Capítulo 3: ¿Qué está pasando?

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Llegamos al colmado e inmediatamente nos adentramos en él. Nos quedamos paradas a un lado de donde se supone que estuviera algún empleado atendiéndonos. No había nadie. Silencio. Un silencio sepulcral fue lo que nos recibió. Mamá dio unos pasos hacia al frente, observando si en alguna de las góndolas de la tienda había alguien.
-¿Hola?-llamó.-¿Hay alguien ahí?
Nada. Silencio nada más. Comencé a explorar el lugar como si fuese la primera vez que entrará en él. Mientras iba caminado en busca de algo de comida y agua, me fijé que todo estaba desordenado, todas las cosas tiradas en el suelo. Casi no se podía ni caminar. Yo continué caminando por las góndolas de en frente, mientras mi mamá me hizo señas dejándome saber que se haría cargo de las góndolas de atrás.
-Ten cuidado.-dije sin emitir ningún sonido, esperando que haya captado mi mensaje leyendo mis labios. Asintió, lo que significa que probablemente entendió mis palabras, y desapareció a unas cuantas góndolas más allá de donde yo estaba.

Continúe mi recorrido sin quitar la vista del suelo para no caerme y mirando alrededor al mismo tiempo. Mientras pasaba por la góndola, me di cuenta de que no había casi nada. La mayoría de las cosas estaban tiradas en el suelo todas aplastadas o rotas, lo que significa que ya no sirven. Había de todo, desde medicinas, maquillajes y artículos de higiene personal como, por ejemplo, jabón para bañarse y pasta de dientes, hasta preservativos y dulces. Sigo caminado en busca de algunas papitas o algo para llenar un poco mi estomago y el de mamá y me topo con las neveras donde se supone que estén las bebidas que venden en el lugar. Vacías. El cristal de las puertas estaba roto y había vidrios por todas partes. Me acerque con cuidado de no cortarme con los vidrios mas grandes y estiré mi mano para coger las únicas dos botellas que quedaban. Afortunadamente las dos eran de agua y estaban en el fondo de la nevera, quiere decir que las dejaron allí porque, o no se dieron cuenta de que estaban allí, o no les dio tiempo de tomarlas. Apenas yo las alcancé a ver. Las cojo y me volteo para ir hacia la otra góndola, cuando siento un ruido a mi derecha. Una repentina ola de miedo acarició mi cuerpo. Con los ojos en alerta, me dirijo hacia la góndola que esta a mi derecha y me asomo, deseando no encontrarme con ninguna de esas cosas come-humanos. Cuando mis ojos alcanzan la fuente de ruido, mi cuerpo se alivia al ver que la causante de ello fue mi madre. Camino hacia ella lo más rápido que puedo y, cuando llego a ella, le reclamo con la voz lo más bajita posible:
-¡Mamá!, ¡¿Acaso no ibas a estar en el otro lado!? Me diste un susto de infarto.-digo en un tono exasperado. Noto que se forma una leve sonrisa en sus labios, como si estuviera conteniendo una carcajada, y me contesta. -Lo siento, hija. Ya terminé de revisar aquella sección, no hay nada. Lo mismo que hay tirado por todas partes y la mayoría de las cosas ya no sirven, pero mira.-me dice haciéndome señas hacia una bolsa de pan con pasas con una gran sonrisa en la cara.-Creo que con esto controlaremos el hambre un rato.
-¡Oh, excelente! Por lo menos. Yo también encontré algo, mira.- digo alzando las dos botellas de agua.- Eran las únicas que quedaban, creo que tenemos suerte. Están a temperatura ambiente, pero no importa.
-Bueno, pues no se diga mas.-dice dejándome saber que tiene hambre al igual que yo.-Vamos, sentémonos en alguna esquina de por aquí a saborear nuestra "comida".-dijo con mucho énfasis y sarcasmo en la última palabra.

Caminamos hacia el mostrador que hay al lado de la puerta de entrada y nos sentamos. Escogimos ese lugar porque estaba cerca de la puerta, pero tampoco nos dejaba al descubierto, lo que significa que nada de lo que pase por en frente de la tienda nos puede ver, pero nosotras si a ellos. Nos dispusimos a comer en silencio, masticando, tragando y bebiendo agua. Cuando llegamos a mitad de la bolsa, decidimos parar y guardas para después, todavía no sabíamos a que nos estábamos enfrentando, no sabíamos si encontraríamos mas comida para la noche. Ni si quiera sabíamos donde íbamos a pasar la noche, pero no importa. Lo que importa es que estamos juntas. Decidimos darle una última ronda al lugar, por si encontrábamos algo mas, pero no encontramos nada útil.
-Ya pronto oscurecerá, mamá. ¿A dónde iremos? Seguro que nos cogerá la noche cuando estemos caminando y, eso no suena muy bonito con esas cosas que andan ahí afuera.-dije con un tono de obviedad en la voz.
-No lo se, Kat. Quizás podamos...- mamá paró de hablar y enseguida sus ojos se alarmaron. Yo sé la razón por la que paró de hablar, pues me di cuenta de que sonó algo a lo lejos, dentro de la tienda. Una vez más, mi cuerpo sintió esa oleada de miedo y alarma.
-¿Escuchaste eso?-dijo mamá en un susurro.
-Sí. Vino como de la puerta que está al final del pasillo, si no me equivoqué cuando pasé por allí, leí el letrero y dice que es el baño para caballeros.-mi mamá asintió, no queriendo hablar nada más para no atraer a lo que sea, o quien sea, que causó el ruido hacia nosotras. Otro ruido, seguido de unas voces susurrantes. No pude captar que fue lo que dijo. Miro a mi mamá esperando a ver que va a hacer y, como veo que no si quiera respira casi, se me ocurrió una idea.
-Mamá, tengo una idea. Voy a ver que fue eso.-digo en el tono de voz más bajo posible y, antes de que me interrumpa, continuo.-Tú, quédate aquí. No sería bueno que si hay una persona normal, o una de esas cosas, nos atrapen a las dos. Quédate aquí pendiente por si me pasa algo para que me ayudes. O mejor, acércate un poco, para que me puedas ayudar rápido si lo necesito, pero asegúrate de no quedar a la vista.-ella asiente, entendiendo mi plan y me advierte:
-Está bien, pero ve con cuidado. Estaré cerca, grita fuerte si me necesitas.-asiento y comienzo a caminar lentamente.

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