Un golpeteo fuerte resonó en los oídos de Shen QingQiu, despertándolo de su sueño.
En el momento en que Shen QingQiu pudo abrir sus ojos, lágrimas corrían por todo su rostro. Su piel se había tornado de un color pálido, y, aunque su rostro aparentaba completa tranquilidad, su corazón tronaba en su pecho como tambores.
Miró a su alrededor, admirando su habitación mientras calmaba sus latidos. Todo parecía normal; no habían manchas de suciedad, no habían manchas de sangre; no estaba en completa oscuridad ni tampoco había ese olor a hierro característico de aquellas habitaciones de tortura.
Shen QingQiu suspiró, tomando asiento en la cama mientras observaba el vacío de la habitación, odiando al mismo tiempo lo débil que le hacían sentir cada una de esas pesadillas.
Despertar llorando era desagradable; antes de todo esto, podría incluso contar las veces que había llorado en su vida con los dedos de una sola mano e incluso le sobraban dedos, y ahora... Le sobraba desprecio por las incontables veces que había estado soñando sin parar con escenas de hechos que jamás habían sucedido.
Shen QingQiu frunció el ceño mientras pensaba en todo lo que había estado sucediendo.
Hacía ya más de un mes que había terminado la misión asignada por el líder de secta y habían vuelto casi sin ningún inconveniente. Con la excepción de que Shen QingQiu había resultado herido en medio de la pelea contra aquella asquerosa criatura, y descartando el horrible dolor de cabeza que le quedó tras lo que fuera que haya hecho aquel demonio, todo terminó bastante bien, aunque detestaba el hecho de que el demonio hubiera escapado.
Por otro lado, gracias a sus heridas, le había costado más de una hora siquiera llegar a la posada y lograr descansar un poco, su pierna parecía estarse quemando con cada paso, y su brazo herido, aunque fue poco comparado con la de su pierna, le hacía sentir aún más miserable.
Lo siguiente que sucedió fue que, al llegar a la posada y sentarse en la incómoda cama de aquella pequeña habitación, tuvo que tratar con el líder de secta, Yue QingYuan.
Recordar esto le hizo sentir a Shen QingQiu una punzada en su cabeza. Como una maldita aguja clavándose en su cerebro. No es como si hubiera pasado demasiado, pero cada vez que se encontraba con ese sujeto, no había más que frustración para el maestro inmortal.
Este le preguntó por su estado, por lo que había sucedido, qué es lo que había hecho durante todo ese tiempo...
Ah, cierto.
Tras ser obligado a escuchar los lamentos del líder de secta, se enteró que había pasado una semana... ¡Había pasado una maldita semana completa desaparecido desde que salió aquella noche en la persecución de la criatura esa!
O sea que, por un lado, tuvo que completar el trabajo que el líder de secta no era capaz de hacer, enfrentarse a dos seres despreciables, romperse un brazo, una pierna y pasar toda una maldita semana perdido en aquella ilusión hasta que finalmente hubiera despertado.
Según el líder de secta, tanto él como las personas desaparecidas, reaparecieron al mismo tiempo.
Shen QingQiu suspiró con frustración, parecía que no estaba siendo su año, aunque no es como si algún año fuera su año, ya lo tenía claro desde que nació.
De nuevo hubo un toque uniforme en la puerta. Shen QingQiu, alejando esos recuerdos, volteó a mirar la puerta, preguntándose qué es lo que querían sus discípulos ahora. Últimamente estaban siendo realmente molestos. Esperaba que le dejaran descansar por una vez en toda su miserable vida.
Estaba por permitirle el paso hasta que recordó las lágrimas que aún cubrían su rostro. De manera rápida, aunque llena de elegancia, se limpió con el dorso de sus manos antes de soltar un último suspiro.
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Los 7 Días De Una Maldición
Hayran KurguShen Jiu pensó que sólo sería una misión como las demás, en la que tendría que ir a solucionar inútiles problemas de la gente de los pueblos pobres y eso. Pero lo que jamas espero que, el demonio que estaba en aquel pequeño pueblo, fuera una especie...