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El verano avanzaba rápidamente y, con cada nuevo día, el campamento se llenaba de más risas, aventuras y momentos compartidos. A medida que la conexión con Griff se consolidaba, también comenzaba a notar pequeños cambios en mí misma. Sentía que había crecido, que cada desafío me había hecho más fuerte y más consciente de lo que realmente quería.

Una mañana, el campamento organizó un día de actividades acuáticas, y la emoción era palpable. Todos estaban ansiosos por disfrutar del lago y sus alrededores. Cuando llegamos, el sol brillaba intensamente, y el agua parecía invitar a zambullirse.

Griff y yo decidimos unir fuerzas en un juego de paddle surf. Mientras nos preparábamos, él me miró y sonrió.

—¿Listo para caer al agua? —bromeó, mientras ajustaba su chaleco.

—Solo si tú también caes —respondí, desafiándolo.

Nos subimos a la tabla y, tras algunos intentos de equilibrarnos, comenzamos a remar. Al principio, era complicado mantenernos en pie, pero las risas y el buen humor ayudaban a sobrellevar la falta de equilibrio.

—¡Cuidado! —grité cuando Griff perdió el equilibrio y casi me arrastra con él al agua.

Caímos, riéndonos a carcajadas, y emergimos empapados pero felices. El agua estaba fresca y refrescante, un alivio bajo el sol abrasador. Mientras flotábamos, aproveché para observar a mi alrededor; los demás campistas disfrutaban de sus propias aventuras y, en el fondo, se escuchaba la música alegre de una guitarra.

Después de unas horas de juegos acuáticos, decidimos tomarnos un descanso. Nos tumbamos en la orilla, dejando que el sol nos secara. Mientras mirábamos las nubes pasar, Griff se volvió hacia mí.

—Lola, ¿has pensado en lo que haremos después de este verano? —preguntó, su tono más serio que antes.

—A veces, sí. Es difícil pensar en dejar este lugar —respondí, sintiendo una punzada de nostalgia. —Me ha dado tanto, y me he sentido más viva aquí que en cualquier otro lugar.

—Lo entiendo. Este lugar es especial. Pero también siento que, aunque nos separemos, lo que hemos construido no se desvanecerá —dijo, mirándome intensamente.

Su voz resonó en mí, y mientras lo escuchaba, entendía que tenía razón. Habíamos creado recuerdos y una conexión que no se desharía fácilmente. Pero la idea de volver a la vida cotidiana me generaba ansiedad.

—A veces me pregunto si estamos listos para lo que viene después —admití, sintiéndome vulnerable.

—Quizás no lo estamos, pero eso no significa que debamos cerrarnos a las oportunidades. Podemos seguir en contacto, y quién sabe, quizás nuestros caminos se crucen de nuevo —respondió, ofreciendo una sonrisa reconfortante.

Con cada palabra suya, sentí que nuestras vidas estaban entrelazadas de una manera que iba más allá de este verano. No tenía la certeza de lo que nos depararía el futuro, pero su compañía me hacía sentir que podría enfrentar cualquier cosa.

Al caer la tarde, decidimos volver al grupo. Zuri y Jack estaban organizando una competición de natación, y la energía era contagiosa. Nos unimos, y pronto estábamos compitiendo entre risas y bromas, cada uno tratando de superarse.

Durante una de las carreras, Griff y yo nos encontramos codo a codo. La adrenalina corría mientras nadábamos, y, al llegar a la orilla, ambos emergimos riendo y exhaustos.

—¡Eres más rápida de lo que pensé! —dijo, con una mirada de sorpresa.

—Solo estaba motivada por no perder ante ti —respondí, sintiéndome orgullosa de nuestro pequeño desafío.

La competencia continuó, y al final del día, todos nos reunimos en torno a una fogata. Las llamas crepitaban, y el aroma de malvaviscos asados llenaba el aire. Los campistas compartían historias, anécdotas divertidas y risas.

A medida que la noche avanzaba, Zuri, que parecía más relajada desde la búsqueda del tesoro, se acercó a mí.

—Lola, ¿alguna vez has pensado en hacer algo grande después del campamento? —me preguntó.

—Como qué? —respondí, curiosa.

—No sé, tal vez un viaje o algo que te empuje a salir de tu zona de confort. A veces, me siento estancada, y creo que esto puede ser una oportunidad para aventurarnos un poco más —sugirió.

Su propuesta resonó en mí. En cierto modo, quería explorar más allá de lo que conocía. Y con Griff a mi lado, eso parecía más alcanzable.

—Esa podría ser una gran idea. Tal vez podríamos planear algo juntas —le respondí, sintiendo que la conversación también podía incluir a Griff.

Zuri sonrió y se unió al grupo, mientras yo me perdía en mis pensamientos. La idea de hacer algo grande, algo que desafiara mis límites, me emocionaba. No sabía qué forma tomaría, pero sentía que era el momento adecuado para comenzar a pensar en mi futuro.

Mientras la noche continuaba, Griff se acercó a mí y me dijo en voz baja: —¿Te gustaría ir a explorar la playa mañana, solo nosotros dos? Creo que podríamos encontrar algunas conchas hermosas.

—Me encantaría —respondí, sintiendo mariposas en el estómago. No solo era una salida, sino también una oportunidad para seguir profundizando nuestra conexión, sin la presión de los demás.

La noche llegó a su fin, y mientras me acomodaba en mi saco de dormir, no podía dejar de pensar en lo que el futuro podría traer. El campamento había sido una experiencia transformadora, y aunque no sabía qué pasaría después, estaba decidida a abrazar cada momento, cada oportunidad y cada amistad que había cultivado.

Con una sonrisa en el rostro, cerré los ojos y soñé con las posibilidades que aún estaban por venir.

Cuando el verano acabe || Griff Jones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora