Después de la tormenta

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Anthony

Era una mañana tranquila en la casa, una de esas donde el sol entraba suavemente por las ventanas y todo parecía en calma. Lady Danbury y mi madre, Violet, estaban en la sala, sentadas con sus labores de costura, compartiendo comentarios y risitas de vez en cuando. En uno de los sofás, Daphne estaba sumergida en un libro, con una expresión de seriedad que sólo dejaba entrever que estaba disfrutando de lo que leía, mientras Eloise escribía cartas con una concentración casi cómica, como si estuviera resolviendo los grandes misterios del universo.

Yo, sin embargo, no podía dejar de pensar en Seraphina. La noche anterior seguía dando vueltas en mi cabeza, especialmente su sonrisa oculta tras el velo. Ese velo que nunca lograba ver más allá, y que en más de una ocasión me había hecho imaginar lo que escondía. Y, de algún modo, se me había metido la idea de hacerle un regalo. Algo especial, algo que demostrara que, incluso en medio de toda la confusión entre nosotros, me importaba. Pero, claro, ¿qué podría regalarle?

Miré a Daphne y a Eloise. Si alguien sabía lo que una mujer valoraría, sería ellas, mis hermanas. Así que, con un gesto casual que intentaba ocultar mi creciente nerviosismo, cerré el libro que ni siquiera estaba leyendo y me incliné hacia ellas.

—Ejem... Daphne, Eloise... —empecé, tratando de sonar despreocupado, pero de inmediato noté cómo mi tono llamaba la atención de todos, incluso de Lady Danbury y mi madre, que dejaron de tejer y me lanzaron miradas curiosas—. ¿Qué... qué tipo de regalo creéis que le gustaría a una mujer?

Daphne levantó la vista de su libro y Eloise dejó caer la pluma con una sonrisa que me hizo sentir que algo divertido iba a salir de su boca.

—¿Una mujer? —repitió Eloise, levantando una ceja mientras me miraba con una mezcla de interés y burla—. ¿Te refieres a ti mismo o estás pensando en algo más elaborado?

—Oh, definitivamente algo más elaborado —intervino Daphne, cerrando su libro con una pequeña sonrisa juguetona en los labios—. Porque si se trata de una mujer en particular, Anthony, dudo que tú como regalo seas suficiente.

Me reí, sin poder evitarlo, aunque la verdad era que su broma me hacía un poco de eco en el fondo. Y claro, ya había captado la atención de todo el salón.

—No es para mí —respondí, fingiéndome ofendido y mirando de reojo cómo Lady Danbury y mi madre intercambiaban miradas, claramente intrigadas—. Es para... una amiga.

—¡Ohhh, una amiga! —exclamó Eloise, arrastrando las palabras y guiñándome un ojo—. Claro, una amiga. Qué noble eres, hermano.

—Es verdad, Anthony —añadió Daphne, mirándome con una expresión divertida—. Esto es interesante. ¿Y quién es esa amiga tan afortunada? Porque, no es por nada, pero no te he visto demasiado preocupado por los regalos últimamente.

—No tiene importancia quién es. Solo quiero saber vuestra opinión —dije, un poco incómodo al sentir cómo los ojos de mi madre y Lady Danbury seguían fijos en mí. Mi madre estaba más callada de lo habitual, lo que nunca era una buena señal.

—Bueno, si es solo para una amiga —prosiguió Daphne, disfrutando visiblemente de mi incomodidad—. Algo sencillo y encantador. Quizá un buen libro. O... ¿qué tal un broche delicado? Algo que pueda llevar siempre consigo y recordar que fue un regalo especial.

Eloise asintió, pero su sonrisa astuta delataba que tenía algo más en mente.

—O podrías ser más original. ¿Qué tal un cuaderno de notas? Uno bonito, con encuadernación de cuero. Si es una mujer inteligente, seguro que aprecia algo práctico. Puedes incluso grabar sus iniciales en la portada, para que sea personal.

PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora