La habitación real estaba impregnada del aroma de flores frescas y la suave luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas de seda. En una cuna adornada con bordados dorados, la pequeña Adriana yacía dormida, su rostro radiante reflejando la belleza de su abuela, la Reina Nila I. Sentada al borde de la cama, la reina la observaba con profunda emoción y un aire de expectativa.
"¿No es ella la criatura más hermosa que has visto, Jemmy?", preguntó Nila, sin apartar la mirada de la cuna.
Jemmy, la madre de Adriana, entró en la habitación con pasos silenciosos, todavía recuperándose del parto. "Lo es, madre", respondió con una sonrisa, aunque su voz estaba llena de preocupación. "Pero no puedo evitar sentirme abrumada. El destino de nuestra familia descansa en ella. ¿Es correcto que la declares heredera desde su nacimiento?"
Nila se volvió hacia su hija, sus ojos llenos de determinación. "No solo es correcto, Jemmy. Es necesario. Leonard, tu esposo, no tiene descendencia que asegure el linaje, y esta niña es nuestra única esperanza. Desde este momento, proclamo que Adriana es la heredera al trono."
"¿No crees que deberíamos esperar? Que ella misma decida en el futuro", sugirió Jemmy, su voz temblando levemente.
"Adriana es especial, y lo sabes. Tiene en sus venas la sangre de una verdadera reina. Es bella, inteligente y siempre será respetuosa con los demás. No puedo permitir que nuestras inseguridades pongan en riesgo el futuro del reino", replicó Nila, con firmeza.
"¿Acaso no fue suficiente para ti? Eres la hija de una reina, y sin embargo, has sido un faro de luz en este palacio. Adriana será lo mismo, y más. Debes confiar en ella y en mí. Proclamaremos su herencia en la ceremonia cuando cumpla quince años, y el pueblo la aceptará", dijo Nila, con una convicción que resonó en las paredes de la habitación.
La Fractura Familiar
Los años pasaron, y Adriana creció rodeada del amor y la enseñanza de su abuela. La Reina Nila dedicaba cada día a instruirla en los deberes de la realeza, pero las tensiones en la familia aumentaban. Jorge IV, hermano de Jemmy, quien se había casado con una plebeya, había tomado decisiones que afectaron su posición en la familia real.
Un día, en el salón del trono, Jorge llegó furioso. "Madre, no puedo creer que estés insistiendo en que Adriana sea la heredera. ¿Qué te hace pensar que ella estará a la altura? No puede simplemente asumir el trono porque tú lo digas", exclamó, su voz resonando en la sala.
"Jorge, eres su tío, y deberías apoyarla. Ella es la única que puede unir a esta familia y al pueblo. He visto en ella el potencial de una gran reina", respondió Nila, sin perder la compostura.
"¿Potencial? Solo porque tú lo dices no significa que sea verdad. Ella no ha vivido lo que yo he vivido. Esta familia ha sufrido suficiente, y no estoy dispuesto a ver a mi sobrina convertida en un peón en tu juego", replicó Jorge, sus manos temblando de rabia.
"Esto no es un juego, hijo. Es el destino de nuestro reino. Adriana será una gran reina, y si no puedes verlo, entonces eres el que tiene problemas de visión", contraatacó Nila, su voz fuerte y clara.
"¿Y qué pasa con mi decisión de renunciar? ¿Eso no cuenta? ¿O solo lo ignoras porque ahora necesitas una heredera?", se burló Jorge, sus ojos brillando con frustración.
"Tu decisión fue un error, y lo sabes. Pero no puedo dejar que eso ponga en riesgo a Adriana. Ella tiene que estar lista, y tú tienes que aceptarlo", respondió Nila, el dolor visible en su expresión.
Mientras la discusión se intensificaba, Jemmy entró en la sala, alarmada por los gritos. "¿Qué está pasando aquí?", preguntó, su mirada alternando entre su madre y su hermano.
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El Amor de una Princesa: Entre el Deber y el Corazón
RomanceAdriana, la heredera al trono, se debate entre su deber real y un amor por Noah, un príncipe de Canadá. ¿Podrá encontrar la felicidad sin renunciar a su corona?