Con el paso del tiempo, la Reina Nila I, preocupada por las decisiones amorosas de Adriana, decidió que era momento de asegurar un matrimonio digno de una futura reina.
El salón del trono estaba en penumbras cuando la Reina Nila I recibió la carta del Rey de Canadá. Una carta que, aunque esperaba, no dejaba de generarle un leve temblor en las manos. Las conversaciones preliminares entre ambos reinos habían sido tensas, pero finalmente se había llegado a un acuerdo que beneficiaría a ambas partes. Sin embargo, la reina sabía que lo más difícil estaba por venir: contarle a su nieta que se había comprometido a un matrimonio con alguien a quien aún no conocía.
Esa misma noche, Nila llamó a su hija Jemmy al despacho privado. La reina tenía que compartir los detalles de este acuerdo antes de abordar la situación con Adriana.
"Jemmy, querida," comenzó Nila con un tono suave pero firme, "he tomado una decisión que beneficiará a nuestro reino a largo plazo. Sabes tan bien como yo que Adriana es la futura reina, y su matrimonio es una cuestión de estado. No podemos permitir que siga soñando con fantasías de amor. Necesitamos consolidar alianzas estratégicas."
Jemmy, que siempre había mostrado un gran respeto por su madre, frunció el ceño, consciente de lo que se venía. "¿A qué te refieres, madre? ¿Qué es lo que has decidido?"
Nila hizo una pausa antes de responder, midiendo cuidadosamente sus palabras. "He sellado un acuerdo con el Rey de Canadá. Su hijo, Noah, se casará con Adriana cuando ella cumpla 20 años."
Los ojos de Jemmy se agrandaron. "¿Un matrimonio con el príncipe canadiense? Madre, ¿has pensado en lo que eso significa para Adriana? ¡Ella no sabe nada de esto! Ni siquiera ha conocido a este... Noah."
"Lo sé," interrumpió la reina, levantando una mano para silenciar las preocupaciones de su hija. "Pero esto es lo mejor para nuestro reino. El joven Noah no será rey, eso es innegociable. No cederé el trono ni pondré en riesgo nuestra soberanía. Será el Duque de Choluteca. Será un aliado poderoso, pero no tendrá el título de rey."
Jemmy dejó escapar un suspiro. "Madre, Adriana está enamorada del amor. Todavía sueña con la posibilidad de encontrar a alguien que ame por lo que es, no por lo que representa. ¿Cómo crees que va a reaccionar cuando le digas que debe casarse con alguien a quien no ama?"
Nila, aunque firme en su resolución, mostró un destello de compasión en sus ojos. "Lo sé. No será fácil. Pero ella entenderá con el tiempo. Hemos hecho sacrificios más grandes que este, Jemmy. Nuestra familia siempre ha puesto el reino primero. Y ella deberá hacer lo mismo."
Al día siguiente, Adriana fue convocada al despacho de su abuela. Al entrar, encontró a la reina sentada en su sillón de terciopelo, su expresión imperturbable pero serena. Sabía que algo importante estaba por suceder.
"Abuela, ¿por qué me has llamado?" preguntó Adriana, sintiendo un nudo en el estómago.
Nila levantó la vista, su mirada fija en los ojos de su nieta. "Adriana, he tomado una decisión que afecta tu futuro. No es algo que debas temer, pero sí algo que debes aceptar."
Adriana se acercó, sentándose frente a la reina, con el corazón acelerado. "¿De qué se trata?"
"Te casarás con Noah, el hijo del Rey de Canadá, cuando cumplas 20 años," dijo Nila con una frialdad calculada.
El impacto de las palabras golpeó a Adriana como una bofetada. Sus ojos se abrieron de par en par, y por un momento, no pudo articular palabra. "¿Qué? ¡No puedo creer que hayas decidido eso sin consultarme!"
"Es lo mejor para el reino, Adriana," continuó Nila, sin cambiar su tono. "La alianza con Canadá es crucial para nuestra estabilidad. Noah no será rey, será el Duque de Choluteca. Pero su presencia aquí solidificará nuestra relación con uno de los reinos más poderosos del mundo."
Adriana se levantó de golpe. "¡No soy un peón en tus juegos políticos, abuela! ¿Cómo puedes esperar que me case con alguien que no conozco? ¡Ni siquiera me has preguntado si estoy de acuerdo!"
"Tu vida no es solo tuya, Adriana," respondió la reina, levantándose también, enfrentando la tormenta emocional de su nieta con una calma impenetrable. "Eres la heredera al trono. Tus decisiones deben estar guiadas por lo que es mejor para tu pueblo, no por lo que desea tu corazón."
Adriana sintió que las lágrimas amenazaban con brotar. "¿Y qué hay de mi felicidad? ¿Qué hay del amor, abuela?"
Nila respiró hondo, su voz más suave pero aún firme. "El amor es un lujo que pocas personas en nuestra posición pueden permitirse. Pero puedes aprender a amar a Noah con el tiempo. Esta es una oportunidad, no un castigo."
Adriana no respondió. Simplemente se dio la vuelta y salió del despacho, con el corazón pesado y la mente revuelta. Sabía que oponerse a su abuela era inútil, pero la idea de casarse con alguien que no conocía, alguien que ni siquiera había visto, era insoportable.
Pocos días después, Noah, el hijo del Rey de Canadá, llegó al reino. Adriana lo observaba desde la distancia, mientras él saludaba a su abuela y madre. A primera vista, Noah no parecía el típico príncipe. Tenía una apariencia seria y distante, con una postura firme, pero sus ojos revelaban una especie de melancolía. Algo en él parecía estar tan desinteresado en este acuerdo como ella.
Eventualmente, fueron presentados formalmente en una reunión privada. Noah hizo una reverencia cortés ante Adriana, mientras ella apenas podía disimular su incomodidad.
"Noah," dijo la reina con una sonrisa controlada, "te presento a mi nieta, la futura reina de Honduras, Adriana."
Noah levantó la mirada hacia Adriana, asintiendo levemente. "Es un honor conocerte, princesa."
Adriana, sin poder ocultar su desagrado, simplemente inclinó la cabeza. "Lo mismo digo, Noah."
Hubo un silencio tenso entre ellos, interrumpido únicamente por la reina. "Nos esperan grandes cosas. Ambos reinos florecerán con esta alianza."
Pero mientras las palabras de la reina resonaban en el aire, tanto Adriana como Noah sabían que la situación estaba lejos de ser ideal. Noah, al igual que Adriana, tenía su corazón en otra parte. Amaba a una joven en Canadá, pero su padre, el rey, lo había obligado a aceptar este matrimonio por el bien del reino.
Adriana, por su parte, aún no podía olvidar a Julián, el plebeyo con el que había compartido momentos tan íntimos. Aunque había dejado esa relación, el peso de esa decisión seguía presente en su corazón.
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El Amor de una Princesa: Entre el Deber y el Corazón
Storie d'amoreAdriana, la heredera al trono, se debate entre su deber real y un amor por Noah, un príncipe de Canadá. ¿Podrá encontrar la felicidad sin renunciar a su corona?