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La música resonaba fuerte en la sala, y Carrascal, con esa sonrisa despreocupada, ya estaba en el centro junto a Madison, bailando como si no hubiera mañana. Se movía con una energía contagiosa, dando vueltas como si fuera un trompo. No pude evitar soltar una carcajada al verlo tan metido en su papel.

A dormir juntitos - liz , eddy herrera

—¡Vengan, dejen el aburrimiento! —gritó él, arrastrando a Madison con él, mientras ella trataba de no pisarlo en el proceso. Su cara era un poema, intentando seguirle el ritmo sin perder la dignidad.

Miré a Richard, que estaba justo a mi lado. Él me lanzó una mirada y alzó una ceja, como diciendo: "¿Y qué, te vas a quedar ahí parada?"

—¿Vas a quedarte ahí parada o qué? —me preguntó con una sonrisa retadora.

Sentí que el corazón me daba un vuelco, pero no podía quedarme ahí como una boba. Respiré hondo y, antes de arrepentirme, tomé su mano.

—Vamos, pero no me pisés —le advertí, medio en broma, medio en serio.

Él me sonrió y me guió hacia el centro. Apenas nos unimos a la pista improvisada, la música me envolvió, un ritmo de merengue que no podía ignorar. Comenzamos a movernos despacio al principio, cada uno midiendo al otro. Pero luego, dejé de pensar. Me dejé llevar. Bailar siempre me había liberado, pero esta vez, con Richard cerca, el aire parecía más espeso, la conexión más palpable.

—No sabías que bailaba tan bien, ¿cierto? —me dijo en medio de una vuelta, con esa voz confiada que ahora lo caracterizaba.

—Yo tampoco sabía que tuvieras tanto ritmo, paisa —le respondí riendo, intentando mantener la ligereza del momento.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Max —dijo, y su tono se volvió un poco más bajo, más serio, pero aún juguetón.

—Ajá, ¿como cuáles? —pregunté, intentando sonar despreocupada, pero la curiosidad me quemaba un poco.

—Eso tendrás que descubrirlo con el tiempo —respondió, guiñándome un ojo antes de darme otra vuelta. Me hizo girar tan rápido que casi pierdo el equilibrio, pero me sostuvo firmemente, su mano cálida en mi espalda.

El tiempo parecía haberse detenido mientras bailábamos. Cada paso que dábamos, cada risa que soltábamos, me hacía sentir más conectada a él. Como si, por un breve instante, no hubiera pasado el tiempo, como si no hubiéramos cambiado... pero, al mismo tiempo, ambos éramos diferentes. Las miradas entre nosotros decían más que las palabras, y por más que intentara no darle demasiada importancia, no podía negar que esa tensión seguía ahí, más fuerte que nunca.

Cuando la canción terminó, ambos nos detuvimos, respirando agitados por el baile y, quizás, por todo lo que no nos atrevíamos a decir. Richard me miraba de una forma que me hacía temblar por dentro, pero antes de que pudiera procesar lo que sentía, Madison apareció con una botella de agua en la mano.

—¡Qué espectáculo se montaron! —dijo, con esa mirada cómplice de "luego me cuentas todo".

Richard se apartó un poco, dándole espacio a Madison para que se sentara a mi lado. Pero antes de que pudiera decirle algo, Carrascal se acercó con su risa de siempre.

—No sabía que ustedes dos tenían tanto flow —dijo, observándonos con esa sonrisa pícara, como si supiera algo que nosotros no queríamos admitir.

—Eso te pasa por subestimarme, ñero —le respondí, entre risas. Mi cuerpo aún sentía el calor del baile, y aunque intentara hacerme la indiferente, una parte de mí no podía ignorar la presencia de Richard.

Nos quedamos todos ahí, riéndonos y charlando como si el tiempo no existiera. Pero, en medio de las bromas y las risas, sentía la mirada de Richard fija en mí. Intentaba ignorarlo, pero era imposible. Sabía que, de alguna manera, esa noche apenas estaba comenzando. Y aunque no quería admitirlo, esa tensión entre nosotros no se iba a desvanecer fácilmente.

El niñito ese - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora