beautiful Eyes

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"Beautiful Eyes.. "

El crepúsculo, con su pincel invisible, trazaba sobre el cielo vasto un lienzo enrojecido, donde los suspiros del día parecían rendirse, desvaneciéndose en la inmensidad de lo que no es, pero siempre ha sido. Felix estaba allí, como si fuese parte de ese paisaje; su figura, casi incorpórea, parecía fundirse con el aire dorado que lo rodeaba, una sombra ligera entre la luz que muere y la noche que apenas despierta.

Seungmin lo observaba, no como se mira a un cuerpo, sino como se contempla una idea. Porque Felix, en esa hora sagrada del día, no era carne ni hueso; era más bien un pensamiento, un reflejo de lo intocable, un eco de algo que Seungmin no sabía nombrar, pero sentía resonar en sus venas.

Los ojos de Felix... ah, esos ojos. Seungmin siempre había pensado que los ojos de Felix no pertenecían a este mundo. Eran demasiado vastos para contenerse en la simple mirada de un ser humano. No, esos ojos contenían más que el ahora, más que el instante; contenían el universo, no como algo externo, sino como algo que había nacido en su interior y que, con cada parpadeo, se desplegaba para abrazar lo infinito.

“Tus ojos...”, murmuró Seungmin, y su voz fue apenas una vibración en el aire, como el eco lejano de un sueño olvidado. “Tus ojos no me miran, Felix. Ellos ven a través de mí, hacia un lugar que ni siquiera sé que existe.”

Felix giró ligeramente la cabeza, y en ese movimiento, el mundo pareció detenerse. Sus ojos, tan insondables como el mar en calma, se encontraron con los de Seungmin, y de repente, todo el universo pareció caber en ese instante.

“Mis ojos solo son lo que tú decides que sean”, respondió Felix, pero su voz no era un simple sonido. Era como el viento que pasa entre las hojas de un árbol solitario, susurrando secretos que nadie puede entender, pero que todos sienten en la piel. “Quizás no es que mis ojos vean más allá, Seungmin. Quizás es que tú has olvidado cómo mirar.”

Seungmin sintió que las palabras de Felix se deslizaban dentro de él, como si fueran agua que se derramaba sobre una piedra seca, buscando abrir grietas en su interior. Porque había verdad en lo que Felix decía. Había algo que él, Seungmin, no podía ver. Algo que escapaba a su comprensión, pero que estaba allí, en los ojos de Felix, esperando ser descubierto.

“No lo sé”, susurró Seungmin, pero no era una respuesta, sino una confesión. “Lo único que sé es que cuando te miro, siento que todo lo que soy, todo lo que podría ser, está atrapado en esos ojos tuyos. Como si fuera una sombra, un reflejo que solo existe porque tú me miras.”

Felix sonrió, pero no era una sonrisa que se pudiera ver. Era una sonrisa que Seungmin sintió, como si el aire mismo hubiese cambiado, volviéndose más suave, más cálido. “El reflejo es mutuo”, dijo Felix, y sus palabras eran como estrellas cayendo lentamente del cielo. “Lo que ves en mis ojos es lo que tú has puesto en ellos. No es más que la imagen de tu propio anhelo, de tus propios miedos, de tus sueños no confesados.”

El viento soplaba entre ellos, ligero, casi imperceptible, como un hilo invisible que unía sus almas en ese momento de comunión silenciosa. Los ojos de Felix eran un espejo, pero no un espejo que devuelve lo que está delante. No, esos ojos devolvían lo que está oculto, lo que se esconde en las sombras del alma, lo que Seungmin ni siquiera sabía que existía dentro de él.

“Entonces... si lo que veo en tus ojos soy yo mismo”, dijo Seungmin, su voz temblando ligeramente, “¿qué significa eso? ¿Qué significa si lo que veo es belleza, pero también dolor? ¿Si veo luz, pero también oscuridad?”.

Felix lo miró, y en esa mirada había algo más profundo que cualquier palabra. Porque algunas preguntas no necesitan respuestas. Algunas preguntas solo existen para recordarnos que somos humanos, que estamos hechos de contradicciones, de deseos y de miedos, de sombras y de luz.

“Significa que eres completo”, dijo Felix al fin, y sus palabras cayeron sobre Seungmin como una revelación. “Que dentro de ti existen todos los mundos posibles, todas las verdades, todas las mentiras. Y mis ojos... mis ojos solo te recuerdan lo que ya eres, lo que siempre has sido.”

Seungmin cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de Felix lo envolvieran, lo llenaran, lo transformaran. Porque, al final, los ojos de Felix no eran solo bellos. Eran un portal, una ventana hacia algo más grande, más vasto que cualquier atardecer o amanecer. Eran la promesa de que, a pesar de todo, había belleza en la confusión, en la duda, en la incertidumbre.

Y en ese momento, mientras el último rayo de sol se deslizaba tras el horizonte, Seungmin supo que, aunque nunca pudiera comprender del todo lo que veía en los ojos de Felix, no necesitaba hacerlo. Porque, al final, la belleza no estaba en la respuesta, sino en la pregunta.

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