Capítulo 4
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El mercado estaba más concurrido de lo que Hanna esperaba. Las personas pasaban de un puesto a otro, tratando de conseguir lo poco que quedaba. El sonido de las conversaciones y el bullicio llenaba el aire, pero Hanna se sentía distante de todo. Era como si el mundo se moviera a su alrededor, mientras ella seguía atrapada en esa burbuja de recuerdos perdidos.Caminó por entre los puestos, buscando la pequeña tienda de flores que la señora Weiss solía atender. No fue difícil de encontrar; el olor de las flores frescas que se distinguía entre los aromas del mercado. Allí, sentada en un pequeño taburete, estaba la anciana, arreglando un ramo con calma, como si el caos de la guerra no la afectara.
Hanna se detuvo a unos metros, insegura de cómo acercarse. No sabía qué decir ni cómo explicar lo que sentía. Pero la señora Weiss, como si hubiera sentido su presencia, levantó la mirada y la vio. Le sonrió con suavidad, una sonrisa que, de alguna manera, le dio a Hanna el valor para avanzar.
“Sabía que vendrías,” dijo la anciana sin dejar de arreglar las flores. “Siéntate, niña. Te ves como si hubieras visto un fantasma.”
Hanna obedeció en silencio, sentándose en una pequeña silla junto a la tienda. Sus manos temblaban, y no sabía por dónde empezar.
“Yo... no sé cómo... pero necesito recordar,” dijo finalmente, con la voz apenas audible. “Algo terrible pasó, lo sé. Pero no puedo recordar qué fue.”
La señora Weiss asintió con calma, dejando las flores a un lado. Sus ojos, cansados pero llenos de sabiduría, observaron a Hanna detenidamente. “A veces, el cerebro nos protege de lo que no estamos preparados para enfrentar,” dijo. “Pero esconderse de los recuerdos no los hace desaparecer. Solo los entierra más profundo.”
Hanna bajó la mirada. Las palabras de la anciana resonaban en su cabeza de una manera que no podía explicar. Sabía que tenía razón, pero el miedo a lo que podría descubrir la tenía atrapada.
La señora Weiss se levantó lentamente y fue hacia la parte trasera de su tienda. Cuando regresó, llevaba una pequeña caja de madera, desgastada por los años. Se la entregó a Hanna.
“Esto lo encontré hace tiempo,” explicó. “No sé por qué, pero siento que te pertenece.”
Hanna abrió la caja con cuidado. En su interior, había una pequeña medalla de plata, con un grabado que le resultaba familiar. Su corazón dio un vuelco al verlo, como si algo en su interior reconociera ese objeto, aunque su mente no lo recordara del todo.
“Mi madre... tenía algo así,” murmuró Hanna, tocando la medalla con delicadeza. Un destello de memoria cruzó por su mente, pero fue fugaz, como si hubiera intentado asomarse y luego desaparecido.
La señora Weiss se sentó nuevamente frente a ella. “Los objetos tienen memoria, querida. Pueden ayudarnos a recordar lo que creemos haber olvidado.”
Hanna no estaba segura de cómo una medalla podría ayudarla a desenterrar los recuerdos enterrados en su mente, pero sabía que ese era un primer paso. Guardó la medalla en su bolsillo y miró a la anciana.
“Gracias,” dijo, aunque no estaba segura de qué estaba agradeciendo exactamente. Pero había algo en esa simple palabra que la hacía sentir un poco más ligera, como si finalmente estuviera comenzando un camino hacia las respuestas que tanto anhelaba.
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Recuerdos Perdidos
Romance"Recuerdos perdidos" síguela historia de Hannah Katz, una joven judía que experimentó el trauma de perder a su familia durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras intenta reconstruir su vida y descubrir su pasado, desarrolla una amistad complicada c...