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Me había despertado en una soleada mañana de verano, los rayos del sol inundaban mi habitación en una luz cálida que chocaba sobre mi cama. El sonido de mi móvil resonaba entre mi almohada, pensaba dejarlo sonar pero por algún motivo desconocido mi cuerpo se incorporó para cogerlo.

- ¿Si?- Dije intentando averiguar quién estaba detrás de esa llamada.

- Chiara, ¿otra vez te has quedado dormida?, habíamos quedado para preparar las cosas antes de irnos.

Pegué un salto de la cama, me había olvidado completamente de aquella quedada con Ruslana y seguramente ya me estaría esperando en su casa.

- Ay Rus, perdóname, en nada voy a tu casa.

Colgué la llamada desesperada, seguía dormida y desubicada, esa misma tarde, Ruslana y yo teníamos que coger un vuelo hasta Granada. Nos teníamos que instalar en casa de los padres de unos viejos amigos de mis padres, nos avisaron que no estarían en todo el verano, pero que se quedaría su hijo.

Avisé a mi madre para que me ayudara a meter las pocas cosas que me faltaban en la maleta, aproveche para comer algo y me dirigí a su casa.

Al haber tardado tanto, ya no teníamos tiempo para arreglarnos juntas, ya me estaba esperando fuera para irnos juntas hacía el aeropuerto.

- ¡Ya estamos aquí! .- Dijo mi madre bajando la ventanilla del coche.

Ruslana se acercó al coche dejándole un beso corto en la mejilla de mi madre y se sentó en el asiento trasero del coche. La miré con una sonrisa que escondía culpabilidad, sabía perfectamente que a Ruslana le encantaba prepararse antes de irse a cualquier sitio en compañía y más si era yo. Ella me devolvió la sonrisa y pusimos marcha al camino.

Por suerte vivíamos muy cerca y en menos de media hora nos encontrábamos despidiéndonos de mi madre. Fue difícil para mí, ya que estaría tres meses sin verla, estaba intentando aguantar las lágrimas, hasta que le abracé de nuevo para romper con el llanto. Ruslana, mientras, nos miraba con admiración, deseaba tener la misma relación con sus padres.

- Va Chiara, que aún tenemos que dejar las maletas y pasar por seguridad.

Al fin me espabile, tardamos realmente poco y nos dio tiempo a pararnos para comer algo.

- La verdad, es que tengo muchísimas ganas de ir, conocer gente nueva y disfrutar del verano que nos queda.- Decía Ruslana con una sonrisa de oreja a oreja.

- Me encanta verte feliz, Rus.- Nos quedamos abrazadas mientras que esperábamos la comida.

El trayecto hasta Granada fue bien, las dos nos quedamos dormidas al inicio del vuelo, con lo que provocó que pasará más rápido. El avión aterrizó y fuimos en busca de las maletas, mi madre me había dejado unos mensajes que fueron mi distracción hasta que llegó nuestro equipaje. Nos dirigimos a la salida para buscar al chico moreno que nos estaría esperando para llevarnos a su casa.

Vi al chico acercarse, me sonaba de algo, sabía que lo había visto en algún sitio, en alguna foto y tener recuerdos con él. Llegó a mi con timidez, estaba estático y enrojecido.

- Hola chicas, soy Martin.

Solo decirme su nombre, recordé lo poco que había vivido junto a él, pero lo bien que me lo pasé. Con Martin veraneé un año, junto a mis padres y los suyos. Todo fue mágico, nos llevábamos muy bien.

Lo miré ilusionada, lo miré con nostalgia, mi madre no quiso contarme nada, quería que fuera sorpresa y me alegré que fuera él con quien compartimos casa.

- ¡Martin!.- Dije abrazándolo.- Cuánto tiempo sin verte.

Dejé paso a Ruslana, que lo abrazó con las mismas ganas. Nos llevó a su casa en su coche, se le notaba menos nervioso, había mil temas de qué hablar y por eso no se nos hizo incómodo. Nos estuvimos contando cómo habían avanzado nuestras vidas desde la última vez que ambos nos vimos, Ruslana también contaba cosas de su vida, estábamos conectando bastante bien.

Llegamos a su casa, nunca antes había venido, era espaciosa y bonita, estaba decorada con muebles lisos y cuadros preciosos.

Subí a la habitación junto con Ruslana, la habitación tenía dos camas amplias y un pequeño baño. Me gustaba la idea de que esa sería mi habitación por bastantes semanas y que la compartiría con mi amiga.

- Chicas, voy a salir a comprar unas cosas para más tarde, no tardo.- dijo Martin mientras cerraba la puerta.

Ruslana y yo nos pusimos a deshacer las maletas mientras que Martin venía y así quitarnos el peso de encima. Recordé que no había hablado con mi madre desde antes de verme con Martin, así que cogí el móvil y me salí de la habitación.

- Hola mamá.- dije cuando escuché su voz.- Ya estamos en casa de Martin y nos estamos instalando, qué gran sorpresa volverme a encontrar con él.

- Me alegro mucho de que estéis bien, y ahora, te tengo que dejar que voy a una reunión, te quiero.

Justamente, al finalizar la llamada, quise ver un poco más de aquella casa, observar lo que había detrás de aquellas puertas cerradas. Pude ver la habitación de sus padres, que era mucho más grande que la mía, ellos tenían un baño más espacioso, con bañera y un armario enorme donde habitaba toda la ropa. En una esquina de aquel armario se encontraba un tocador, que seguramente le iba a dar su uso a lo largo de los días. Aparte también estaba la habitación de Martin, era algo más pequeña, pero seguía teniendo baño propio y un escritorio con ordenador donde seguramente se pasaba las noches jugando.

Escuché la puerta abrirse, y salí corriendo de su habitación, había vuelto con una bolsa que al parecer había tres botellas de alcohol.

- Chiara, ¿qué hacías? .- me dijo mientras cerraba las puertas abiertas que había dejado abiertas.

- Nada, simplemente observar un poco la casa.

- Está bien eso, oye mira, ven.- me dirigí a su vera, para escuchar lo que me decía.

- Esta noche hacen una fiesta.- Con tan solo decir fiesta, Ruslana apareció dando saltos.

- ¿Una fiesta? .- dijo emocionada.

- Si Rus, bueno, no es como tal una fiesta, me han invitado a casa de unos amigos a pasar la noche, y he pensado que vosotras podíais venir.

- ¿Estás seguro Martin?

- Si Chiara, aparte, vosotros no conocéis a nadie de aquí, podéis conocer mi grupo y hacer más amistades.

- Gracias Martin, pues por mi si, ¿tú qué dices Rus?

- Yo encantada.

Después de unas risas, estuvimos hablando, nos habló de quiénes eran sus amigos y nos empezamos a arreglar. 

EL DRAMA ANTES DE DORMIR// kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora