La entrevista con Vogue había comenzado con una energía liviana y despreocupada. Joe estaba listo, luciendo elegante en un traje oscuro con toques británicos que lo hacían destacar. Las preguntas al principio fueron fáciles, casi triviales. Le preguntaron sobre sus audiciones para el papel en Hamlet, sobre cómo había dejado su vida en Londres para mudarse a este pequeño pueblo estadounidense. Joe contestó con lujo de detalle, contando anécdotas que hicieron reír al entrevistador, e incluso compartió pequeños momentos de la vida en Londres que ahora parecían tan lejanos.
—Este pueblo tiene algo especial —dijo Joe, sonriendo ligeramente—. Aunque al principio fue un shock cultural, ahora siento que me ha dado una paz que Londres nunca pudo ofrecerme.
Todo fluía bien hasta que el entrevistador, con una sonrisa un tanto maliciosa, sacó las aclamadas fotos de los paparazzi. Las imágenes de Joe y Kate caminando juntos por el pueblo, tomados de la mano en la playa, comenzaron a deslizarse frente a él. Joe quedó en silencio, sus ojos se fijaron en las fotografías por un momento demasiado largo. Sabía que eventualmente llegaría este tema, pero eso no lo hacía más fácil.
—¿Qué pasaba en estas fotos, Joe? —preguntó el entrevistador, con curiosidad.
Joe respiró profundo, tratando de mantener la compostura. Su mente corrió por todas las posibles respuestas que podría dar, pero finalmente decidió ser honesto, sin necesidad de crear ningún drama innecesario.
—Lo que veo en esas fotos son dos compañeros de reparto disfrutando de un día libre en el pueblo —respondió Joe con calma—. Kate es una muy buena amiga. En serio, congeniamos bastante bien durante los ensayos, y ambos pasamos por etapas emocionales muy diferentes pero compartiendo el mismo sentimiento de... desconexión, tal vez. Nos apoyábamos mutuamente. Es lo que hacen los amigos.
Hizo una pausa, recordando aquellos días tranquilos en la playa, lejos de las cámaras y las expectativas.
—El día de la playa fue uno de esos buenos momentos. Estábamos relajados, y caminar juntos por el pueblo nos dio esa sensación de libertad que ambos necesitábamos. Kate es increíblemente profesional en lo que hace, y por eso la admiro tanto. No solo como actriz, sino como persona—
El entrevistador lo observaba con atención, notando el cambio en su tono. Joe sonrió, y el ambiente se alivió un poco más cuando las preguntas volvieron a temas más ligeros. Hablaron sobre el reparto joven y cómo Kate había sido una especie de mentora para ellos, ofreciendo consejos y técnicas que solo alguien con su experiencia podría compartir.
—Los chicos del reparto le hacen preguntas estúpidas todo el tiempo —comentó Joe entre risas—. A veces le preguntan cosas como "¿Cómo es actuar con superhéroes?", y Kate, con toda la paciencia del mundo, les responde como si fuera la pregunta más importante del universo. Tiene un don para enseñar sin hacer que nadie se sienta tonto.—
La sesión de fotos comenzó poco después de la entrevista. Joe fue vestido con ropa elegante y sobria, un traje ingles moderno, agustandi la camisa en su sintura y con toques divertidos . Las primeras fotos se tomaron en el teatro de la ciudad, donde él había pasado tantas horas ensayando Hamlet. Después, lo llevaron a una librería local, un lugar que Joe había visitado en varias ocasiones, buscando libros que lo ayudaran a despejar su mente.
Pero la verdadera sorpresa llegó al final de la sesión. El fotógrafo anunció que la última parada sería en la playa. La misma playa donde él y Kate habían bailado, donde los paparazzi habían capturado las fotos que ahora estaban en todas partes.
Joe sintió una punzada en el estómago.
—¿Es por las fotos? —preguntó, sintiéndose expuesto de nuevo.
El fotógrafo, sin perder la sonrisa, respondió:
—No, no tiene nada que ver con los paparazzi. Es solo que es un lugar hermoso. Queremos capturar esa esencia—
A pesar de la explicación, Joe no quería salir de la camioneta. Su mente estaba buscando excusas, cualquier razón para no enfrentarse a ese lugar otra vez, a esos recuerdos. Pero, al final, se dio cuenta de que no podía permitir que su miedo arruinara esta oportunidad. Respiró profundamente y salió del vehículo.
La sesión en la playa fue extrañamente calmada. El sonido de las olas, el viento fresco en su rostro. Aunque las emociones estaban a flor de piel, Joe se centró en el trabajo. Lo había hecho cientos de veces antes, posar, actuar frente a las cámaras. Pero esta vez, el escenario tenía un significado más profundo.
Finalmente, la sesión terminó, y Joe regresó al edificio donde había comenzado la entrevista. Se despidió amablemente de todo el equipo, agradecido por el profesionalismo con el que lo habían tratado. Pero cuando finalmente llegó a su casa, la soledad lo golpeó con una intensidad devastadora.
Dejó caer su bolso en el suelo, caminó hacia la sala y, sin pensarlo demasiado, gritó. Un grito que contenía toda la frustración, el dolor y la rabia acumulada. Gritó hasta que su garganta se sintió desgarrada, hasta que no quedaban más lágrimas.
Prendió la radio y comenzó a bailar solo en la sala. Los movimientos eran torpes, desesperados, pero liberadores. Bailó como si el mundo no existiera, como si nada importara más allá de ese momento. Cayó al suelo, exhausto, pero con una pequeña chispa de esperanza.
Mirando al techo, Joe susurró para sí mismo:
—Hagamos esta mierda bien, Joe. No más excusas. No más arrepentimientos—
Cerró los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió soñar con un futuro en el que todo, de alguna manera, estaría bien.
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Ecos de Hamlet
Fiksi PenggemarEn una pequeña ciudad costera, Kathryn es una talentosa actriz que ha decidido tomarse un descanso de Hollywood para redescubrir su pasión por la actuación en el teatro local. Joe, un joven aspirante a actor, sueña con salir de su pueblo y hacer una...