25. El Peso del Silencio

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Hacia las cuatro de la madrugada, Sarah seguía dando vueltas en la cama, atrapada en sus pensamientos. Comprobó que Hermione, Eileen y Ginny estaban profundamente dormidas y comenzó su ritual. Cada corte que se hacía venía acompañado de un pensamiento autodespreciativo:

"Mírate, no eres bonita."

"Deberías ser como ellas."

"Necesito un abrazo."

"Si eres así de fea, nadie te va a amar nunca."

"Por tu culpa, Eileen está enfadada."

"Vas a estar sola toda la vida si muestras todas esas marcas."

"Muérete de una vez."

Los pensamientos la empujaban a seguir, y sin darse cuenta, los cortes se volvieron profundos y la sangre comenzó a fluir en exceso. Sarah, angustiada, se apresuró a vendarse nuevamente, pero la sangre seguía traspasando las vendas. Exhausta, se tumbó en la cama, mirando al techo, intentando calmar su mente atormentada.

En un giro inesperado, Blackie, su gato, subió a la cama y se acomodó a su lado. Aunque generalmente prefería estar cerca de su hermano, el felino parecía percibir su dolor. A pesar de que muchos consideraban a Blackie feo por su pelaje negro y la cicatriz en su ojo derecho, Sarah lo encontraba especial. En ese momento, el gato, de alguna manera, entendía su sufrimiento y le ofrecía una presencia reconfortante. Sin darse cuenta, Sarah se quedó dormida, sintiéndose ligeramente aliviada por la compañía inesperada de Blackie.

Al día siguiente, Sarah fue la última en despertar. Al no encontrar a nadie en la habitación de Ginny, aprovechó para cambiarse las vendas, un proceso que resultó bastante doloroso ya que se habían pegado a las heridas. Mientras intentaba lidiar con el malestar, notó que Blackie, su gato, no se despegaba de ella. Su comportamiento había cambiado de manera inexplicable durante la noche, lo que preocupaba un poco a Sarah.

Cuando bajó, la señora Weasley la llamó para hablar un momento antes del desayuno. Quería decirle algo en privado, lejos de las miradas de los demás.

—Sarah, quiero que sepas que aquí estarás cómoda y, sobre todo, segura. Todos en esta casa se preocupan por ti, algunos más que otros... —El tono bajo y la imprecisión en sus palabras intrigaron a Sarah—. Puede sonar extraño, pero realmente queremos verte bien. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo.

—Estoy bien, señora Weasley —respondió Sarah, tratando de ocultar la mentira detrás de una sonrisa—. Pero de todas formas, agradezco mucho el apoyo.

Después de eso, la señora Weasley le sonrió y ambas regresaron, insistió bastante en desayunar algo con el resto antes que otra cosa pasara. Sarah lo hizo aunque comió poco, no estaba acostumbrada a comer demasiada comida en su casa. Le parecía raro que todos comieran con tantas ansias, sólo era comida y había de sobra para todos.

La señora Weasley sonrió con calidez y las dos regresaron al comedor. Molly insistió en que Sarah desayunara con el resto antes de hacer cualquier otra cosa. Aunque Sarah comió poco, ya que no estaba acostumbrada a grandes cantidades de comida, se sorprendió de la voracidad con la que los demás disfrutaban del desayuno. La abundancia de comida era una novedad para ella.

Después de la comida, cada uno se dispersó: Fred y George estaban tramando una broma para Eileen, Harry y Ron discutían sobre Quidditch, Hermione conversaba con Eileen y Ginny, y Sarah ayudaba en lo que podía. Sin embargo, los golpes recientes le impedían hacer mucho, algo que Molly notó y reprendió a Sarah por intentar trabajar cuando aún no estaba completamente recuperada. A pesar del regaño, Sarah continuó ayudando sin hacer mucho caso a las advertencias.

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