Los días previos al estreno de Hamlet se teñían de incertidumbre y tensión. Kathryn había estado jugando sus cartas con precisión, y Owen, su ex, había vuelto a entrar en su vida como una pieza crucial en su plan, el ojo público, especialmente en un pueblo tan pequeño y observador, su reaparición no pasaba desapercibida. Kathryn se aseguraba de que su cercanía con él fuera evidente, una forma de distraer la atención de su verdadera tormenta emocional, mientras avanzaba con su estrategia.
En las tardes, después de los ensayos, Kathryn y Owen paseaban por las calles empedradas del pueblo. Al principio, sus encuentros eran meramente simbólicos: caminatas tranquilas, conversaciones banales y un intercambio de sonrisas. Sin embargo, a medida que los días pasaban, Kathryn comenzó a hacer movimientos más audaces. Empezó con pequeños gestos, como acercarse a él sigilosamente, fingiendo una calma que no sentía. Cuando él le devolvía la sonrisa y preguntaba qué le pasaba, ella simplemente contestaba: —Nada, es solo tu cara-—, de una manera que dejaba entrever un trasfondo de ironía. La conexión entre ellos, aunque no del todo sincera, era palpable.
Un día, mientras caminaban por el parque, Kathryn decidió dar el siguiente paso. Sin previo aviso, tomó la mano de Owen. Sintió un leve temblor en su palma, pero él no apartó la suya, al contrario, entrelazaron los dedos como si fuera lo más natural del mundo; Desde entonces, cada paseo se realizaba de la mano, y aunque para Owen aquello era un reencuentro con un amor del pasado, para Kathryn era una pieza clave en su juego de poder.
Hasta que un día Katheryn en uno de esos paseos comentl que su casa era muy grande para una sola persona, el entendió la insinuación y le dijo que el hotel era un poco solitario y antiguo, entonces simplemente al día siguiente Owen llegó a casa de Kathryn con sus maletas y ella lo estaba esperando, kate termino dándole un cajón en su armario y el sillón de la sala era todo para el.
Las tardes se volvieron rutinarias,Después de los ensayos, Kathryn regresaba a casa y encontro a Owen cómodamente instalado en el sofá, viendo televisión. Él la saludo con una sonrisa, y luego le preparaba la cena. Se sentaban a la mesa, pero no había mucho que decir. El silencio entre ellos era cómodo, pero también estaba cargado de una tensión que no se podía ignorar. Era como si ambos supieran que este idilio tenía un propósito mayor, aunque solo Kathryn comprendía cuál era.
Después de cuatro días de esta misma rutina, Owen rompió el silencio durante la cena, su voz era suave pero firme.—¿Qué estás haciendo, Kate? ¿Qué piensas hacer con esto?—
Kathryn lo miró a los ojos, midiendo cada palabra que estaba a punto de decir, dejó caer su tenedor y se inclinó ligeramente hacia él, su rostro quedando a pocos centímetros del suyo. Había un brillo juguetón en su mirada, un destello de complicidad. —¿Qué quieres tú, Owen?, fuiste tú el que vino—, respondió ella, con un tono que era a la vez un desafío y una invitación.
Owen entrecerró los ojos, intentando leer lo que pasaba por su mente. Pero antes de que pudiera decir algo más, Kathryn continuó, su voz ahora más seductora: —No te gusta esta comodidad de hogar conmigo, ¿verdad?—Sus palabras eran suaves, pero el mensaje detrás de ellas era claro.
Él la miró, consciente de lo cerca que estaban, del calor de su aliento. No pudo resistirse. Con una mezcla de deseo y confusión, la tomó por los hombros y la besó. Kathryn no dudó en seguirle el paso. El beso era ardiente, como una chispa que se encendía después de haber estado latente durante mucho tiempo. La tensión acumulada de los últimos días se desató en ese instante.
Sin decir una palabra, dejaron la cena a un lado y se dirigieron a la habitación de Kathryn. Las luces del exterior apenas iluminaban la habitación cuando ella lo empujó suavemente hacia la cama. Se subió encima de él, sus labios encontrándose de nuevo en un choque de lujuria. —Por los viejos tiempos, Owen—, susurró ella con una sonrisa que era a la vez nostálgica y calculadora.
Owen, aún respirando con dificultad, le respondió: —Por los que quiero que vengan... solo contigo—. Sus palabras eran sinceras, pero no podía ver el verdadero juego que Kathryn estaba jugando.
La noche transcurrió en un torbellino de pasión y deseo. Ambos se entregaron el uno al otro como si fueran las únicas dos personas en el mundo, pero Kathryn sabía que esto no era más que una pieza más de su intrincado plan. Cada caricia, cada beso, era parte de un movimiento estratégico para recuperar el control de su vida, incluso si eso significaba usar a Owen como un peón temporal en su tablero.
Mientras la noche avanzaba, y el silencio llenaba el aire después de la tormenta de pasión, Kathryn se quedó mirando al techo, su mente girando. Sabía que el final de este juego aún estaba lejos, y que todavía tenía muchas cartas por jugar antes del estreno de Hamlet.
Owen, dormido a su lado, era ajeno a todo esto. Para él, esa noche había significado la posibilidad de una segunda oportunidad. Para Kathryn, era simplemente un paso más hacia la venganza que había estado planeando desde el día en que decidió dejar atrás su pasado y enfrentar a sus demonios.
Aún faltaban una días para el estreno, pero las verdaderas batallas ya habían comenzado, tanto dentro como fuera del escenario.
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Ecos de Hamlet
FanficEn una pequeña ciudad costera, Kathryn es una talentosa actriz que ha decidido tomarse un descanso de Hollywood para redescubrir su pasión por la actuación en el teatro local. Joe, un joven aspirante a actor, sueña con salir de su pueblo y hacer una...