Esta historia es un regalo para todas mis amigas y compañeras del Staff. Sin ellas, jamás hubiera podido encontrar mi verdadera motivación en la vida, escribir.
En el cielo se deslizaban suavemente las nubes por la refrescante corriente de viento.
Los autos eran tan ruidosos como siempre, el calor era abrasador, y un joven muchacho caminaba a prisa por la Ciudad de los Artistas.
El mozo aparentaba unos 16 a 17 años, tenía el cabello blanco como la nieve, sus ojos eran rojos como la sangre, y su vestimenta casual era oscura como la noche.
-Koe no todoroke, yoru no sono mukou e~✨- Murmuraba el chico de forma melódica.
Venía por el camino escuchando música con sus auriculares, pues eso lo ponía de muy buen humor.
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Tras caminar un rato, llegó hasta lo que, desde fuera, se podía describir como un teatro.
En la entrada de este estaban situadas varias personas, como si estuvieran esperando por algo o alguien.
-Este es el lugar-
Intentando no hacer contacto visual con nadie, el chico sacó su celular que traía en el bolsillo de su pantalón, se recostó de una esquina desde la cual pudiera obtener sombra, y procedió a marcar el número de alguien en su celular.
-Ya estoy aquí-
-Ahhh pérate, ya voy llegando-
Desde el celular se escuchaba una joven y adorable voz femenina. Se oía como una niña.
El muchacho había ido al teatro a reunirse con alguien.
Entonces, unos minutos después, el chico recibió una llamada de la niña a la que había llamado.
-Eh... ¿Puedes decirme qué llevas puesto para poder reconocerte?
-Traigo puesta una sudadera negra con una camisa blanca y pantalones negros largos-
-A ver a ver....-
El muchacho entonces levantó la mirada y vio frente a él a una elfa un poquito más pequeña que él en cuestiones de tamaño.
La chica tenía los ojos verdes, hermosas orejas puntiagudas y, al igual que el chico, tenía su cabello blanco. Su vestimenta era una blusa blanca y pantalones de vaquero.
Mostraba en su rostro una hermosa sonrisa.
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