Las semanas que siguieron a la exposición pasaron en una mezcla de emociones y nuevas oportunidades. Clara había recibido varias propuestas de colaboración de otros artistas y galerías, algo que nunca habría imaginado. Aunque la exposición había sido un éxito, lo que más la marcó fue el inesperado acercamiento con su madre. Desde aquella noche, habían intercambiado algunos mensajes, y aunque la relación aún estaba lejos de ser perfecta, algo dentro de Clara sentía que finalmente estaban avanzando en una dirección positiva.
Un día de mediados de mayo, mientras estaba en el café organizando algunas fotos para un nuevo proyecto, recibió una llamada. El número no era familiar, pero lo reconoció de inmediato: era de la galería donde había expuesto sus fotos.
—Hola, Clara —dijo la voz al otro lado—. Soy Paula, la curadora de la galería. Quería felicitarte de nuevo por la exposición. Fue un éxito, y muchas personas han preguntado por ti desde entonces.
Clara sintió cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. No esperaba que la exposición tuviera un impacto tan duradero.
—Gracias, Paula. Me alegra mucho escuchar eso —respondió, intentando mantener la calma.
—De hecho —continuó Paula—, queríamos proponerte algo. Estamos organizando una muestra más grande en la ciudad, y creemos que tu trabajo encajaría perfectamente. Sería una exposición de artistas emergentes, y nos encantaría que participes. ¿Estarías interesada?
Clara se quedó en silencio por unos segundos, procesando la magnitud de la oferta. Una nueva exposición, y esta vez en una ciudad más grande, con un público más amplio. La emoción y el miedo se entremezclaron en su pecho.
—¡Por supuesto! —respondió finalmente—. Estoy muy interesada. ¿Cuándo sería?
—En un par de meses. Tendrías tiempo suficiente para preparar nuevas obras si lo deseas —explicó Paula—. Te enviaré más detalles por correo, pero solo quería confirmar tu interés primero.
Después de colgar, Clara se quedó en su pequeña oficina, mirando el teléfono en su mano. No podía creer lo que acababa de suceder. Todo parecía estar sucediendo tan rápido, como si el mundo finalmente estuviera conspirando a su favor después de tantos años de dudas y miedos.
Esa noche, Clara se reunió con Javier para cenar. Habían decidido encontrarse en un restaurante pequeño y acogedor cerca del centro del pueblo, un lugar que les gustaba por su ambiente tranquilo y su deliciosa comida casera. Al llegar, Clara no pudo contener su emoción y le contó a Javier todo sobre la nueva oportunidad que se le había presentado.
—¡Eso es increíble, Clara! —exclamó Javier, levantando su copa para brindar—. Sabía que algo grande te esperaba. Solo era cuestión de tiempo.
Clara sonrió, emocionada pero también un poco nerviosa.
—No puedo evitar sentirme abrumada. Todo está pasando tan rápido... A veces me pregunto si realmente estoy preparada para esto.
Javier la miró con seriedad y luego sonrió.
—Lo estás. Lo has estado desde el principio, solo que ahora el mundo está comenzando a verlo también. Y recuerda, no tienes que hacerlo todo sola. Estoy aquí para apoyarte en lo que necesites.
Las palabras de Javier fueron un bálsamo para los nervios de Clara. Siempre había contado con él, y saber que lo tenía a su lado en este nuevo capítulo de su vida le daba una sensación de seguridad que le hacía falta.
—Gracias, Javi. De verdad, no sé qué haría sin ti.
En los días que siguieron, Clara se sumergió en la creación de nuevas fotografías para la exposición. Pasaba horas en su pequeño estudio, experimentando con luces, sombras y perspectivas, buscando capturar algo más profundo en cada imagen. No quería simplemente repetir el trabajo de la exposición anterior; quería evolucionar, mostrar algo diferente, más personal.
Martín, quien también estaba al tanto de la nueva exposición, la visitó una tarde para conversar sobre el enfoque de su nueva obra.
—¿Cómo te sientes con este proyecto? —le preguntó mientras ambos revisaban algunas de las fotos que había tomado.
Clara se encogió de hombros, aún insegura.
—No lo sé... quiero que estas fotos sean más personales, más íntimas. Pero a veces siento que estoy forzando algo que no está ahí.
Martín asintió.
—Es normal sentir eso cuando estás tratando de hacer algo diferente. Pero recuerda, lo que hace que tus fotos sean especiales es la conexión que tienes con lo que capturas. No tienes que forzar nada. Solo sigue tu instinto.
Esa conversación la tranquilizó. Clara decidió salir a caminar por el pueblo en busca de inspiración, como solía hacer cuando necesitaba despejar la mente. Caminó hasta la plaza central y se sentó en una de las bancas, observando a la gente pasar. Había algo fascinante en los pequeños momentos cotidianos: la pareja que compartía un helado, el niño que corría tras una pelota, el anciano que leía el periódico en silencio.
Decidió sacar su cámara y capturar algunos de esos momentos, permitiendo que sus fotos reflejaran la vida simple, pero llena de historias, que la rodeaba. Quizá ese era el enfoque que necesitaba para esta nueva exposición: la vida misma, sin adornos ni pretensiones.
Unos días antes de la fecha límite para entregar su trabajo a la galería, Clara recibió otro mensaje inesperado. Esta vez, era de Daniel, su exnovio. Hacía mucho que no sabía de él, y la sola visión de su nombre en la pantalla la hizo detenerse en seco. Habían terminado de una manera complicada, y aunque había pasado mucho tiempo, Clara todavía llevaba consigo algunas de las heridas de esa relación.
El mensaje era corto, pero directo:
—"He escuchado sobre la exposición en la ciudad. Me alegra que estés logrando lo que siempre quisiste. ¿Podemos vernos antes de que te vayas?"
Clara cerró los ojos y suspiró. No había esperado esto, y no estaba segura de cómo se sentía al respecto. Parte de ella quería ignorar el mensaje y seguir adelante con su vida, pero otra parte, la más curiosa, se preguntaba qué quería Daniel después de todo este tiempo. ¿Quería cerrar un capítulo, o había algo más detrás de su mensaje?
Pasó horas pensando en qué hacer, debatiendo entre sus emociones y su razón. Finalmente, decidió responder, manteniendo un tono neutral.
—"Podemos vernos. Dime cuándo te viene bien."
No sabía qué esperar de ese encuentro, pero algo en su interior le decía que era necesario, como si enfrentarse a esa parte de su pasado fuera clave para avanzar de verdad hacia el futuro.
El día del encuentro llegó, y Clara se dirigió a un café en el centro de la ciudad donde habían quedado de verse. Al llegar, lo vio sentado en una mesa junto a la ventana, su mirada fija en su taza de café. Al verla, Daniel se levantó y sonrió tímidamente.
—Hola, Clara.
—Hola, Daniel —respondió ella, sentándose frente a él.
El silencio que siguió fue incómodo, pero ambos sabían que había mucho por decir, mucho por sanar. Clara no estaba segura de cómo sería esa conversación, pero sentía que, de alguna manera, marcaría el cierre de un ciclo en su vida.
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Bajo el cielo de abril
RomansaLa historia sigue a Clara, una joven que vive en una pequeña ciudad costera, atrapada entre el deseo de una vida tranquila y la pasión por los viajes que nunca ha realizado. Su mundo da un giro inesperado cuando conoce a Javier, un fotógrafo itinera...