Capítulo 6: Heridas!

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LAUREN no comprendía cómo podía haber discutido en medio de la calle con Camila. Era algo que no había hecho en sus veintiocho años de vida, y no sólo iba contra su costumbre, sino que además la había dejado profundamente preocupada. No le gustaba montar escenas ni verse implicada en una. No se le daba bien hacer sentir a otros cuando le habían hecho daño, ni tampoco sabía calmar a los demás para evitar que estallaran de ira.

Ella misma no permitía ningún tipo de emociones negativas en su vida. Ya no. Hacía muchos años de la última vez que había rehuido un desafío, o ignorado una acusación contra su persona. De hecho, prefería responder a las acusaciones con la mayor contundencia posible, aplastándolas para asegurarse de que nadie se atrevería a ponerla a prueba de nuevo.

Sentada frente a Camila en un pequeño restaurante frente al puerto, a la luz de las velas, se preguntó si le habría echado un embrujo para hacerla comportarse de un modo tan poco propio en ella. Apenas estaba prestando atención a la deliciosa comida que les habían servido. Le era imposible, inquieta como estaba por las muestras de debilidad que estaba dando... ¡y ante una Cabello nada menos!

¿Era ése su juego? ¿Llevarla a traicionar sus propias convicciones? Si así era, desde luego tenía que admitir que estaba consiguiéndolo. ¿Qué vendría después? ¿Se echaría a llorar en la plazuela del pueblo? ¿Se pondría a sollozar por la chiquilla que había sido, y a la que tanto daño le habían hecho? Antes preferiría rebanarse el cuello con el cuchillo que descansaba junto a su plato, sobre el blanco mantel de lino.

-Debo decir que eres, con diferencia, el miembro más misterioso de tu familia -le dijo a Camila. Al fin y al cabo, ése era el objetivo de que hubiera accedido a aquel juego, ¿no? Para destruir a los Cabello necesitaba conseguir cualquier información que pudiese serle útil. Claro que, más que eso, también había hecho aquel comentario para romper el silencio. Ya había comprobado que el silencio entre ellas podía ser algo peligroso; había demasiado oculto bajo la superficie, demasiados matices que prefería no explorar.

-¿Yo?, ¿misteriosa? -repitió ella. Lauren se fijó en lo tensa que se había puesto de repente. ¿Esperaba un ataque por su parte? Quizá debería. La miró a los ojos brevemente antes de contestar-: Lo dudo.

El hecho de que Camila fuera tan hermosa no hacía sino empeorar la situación, ya complicada de por sí. No tenía la belleza obvia y provocativa de una amante al uso, pero exhibía una feminidad cautivadora. Era como un potente brebaje que se le subía a uno a la cabeza... o, en su caso, se le iba directamente a la entrepierna.

Era demasiado hermosa para una rata de alcantarilla como ella, tenía demasiado pedigrí y elegancia; era demasiado perfecta. Era el tipo de mujer por la que habría hecho locuras en su adolescencia, a la que habría idolatrado, como a una diosa. En ese momento casi la detestó por recordarle aquellos días terribles en los que se había dejado arrastrar ciegamente por su agónica determinación de escapar del agujero en el que se había criado, en vez de aplicar el enfoque analítico y la astucia, las dos armas en las que confiaba como adulta. Pero ya no era aquella adolescente. Había exorcizado sus demonios y aquella ira juvenil hacía muchos años.

-A tu padre, mientras vivía, y a tu hermano... y hasta a tu madre se les ha visto muy a menudo en todo tipo de eventos sociales -le dijo-. A ti en cambio no. Yo ya estaba empezando a pensar que no eras más que una leyenda: un cuento de hadas sobre la heredera perdida de los Cabello.

Camila la miró un momento antes de volver a bajar la vista a su plato.

-No estaba perdida -dijo con una sonrisa-. Lo que pasa es que mi padre y yo teníamos opiniones distintas en cuanto a mi formación universitaria. Al final decidí seguir mi criterio.

-¿A qué te refieres? -inquirió Lauren, cautivada por cómo brillaba su piel con la luz de las velas.

-Decidí estudiar Bellas Artes a pesar de que mi padre pensaba que era una pérdida de tiempo. Él creía que debería haber estudiado Historia del Arte, porque así habría tenido tema de conversación con alguna potencial pareja en las fiestas de sociedad, donde muchos hombres y mujeres ricos son coleccionistas de arte -le explicó Camila, jugueteando con su tenedor. Parecía nerviosa, pensó ella. Finalmente dejó el tenedor sobre el plato, y añadió-: Quería ser artista, ¿sabes? Dibujar; pintar.

LA VENDETTA E L'AMOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora