Estoy podrida por dentro

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CHIARA

Un ruido incesante me despertó. Abrí los ojos y busqué qué era lo que no paraba de sonar. Me separé levemente de Violeta y vi mi teléfono. Una llamada entrante de Ruslana.

Me levanté con cuidado de no despertarla y salí de la habitación a atender su llamada.

- Rus, ¿sabes qué hora es?

- Kiki, necesito tu ayuda, y... la de Martin— Su voz sonaba seria y temblorosa. Enseguida reaccioné.

- ¿Qué pasa?

- N–no puedo co–contártelo por.. aquí. — Oí cómo sorbía por la nariz—. Te paso ubicación y venís, los dos. Por favor. — Su tono sonaba suplicante. Yo le respondí con toda la seguridad que fui capaz de reunir.

- Enseguida estaremos ahí.

Fui rápidamente a despertar a Martin, que dormía junto a Juanjo, y nos fuimos juntos. No sin antes dejarles una nota a la pelirroja y el maño que se quedaron sumidos en un profundo sueño en nuestras respectivas habitaciones.

Al cabo de diez minutos conduciendo, llegamos a la entrada de un hotel bastante caro. Martin y yo nos miramos con confusión, sin entender qué hacía Rus aquí.

De repente, algo en mi cabeza hizo clic, y mi mirada se fue convirtiendo en una que emanaba furia. Miré a Martin, y ambos lo dijimos al unísono.

- Salma.

Entramos a la recepción del edificio y preguntamos por ella. Había una habitación a su nombre, y subimos por el ascensor lo más rápido que pudimos.

Al llegar, la puerta estaba entreabierta. Entramos y todo estaba hecho un desastre, hasta los cuadros que decoraban la lujosa habitación. Me adentré aún más en la habitación y la imagen que vi ante mí fue desgarradora. Ruslana sentada encima de la cama, abrazando sus rodillas, su pelo completamente alborotado, y su cara llena de lágrimas silenciosas.

Al oírnos llegar, alzó la mirada, y empezó a llorar con más fuerza si cabía. Martin y yo nos acercamos enseguida hacia ella, y la abrazamos fuerte. Ninguno de los tres dijo nada en lo que pudo ser el abrazo más fuerte del mundo, hasta que la notamos más tranquila y fui yo la primera en hablar.

- ¿Quieres contarnos qué ha pasado? — Pregunté acariciándole la mejilla. Ella se sorbió la nariz antes de contestar.

- Yo... Salma, me llamó... Me dijo que... estaba mal, y que... que... teníamos que hablar... Yo, vine aquí... Es la primera vez que me cita en un hotel...

- ¿Y qué pasó cuando llegaste? — preguntó cauteloso Martin. Ruslana volvió a sorber la nariz.

- Ella estaba en la terraza, esperándome... Cuando me acerqué y quise darle un beso, se puso histérica, y me dijo cosas... — Dijo con su voz quebrándose.

- ¿Qué cosas? — Pregunté con miedo de escuchar su respuesta.

- Me dijo que era una zorra, que había estado jugando con ella todo este tiempo, que no sabía lo que era amar a alguien y nunca lo sabría. También...— No pudo completar la frase, porque comenzó a llorar de nuevo. Martin y yo la sostuvimos entre nuestros brazos hasta que logró calmarse.

- Tranquila, mi niña. Todo va a estar bien, te lo prometo.

- ¡No! Ella tiene razón, no sé lo que es amar sinceramente. Nunca encontraré a alguien y podré decir que la quiero honestamente. Estoy podrida por dentro. — Yo negué con la cabeza, mis lágrimas empezaron a salir sin control por mis ojos. Martin la agarraba las manos, también llorando.

- Ni se te ocurra volver a repetir eso, ¿me entiendes? Nada de lo que esa estúpida te dijo es cierto. Rus, mírame. Por favor. — Le cogí la cara entre mis manos—. Tú sí que sabes amar de verdad. Y nos lo demuestras cada día. — Ella bufó, sin terminar de creerse lo que le estaba diciendo.

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