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-¿Eso es un celular? -abre la boca en una sonrisa atónita, y vuelve a intentar arrebatármelo- ¿Me dejas verlo? ¿Me lo prestas?

-Obviamente no -me levanto de la cama de un salto. Él permanece arrodillado sobre la cama, con las manos extendidas hacia mí-. Tengo que llamar a mi madre.

-¿A la señora Jeon? -la sonrisa se le expande, y toma mi silencio como una afirmación. Vuelve a intentarlo, porque al parecer los Quirópteros no saben cuándo rendirse- ¿Me dejas verlo después de la llamada?

-No.

-Por favor. Solo será un segundo -une las palmas en una súplica-. Te lo prometo, solo un segundo. Solo quiero verlo.

-No, y no. ¿No tienes un celular?

La sonrisa desaparece en un parpadeo de su rostro. El gesto suplicante se deshace en sus manos y las mismas cejas fruncidas de antes abarcan toda su frente. Suelta una risa más parecida a un bufido que nada.

-Evidentemente no, rarito. No te pediría el tuyo si tuviera uno propio.

Caigo en cuenta de la obviedad de sus palabras demasiado tarde, y ahora me siento un poco mal por él. Ni siquiera tiene ropa en buen estado, ¿y yo esperaba que tuviera un celular?

La imagen que tengo frente a mí me parece un poco surreal. Hay un Quiróptero en mi cama (un Quiróptero que más bien es el chico más infantil y desesperante que podría existir, pero sumándole un par de colmillos) y detrás de él hay un Feráseo (un Feráseo que es más como mi demonio personal, que actúa como un perro y parece ser un espectro que solo yo estoy condenado a ver y escuchar). Suelto un suspiro.

-Después de la llamada. Y serán treinta segundos. Contados por reloj. No más y no menos -digo, guardando el celular en el bolsillo de mi pantalón.

Las lagunas grises en sus rostros vuelven a resplandecer y me muestra los colmillos una vez más. Tiene razón, son un poco (y solo un poco) lindos. Le añaden algo a su imagen que lo vuelven más encantador, eso y el lunar en su nariz.

-Sí, está bien. Asombroso -salta de la cama y se queda parado a mi lado, mirando mi celular como si fuera el plato principal de un banquete. Es más alto que yo, por muy poco. Pero, lastimosamente, es lo suficiente como para tener que alzar el mentón para mirarlo a los ojos. Deja de mirar mi celular, solo por dos segundos, y me mira.- Gracias.

Asiento con la cabeza de mala gana, y busco a Jay para que me de alguna clase de respuesta, pero él sigue sentado al borde de la nada, encorvado y asustado. Y la verdad es que no esperaba mucho, porque Jay (desde que apareció frente a mí, hace casi dos años) me ha dado más preguntas que respuestas.

-¿Sabes dónde puedo tener -carraspeo, alejándome de él- un poco de privacidad?

Su atención vuelve a anclarse en mí, frunce el labio como si fuera a dar un beso, pensativo, y ladea la cabeza. Mueve el mentón hacia una puerta detrás de mí, y lo enfatiza señalándola con el dedo índice. Me volteo: Seguramente es la puerta del baño.

𝑲𝒊𝒍𝒍𝒊𝒏𝒈 𝑩𝒖𝒕𝒕𝒆𝒓𝒇𝒍𝒊𝒆𝒔 ↬𝑻𝒂𝒆𝒌𝒐𝒐𝒌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora