interior.
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La Princesa y el Vínculo Mágico ✔
Viễn tưởngEn el próspero reino de Nytheria, donde los bosques encantados se encuentran con el mar cristalino, la princesa Lyriselle vive una vida marcada por la amabilidad y la dedicación. Huérfana de madre y criada con el amor inquebrantable de su padre, el...