La mañana después del baile, Adriana despertó con los ojos hinchados y la mente confusa. Se sentía más vacía de lo que jamás había imaginado. Durante la noche, mientras Noah dormía a su lado, había contemplado el techo de su habitación, lágrimas rodando por sus mejillas sin poder detenerlas. Lo que había pasado entre ellos no era amor; no, no lo era. Había sido un escape, una liberación de tensiones, pero no había habido conexión emocional profunda. Noah no era quien ella quería. Y más importante aún, ella no era quien deseaba ser en esa relación.
Adriana: "Esto no está bien," murmuró en la penumbra, más para sí misma que para Noah.
Con el primer rayo de luz, había deslizado silenciosamente su cuerpo fuera de la cama y se había envuelto en una capa, dejándolo dormir. Quería alejarse, distanciarse de lo que había sucedido, pero las lágrimas seguían. Había buscado amor, había deseado libertad, pero lo que encontró la había dejado más rota que nunca.
Cuando la puerta de su habitación se cerró tras ella, los pasos apresurados de la servidumbre no pasaron desapercibidos. Al llegar al salón principal, la reina Nila ya la esperaba. Su mirada era de acero, y Adriana supo al instante que las noticias del baile y de lo sucedido habían llegado a oídos de su abuela.
Reina Nila I: "Adriana..."
Su voz fue un susurro frío, cargado de desaprobación. La sala parecía detenerse cuando Nila se levantó del trono, caminando hacia su nieta.
Reina Nila I: "Has traído deshonra a esta familia. Tu comportamiento en el baile fue una vergüenza, y lo que pasó después... lo sé todo."
Adriana sintió un nudo en la garganta. Sabía lo que venía, pero no tenía fuerzas para resistirlo.
Adriana: "Abuela, yo... lo que pasó no significa nada. Fue un error, no amor. Noah y yo no... no es lo que tú piensas."
Nila alzó una ceja, cruzándose de brazos.
Reina Nila I: "¿Un error? ¿Así le llamas a tu imprudencia? Eres la futura reina, Adriana. No tienes margen para errores. No puedo permitir que sigas actuando como una niña caprichosa."
La reina hizo un gesto con la mano, y dos guardias se acercaron de inmediato.
Reina Nila I: "A partir de este momento, quedarás confinada en la torre. Hasta que demuestres que puedes comportarte como una verdadera reina, no volverás a ver la luz del día."
Adriana sintió un frío aterrador recorrer su cuerpo. El castigo era severo, pero sabía que la reina estaba decidida a imponer su autoridad. Sin decir una palabra más, los guardias la tomaron del brazo y la arrastraron hacia la torre del palacio, donde pasaría días, tal vez semanas, aislada.
El viento frío soplaba alrededor de la torre mientras Adriana miraba por la ventana con lágrimas silenciosas corriendo por sus mejillas. La habitación era pequeña, fría, y austera. El silencio era ensordecedor, y la soledad solo hacía que el peso de su culpa y confusión creciera más y más.
Las noches pasaban lentamente, con recuerdos de Noah invadiendo su mente, pero ya no con deseo. Ahora solo había arrepentimiento, tristeza. No lo amaba. Nunca lo había amado, y lo que sucedió entre ellos no era lo que ella quería para su vida. Ella solo había buscado una vía de escape, y al final, eso la había hundido más en el abismo de las expectativas reales.
Una noche, mientras Adriana se encontraba acurrucada en una esquina de la habitación, escuchó un leve sonido fuera de la ventana. Se levantó lentamente, su corazón acelerado. Se acercó con cautela, y al mirar hacia afuera, vio a Noah. Estaba escalando la torre, con la ayuda de una cuerda que alguien había colocado. Su rostro estaba serio, pero había una determinación en sus ojos que no había visto antes.
Noah: "Adriana, vine a sacarte de aquí."
Ella lo miró en silencio, sin saber cómo reaccionar. Parte de ella quería gritarle que se fuera, que la dejara en paz. Pero otra parte, más profunda, agradecía su presencia, el simple hecho de que alguien estuviera dispuesto a hacer algo por ella.
Adriana: "Noah, no deberías estar aquí. Si mi abuela se entera, te castigará también."
Noah: "No me importa lo que piense tu abuela. No podía dejarte aquí sola."
Finalmente, Adriana aceptó su mano, y con su ayuda, descendieron lentamente desde la torre hasta el suelo. La noche estaba oscura, y el palacio permanecía en silencio. Noah la guió a través de los jardines, hacia un pasadizo secreto que la llevaría a sus habitaciones.
Cuando llegaron a la habitación de Noah, cerraron la puerta detrás de ellos. Adriana se sentía agitada, sus emociones a flor de piel. Aún no sabía qué pensar sobre todo lo que estaba sucediendo, pero la presencia de Noah la reconfortaba.
Adriana: "Noah, no sé qué hacer. No sé quién soy en realidad. No te amo, y lo que sucedió aquella noche... no fue lo que pensaba que quería."
Noah la miró con una expresión seria. Su mano rozó la mejilla de Adriana, secando una lágrima que había caído.
Noah: "Lo sé, Adriana. Lo que pasó entre nosotros... fue un impulso, una confusión. No era amor."
Adriana asintió lentamente, pero en ese momento, las emociones reprimidas de ambos comenzaron a florecer nuevamente. No era amor, pero había algo entre ellos, algo que no podían controlar. El peso del deber, las expectativas, y las tensiones acumuladas los llevaban a buscar consuelo el uno en el otro, aunque fuera momentáneo.
Adriana: "Noah, no quiero pensar en nada ahora. No en mi abuela, ni en el reino. Solo quiero escapar, aunque sea por esta noche."
Noah la miró a los ojos, comprendiendo lo que ella sentía. No era amor lo que los unía, pero era una conexión que necesitaban en ese momento. Sin decir una palabra más, la tomó de la mano y la guió hacia la cama. Sus movimientos eran lentos, pero decididos, como si ambos entendieran que, aunque no había futuro en esa unión, el presente era lo único que les quedaba.
Esa noche, Adriana y Noah se entregaron nuevamente el uno al otro, pero esta vez con una intensidad diferente. No era la confusión de la primera vez, sino la comprensión de que ambos estaban tratando de encontrar algo en medio del caos de sus vidas. No era amor, pero era un escape, una forma de sentirse vivos en medio de las responsabilidades que los aplastaban.
Cuando la mañana llegó, sabían que lo que había sucedido no cambiaría sus destinos, pero por esa noche, al menos, habían encontrado una tregua en medio de la tormenta.
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El Amor de una Princesa: Entre el Deber y el Corazón
RomansAdriana, la heredera al trono, se debate entre su deber real y un amor por Noah, un príncipe de Canadá. ¿Podrá encontrar la felicidad sin renunciar a su corona?