Planes para el Futuro
Después de tantas conversaciones y sueños compartidos, finalmente Astrid se mudó a la casa que Isabela había comprado. El hogar se sentía más completo con la presencia de ambas, y cada rincón reflejaba la vida que comenzaban a construir juntas. Mientras tanto, en casa de los padres de Astrid, Grecia ya había salido del hospital con Tiago, su bebé recién nacido, quien se había convertido en el centro de atención de toda la familia.
Astrid visitaba a su hermana y a su sobrino siempre que podía, y a veces Isabela la acompañaba. Aunque Isa no lo admitía abiertamente, se había encariñado con Tiago. Cuando lo sostenía en brazos, los ojos de Isabela suavizaban, y sus gestos normalmente firmes se volvían más delicados. Casi parecía que Isa se convertía en una segunda madre para el pequeño.
Un día, durante una de esas visitas, Isabela estaba cargando a Tiago con naturalidad, mientras Astrid los observaba con una sonrisa. El bebé reía y movía sus pequeñas manos, encantado por la atención de Isa. Astrid, mirando la escena, no pudo evitar pensar en algo que llevaba tiempo rondando en su mente. Se acercó suavemente, observando cómo Isa interactuaba con Tiago.
—Oye, Isa —le dijo con una sonrisa traviesa—, ¿no te gustaría tener una mini Isabela corriendo por la casa?
Isabela se detuvo, sorprendida por la pregunta, y con un gesto lento le entregó al bebé a Astrid. Sin decir palabra, salió al patio en silencio, buscando aire fresco para aclarar su mente. Astrid, notando la repentina reacción de Isa, dejó a Tiago en su cuna y fue tras ella, preocupada por lo que estaba pasando.
Al encontrarla en el patio, Astrid vio a Isabela mirando al horizonte, visiblemente afectada. Con delicadeza, se acercó y le preguntó:
—¿Qué tienes, Isa? ¿Te molestó lo que dije?
Isabela bajó la mirada y, después de unos segundos de silencio, respondió con voz entrecortada:
—No, no me molestó. Es solo que… en mi juventud, soñaba con ser mamá, pero con el tiempo lo dejé de lado. Tengo miedo, Astrid. Miedo de ser igual que mis padres… de cometer los mismos errores que ellos. Además, ya no soy tan joven —dijo, con un tono de resignación.
—Tampoco estás tan grande, amor. Solo te truena la rodilla —bromeó, buscando aliviar la tensión. Ambas rieron suavemente, y la atmósfera se aligeró.
Luego, Astrid se puso seria por un momento y añadió:
—Yo sí quiero una mini Isa corriendo por la casa algún día. Serías una madre increíble, lo sé. Pero no tenemos que decidir nada ahora. Lo veremos con el tiempo.
Isabela asintió, agradecida por la paciencia y el amor de Astrid, pero aún con ciertas dudas rondando en su mente.
—Primero quiero que te concentres en tu futuro —dijo Isa, mirándola con cariño—. Hay tantas cosas que aún debemos construir antes de dar ese paso.
Un mes más tarde, Isabela estaba en casa, terminando algunos asuntos cuando Astrid llegó después de pasar la tarde con sus padres. Desde que se mudaron juntas, Astrid había notado pequeños cambios en Isa. A veces la encontraba distraída o nerviosa, algo completamente inusual en ella. Esa tarde, al entrar en la casa, Astrid notó que Isa actuaba de manera extraña, lo que solo alimentó sus inseguridades.
Isabela estaba en la cocina, revisando algo en su teléfono, pero al notar que Astrid había llegado, rápidamente lo guardó, lo que hizo que Astrid empezara a sospechar.
—¿Qué pasa, Isa? —preguntó Astrid, tratando de sonar casual, aunque sus inseguridades comenzaban a aflorar.
—Nada, amor. Solo estoy terminando unos asuntos del trabajo —respondió Isabela, pero había algo en su tono que no convenció a Astrid.
Durante los días siguientes, Astrid no pudo evitar notar que Isa se mostraba evasiva. Las dudas comenzaron a crecer en su mente, y pronto los celos e inseguridades la llevaron a pensar en la posibilidad de que Isabela estuviera ocultándole algo.
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Ecos de Amor
FanfictionLas escribo para mi y para una amiga, las publicó para que las lea Monse. Si gustan leerlo adelante, son bienvenidos.