Tiempos.
23:34
Lionel hacía sonar su guitarra acústica en la estación Constitución, entre los ruidos de los subtes con sus chirridos de rieles, tacones apurados, molinetes que iban y venían, que sumados eran como piezas que construían una escena de una noche porteña y vertiginosa que estaba llegando a su fin. Y de a poco aparecía ese momento en que todos los sonidos se apagaban y las nostalgias, soledades y tristezas empezaban a pesar más por el cansancio de una jornada eterna y la espera de interminables viajes de vuelta, quizás a una casa vacía. Esa melodía de Sabina pasaba desapercibida para los transeúntes que estaban más enfocados en sobrevivir un día más, que de disfrutar del arte callejero del músico. El estuche de la guitarra era la alcancía de los billetes que caían dos por tres, no tan seguido como quisiera.
Esa canción de Sabina la había escuchado hacia casi veinte años, en su juventud, abrazado a un amor que jamás olvidaría, y eso la había transformado en parte fija de su repertorio de estación. Solía cerrar los ojos y trasladarse allí, a ese abrazo, aferrándose otra vez a ese cuerpo que desearía que nunca se hubiera separado de él. Aun extrañaba ese perfume, la suavidad de esa piel, y lo profundo de esa mirada.
Escuchó unos pasos apurados y el ruido de un objeto que se caía, y al abrir sus ojos vio un celular rompiéndose en pedazos frente al estuche de su guitarra, un tren que se iba, dejando a un hombre desolado junto al andén. Un recuerdo vino a la mente de Lionel, un colectivo que se iba y el con el corazón desgarrado y sabiendo que se arrepentiría toda la vida haber llegado tarde a Retiro, no haberlo alcanzado, no haberle pedido perdón, no haberle dicho que lo amaba. De repente la figura de ese hombre derrotado, le recordaba a aquel Lionel de veintidós años que había perdido al amor de su vida, por un momento pensó que quizás, estaba corriendo el mismo destino que él y en el fondo sintió algo de compasión.
Se puso de pie, mientras el otro hombre le preguntaba a alguien de limpieza si habría otro tren, y este le decía que no, que el que había perdido era el último hasta la mañana siguiente. Lionel tomó el teléfono destruido del piso y mientras lo armaba escuchó esa voz, había cambiado, pero aún le era familiar. Cuando levantó la vista y lo vio allí, igual de flaco, menudo, pero con la mirada que alguna vez fue dulce y tierna, ahora desesperada dirigiéndose a cada rincón como esperando que algún tren atravesara la pared para venir a buscarlo, un vacío le llenó el estomagó. Era él, aquel amor que había perdido por haber llegado tarde. El destino obraba de maneras misteriosas, y en este caso, para Scaloni, estaba siendo un poco cruel con él. Se quedó helado allí, con los restos de teléfono en la mano sin saber que hacer.
Los ojos del de rulos se frenaron en el santafesino y no se movieron más, no podía creer lo que su vista le mostraba, y en el fondo deseaba que aquello que veía no fuera verdad. No podía salir de su asombro, de su incredulidad, de todas las personas del mundo, tenía que cruzarse con aquel que le había destrozado el corazón. Su primer amor, aquellos que no se olvidan más, que te dejan impregnados las texturas de sus labios. Quiso hacer de cuenta que no lo había visto, e incluso que no lo había reconocido y comenzó a caminar apurado hacia la salida de la estación.
Lionel por su lado se guardó los restos de celular en el bolsillo del camperón, tomó la plata en su bolsillo apurado y depositó la guitarra sin ninguna delicadeza en el estuche y lo siguió, al llegar afuera lo encontró desorientado, sin saber para donde salir.
- El celular, se te cayó- le dijo mientras escuchaba que Pablo murmuraba: - Pablo- el otro lo miró, el escuchar su nombre en la boca del más alto le provocó una punzada en el pecho, lo miró y luego prestó atención a la mano extendida del pujatense y tomó de mala gana el celular desarmado.
- Gracias- le dijo mascullando y cruzando los brazos.
- ¿Qué vas a hacer? – le preguntó Lionel, Pablo lo miró medio de costado.
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Tiempos
FanfictionPablo y Lionel se reencuentran después de 20 años de haber vivido un amor de verano. Descubren que aun hay cosas por resolver y heridas por cerrar. ¿Podrán?